MADRID, 14 (SERVIMEDIA)
Un total de 466 millones de menores de edad viven actualmente en lugares que soportan al año el doble de días de calor extremo que hace 60 años, según un informe publicado este miércoles por Unicef en el que la organización comparó la media de la década de 1960 y los años comprendidos entre 2020 y 2024.
Este trabajo alerta de la velocidad y la escala a la que están aumentando los días extremadamente calurosos (más de 35 grados Celsius) para casi 500 millones de chavales en todo el mundo, muchos de ellos sin la infraestructura o los servicios necesarios para soportarlo.
Ante esta situación, la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russel, destacó que “los días más calurosos del verano parecen ahora normales” y advirtió de que “el calor extremo va en aumento, perturbando la salud, el bienestar y las rutinas diarias de los niños”.
La organización de protección a la infancia de la ONU constató que en Europa y Asia central la frecuencia de las olas de calor anuales se ha duplicado, pasando de cinco en la década de 1960 a 11,5 en el periodo de tiempo comprendido entre 2020 y 2024. A ello se añade que durante más (5,3 días frente a 4,4) y son más graves.
En ese sentido, señaló que unos 55 millones de menores de la región antedicha viven en zonas donde la frecuencia de olas de calor se ha duplicado, llegándose a dar el caso de que siete millones de ellos residen en lugares donde se ha triplicado.
AUMENTOS POR PAÍSES
A su vez, el análisis de Unicef puso de manifiesto que en 16 países los niños experimentan ahora más de un mes de días extremadamente calurosos adicionales en comparación con hace sesenta años. Este es el caso de Sudán del Sur, donde los chavales viven una media anual de 165 días de calor extremo en esta década frente a los 110 día de la década de 1960 o Paraguay, donde han pasado de 36 a 71 días.
En el caso de España, se ha pasado de las cinco olas de calor que se sufrieron en la década de 1960 a cerca de 14 entre 2020 y 2024. En ese sentido, 6,4 millones de niños (el 85%) viven en zonas donde se ha duplicado el número de olas de calor, y 3,3 millones (44%) lo hacen en lugares donde se han triplicado. A ello se suma que la duración de las olas de calor ha aumentado, pasando de 4,4 a 5,5 días.
En término globales, los niños de África occidental y central son los que se encuentran más expuestos a días extremadamente calurosos y los que experimentan los aumentos más significativos a lo largo del tiempo, según el estudio de Unicef.
En ese sentido, 123 millones de chavales (el 39% del total de la región) sufren ahora una media de más de un tercio del año (al menos 95 días) con temperaturas superiores a 35 grados, siendo 212 días en el caso de Mali; 202 días en Níger; 198 días en Senegal y 195 días en Sudán.
En América Latina y el Caribe, casi 48 millones de menores de edad viven en lugares que experimentan el doble de días de calor extremo.
En Europa y Asia central, el número absoluto de días de calor extremo ha aumentado de 5,8 a 9,7; 37 millones de chavales viven en zonas donde los días de calor extremo se han duplicado; y 28 millones en lugares donde se han cuadruplicado.
En España, el número de días por encima de 35 grados pasó de cuatro a 16; 5,4 millones de chavales viven en zonas donde se ha duplicado el número de días de calor extremo; y 4,9 millones en lugares donde esa cifra se ha triplicado.
Por su parte, el estudio pone de manifiesto que los niños están expuestos a olas de calor más graves, prolongadas y frecuente. Prueba de ello es que en cien países más de la mitad de los chavales sufren actualmente el doble de olas de calor que hace 60 años. Es el caso de EEUU, donde 36 millones de menores están expuestos al doble de olas de calor que en la década de 1960 y 5,7 millones están expuestos a tres veces más.
ACCIONES
Ante esta situación, Unicef conminó a los líderes, los gobiernos y el sector privado a reducir las emisiones y cumplir urgentemente los acuerdos internacionales sobre el cambio climático; a “proteger la vida, la salud y el bienestar de los niños y la resiliencia de sus comunidades, entre otras cosas adaptando los servicios sociales esenciales a un clima cambiante, a catástrofes más frecuentes y a la degradación del medio ambiente”; y a “dotar a todos los niños y las niñas a lo largo de su vida de las oportunidades de desarrollo, la educación y las aptitudes necesarias para convertirse en defensores del medio ambiente”.
Por último, Catherine Russell apuntó que “los gobiernos deben actuar para controlar el aumento de las temperaturas, y existe una oportunidad única para hacerlo ahora mismo”.
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