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InsectEAT, la empresa de biorrefinería de insectos, prevé finalizar su primer año de operaciones vendiendo 80 toneladas desde Cañaveras

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CUENCA, 4 (EUROPA PRESS)

InsectEAT, la biorrefinería de insectos que ha abierto sus puertas este año en Cañaveras (Cuenca), comandada por los hermanos Miguel y Javier Chavarría, espera cerrar su primer ejercicio con ventas cercanas a las 80 toneladas de productos derivados de la Mosca Soldado Negra y el Tenebrio Molitor (o gusano de la harina), dos insectos con un alto contenido en proteínas y ricos en micronutrientes que procesan hasta convertirlos en harina total, harina desgrasada, aceite y abono para plantas.

En una entrevista con Europa Press, los dos hermanos confiesan que la idea de la biorrefinería surgió durante el confinamiento obligado por la pandemia de la Covid al leer sendos artículos sobre las primeras granjas de insectos que se estaban abriendo en Europa, lo que les llevó a moldear una idea “de negocio innovador que se pudiera asentar en el medio rural y que fuera sostenible” y participar con ella en un concurso empresarial del que salieron finalistas, que sería el primero de muchos, gracias a los cuales obtuvieron parte del dinero para empezar a levantar el proyecto, que ha contado también con una subvención de fondos europeos y una financiación “importante” propia.

Sus orígenes familiares y el hecho de que Cañaveras esté ubicada cerca de Madrid y de Valencia, y en el eje de los proveedores –la mayoría de las granjas de insectos se ubican en Castilla-La Mancha– decidieron la localización de la planta que, inaugurada este mes de junio con un trabajador –aunque abrió un par de meses antes–, ya prevé cerrar el año con unas 60 toneladas de productos de Mosca Soldado Negra y otras 20 de los derivados del Tenebrio Molitor.

“Nosotros este primer año ya esperamos cerrar el ejercicio en positivo y empezar nuestro crecimiento de cara al año próximo, tanto en número de franquiciados como ampliando la plantilla y aumentando nuestra capacidad productiva que al final es la clave de nuestro negocio”, detalla Miguel, que admite que “los primeros meses nunca son rentables en ninguna empresa”.

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Miguel Chavarría admite que como la producción está empezando los niveles son “bastante bajitos” todavía, pues se encuentran en fase de probar productos y hacer analíticas, pero reconoce que el negocio es “una gran oportunidad” que surgió pensando sobre todo en la sostenibilidad. “Los insectos son la especie de cría animal más sostenible del planeta, principalmente porque usan 30 veces menos tierra que la ganadería tradicional, 40 veces menos agua, y emiten 40 veces menos CO2 que este tipo de ganadería”.

En un momento en el que solo la Unión Europea importa el 70% de las proteínas que necesita y que España destina el 66% de la tierra cultivable para alimentar a otras ganaderías, estos dos hermanos coincidieron en que la situación actual no era sostenible y que si había algún reto al que se enfrentaba su generación y las sucesivas era el de “adaptar el sistema productivo actual a uno más sostenible y respetuoso con el medio ambiente”.

En ese contexto, pensaron que los insectos eran “la mejor alternativa”, ideando franquicias de granjas de insectos para enseñar a los ganaderos a crearlos –además de ayudarles a comercializarlos– y luego procesarlos en su biorrefinería. Actualmente, son decenas las franquicias con las que trabajan estos dos hermanos, conscientes de que están recibiendo más solicitudes de las que pueden “procesar de una manera correcta”.

Es aquí donde entran en juego los (otros) dos protagonistas de InsectEAT, la Mosca Soldado Negra y el Tenebrio Molitor, según detalla Javier Chavarría, quien aclara que el Tenebrio ha sido una elección “fácil” porque “se puede meter en todos los alimentos”, es el que más se está produciendo en España –en Europa hay solo ocho insectos cuyo cultivo está permitido–, e incluso se está empezando a trabajar “para humanos”.

Eligiendo la Mosca Soldado reconoce que han sido “más raros” porque, al contrario que el anterior, es el que menos se está produciendo en el país, pero vieron que tiene “un ciclo de vida rápido que ofrece precios más competitivos, sobre todo pensando en los piensos de ganaderías” y por “lo buenos que son sus aceites y sus grasas, que tienen un 60% de su grasa es ácido láurico”, un ácido “espectacular” que mejora “muchísimo” la microbiota intestinal de los animales con un solo estómago, logrando que haya que darles “menos antibióticos”, que crezcan más y tengan mejor aspecto físico. “Dicen que incluso el comportamiento es mejor”, añade.

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Estos dos insectos suelen llegar vivos a la biorrefinería, donde pasan a unas cámaras de cría a una temperatura de entre 25 y 30 grados y una humedad del 70 por ciento –una “temperatura Punta Cana”, de etapa tropical, “como si estuvieras de vacaciones”, bromea Javier–, donde se conservan hasta que llegue la fase de procesado, donde los insectos son deshidratados.

Tras ese proceso se obtiene finalmente la harina total, la harina desgrasada y el aceite, además de un abono que “físicamente parece serrín y es el mejor abono del mundo”, porque “es natural, muy potente y sostenible”, que pronto se plantean comercializar, tanto a nivel mayorista como minorista, en este último caso bajo la denominación ‘TenBio’.

“Lo bueno también, una vez que se desgrasa la harina, es que la proteína se puede meter como cualquier proteína en cualquier tipo de alimentación”, por lo que el mercado es “mucho más amplio” que el de la harina total. “Los insectos también son muy ricos en vitaminas, tienen vitamina A, tienen Omega 6, Omega 9, Omega 12, también tienen mucho B12” y hablando de micronutrientes “son ricos en hierro, en magnesio, en calcio, en potasio, o sea, estamos hablando de alimentos muy completos”.

Tanto las harinas como el aceite que salen de InsectEAT tienen tres mercados como destino principal dentro de la alimentación animal, que son la acuicultura, el mercado de aves y cerdos, y el de las mascotas –su propio perro, intolerante al pienso, tiene “mejor pelaje, mejor color, más energía e incluso huele un poco mejor” tras tomar el pienso derivado de los insectos–.

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En general, según Javier Chavarría, son productos que tardan bastante en caducar, así que la producción suele ir más en función de la oferta de insectos que de la demanda de productos. De precio, por el momento, este “superpienso” es “un poquito más caro” que el habitual aunque aclara que proporcionalmente “no hay tanta diferencia”.

Respecto a la posibilidad de dar el salto a la alimentación humana, InsectEAT lo tiene “previsto” pero considera que el mercado “no está preparado” todavía para ello. “En España el principal problema que ha habido es que a todos, incluso a mí, me daría asco coger aquí ahora el bicho y comérmelo así. Lo que hay que ver es la forma de integrarlo” desde ahí a, por ejemplo, las harinas, en la alimentación que ya comemos.

“Tú, cuando te comes un yogur con proteínas, qué más te da que la harina sea de insecto y sea más sana, más sostenible, a que sea proteína de vacuno, por ejemplo, que es mucho más contaminante”, ejemplifica. “Yo creo que se integrará en la alimentación humana, nos va a encantar estar ahí, pero creo que el mercado hoy por hoy no está preparado para eso, porque quizás tampoco lo hemos hecho bien nosotros como industria”.

Economía circular, innovación y medio ambiente y desarrollo rural son los tres ejes que en los que se asienta este proyecto, que es “innovador en todos sus términos”, concluye Miguel Chavarría, quien acaba animando especialmente a los jóvenes a que emprendan sus proyectos, sobre todo para fomentar la vida en el medio rural, que “está lleno de oportunidades de emprendimiento”.

“Es un proceso largo, duro, hay que lidiar ya no solo con tu propio proyecto, sino buscar financiación, licencias, hay mucha burocracia”, pero “el final es muy gratificante”, resuelve.


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