MADRID, 29 (Portaltic/EP)
Hacerse una imagen íntima y compartirla con otras personas tiene un lado oscuro conocido como pornografía de venganza, cuya incidencia va a en aumento hasta el punto de que el 47 por ciento de los españoles conoce a alguna víctima de este tipo de abuso.
El estudio global de Kaspersky ‘La verdad al desnudo. Cómo el intercambio de imágenes íntimas ha reconfigurado nuestro mundo’ revela un cambio significativo en las actitudes y normas no escritas de las interacciones sociales y románticas en la era digital.
Se trata, según ha destacado la compañía de ciberseguridad, de uno de los mayores estudios realizados hasta la fecha en este ámbito, y de él se desprende la normalización de la práctica de hacerse fotos íntimas y compartirlas, facilitado por los teléfonos móviles.
Aproximadamente una cuarta parte (22%) de los españoles tiene imágenes explícitas de sí mismos almacenadas en sus dispositivos. Esta cifra varía en función de la edad: los grupos de edad de 16 a 24 años y de 25 a 34 años son los más imágenes íntimas propias tienen (42%), cifra que cae hasta el 7 por ciento en los adultos de 55 años o más.
Un 25 por ciento de los encuestados ha compartido imágenes de sí mismos con personas con las que están saliendo o chateando y un 16 por ciento se las ha enviado a alguien que nunca han conocido en la vida real. Por edad, el porcentaje más alto (45%) se encuentra en las personas de entre 16 y 25 años.
Tener imágenes íntimas de uno mismo y compartirlas con otras personas no es malo en sí, pero abre la puerta al abuso de estas imágenes, y es entonces cuando se habla de pornografía de venganza, un término acuñado en 2007 que hace referencia al hecho de compartir imágenes o vídeos sexualmente explícitos de una persona sin su consentimiento.
En España, las denuncias por este tipo de abuso se han casi triplicado en los últimos cinco años. De 1.691 en 2018 a 4.460 en 2023, según datos del Ministerio del Interior que recogen desde Kaspersky.
Según el estudio, casi la mitad (47%) de los encuestados en España conoce a alguien que ha pasado por este tipo de abuso ‘online’ y un 7 por ciento lo ha experimentado personalmente. Este delito afecta de manera significativa a las generaciones más jóvenes: un 77 por ciento de los encuestados entre 16 y 24 años y un 68 por ciento entre los 25 y 34 años afirman haber sufrido este tipo de experiencias.
En cuanto al uso de ese material, el 15 por ciento de los españoles admite haber compartido imágenes íntimas de otras personas, frente al 33 por ciento que ha recibido este tipo de material, lo que para la compañía de ciberseguridad indica que algunas personas pueden ser remitentes en serie. No solo eso, sino que el 24 por ciento cree que recibir una imagen íntima le otorga derechos sobre su contenido.
Desde Kaspersky apuntan que establecer límites claros dentro de sus relaciones antes de compartir este tipo de imágenes es fundamental, pero solo un 25 por ciento de los encuestados lo hace. Y solo el 22 por ciento de los españoles que compartieron una imagen comprometida solicitaron su eliminación del dispositivo de otra persona.
El estudio también plantea la cuestión de la llamada ‘culpabilización de la víctima’, ya que casi la mitad (47%) de los encuestados cree que, si has compartido una imagen tuya, sigue siendo tu responsabilidad si termina en las manos equivocadas.
“Los hallazgos de nuestra investigación subrayan la creciente normalización de un problema social crítico: el aumento en el intercambio de imágenes íntimas, especialmente entre los jóvenes, sin considerar las consecuencias a largo plazo”, explica el Lead Security Researcher de Kaspersky, Marc Rivero, en una nota de prensa enviada a Europa Press.
Por otra parte, la inteligencia artificial está transformando la privacidad en el contexto de las imágenes íntimas, planteando serias preguntas sobre el consentimiento y el control de nuestra propia imagen.
Un 42 por ciento de las personas encuestadas por Kaspersky coincide con la idea de que hoy en día la gente puede crear imágenes íntimas falsas con esta tecnología, lo que lleva a cuestionar si el consentimiento personal para compartir este tipo de material sigue siendo importante.
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