MADRID, 27 (SERVIMEDIA)
Antonio Rebollo fue el arquero que iluminó Barcelona’92, la persona que protagonizó uno de los momentos más icónicos del deporte olímpico: el encendido del pebetero del Estadio de Montjuic gracias a la flecha de fuego que sobrevoló cerca de 90 metros hasta iluminar la llama olímpica. “El azar hizo que estuviera allí”, rememora el autor del disparo, cuando el cielo de París se iluminó ayer con el fuego olímpico.
Rebollo, madrileño de 69 años, está ahora desconectado del deporte y solo se interesa en momentos puntuales como la pasada Eurocopa de fútbol. “Me dedico a la familia y a currar. Sigo currando”, comenta a Servimedia después de su jornada laboral de ebanista. “También hago trabajos. Estoy haciendo una reforma en Madrid”, añade.
Ningún arquero español cuenta con su palmarés, en el que destacan tres medallas en Juegos Paralímpicos, las únicas de España en esas citas (plata en Nueva York’84, bronce en Seúl’88 y plata en Barcelona’92).
Su carrera deportiva se prolongó desde mediados de la década de 1970 hasta 1996. En los años 80 consiguió la medalla de bronce por equipos en un Campeonato de Europa y otra vez se proclamó campeón de España absoluto por equipos, donde tuvo como rivales a deportistas sin discapacidad.
A los ocho meses de nacer contrajo la poliomielitis, que le causó una atrofia muscular en ambas piernas. “Me afectó a la totalidad del miembro inferior derecho y parcialmente al izquierdo, concretamente en la zona del cuádriceps”, indica, antes de señalar que su pierna derecha ahora le da “muchos problemas” y hace cinco años tuvo que dejar el senderismo.
Esa discapacidad le obligó de niño a llevar un aparato metálico en el pie derecho, si bien entonces practicaba varios deportes, pues principalmente montaba en bicicleta y hacía pesas.
UN ANUNCIO EN LA RADIO
El tiro con arco llegó a su vida cuando tenía cerca de 20 años tras escuchar un anuncio en la radio. Comenzó a practicar después de que un compañero comprara un arco en La Flecha de Oro, entonces la única tienda de este deporte en Madrid. “A partir de entonces empecé a tirar por mi cuenta en el monte o en el campo. Y con 20 o 21 años me federé”, recuerda.
“Para mí no existía el deporte de personas con discapacidad, siempre entrenaba con no discapacitados. Me enteré a los tres o cuatro años, cuando estaba haciendo mis pinitos en el equipo nacional con arqueros sin discapacidad”, indica.
Poco después, participó en unas jornadas de tiro con arco y comenzó a tirar con deportistas sin discapacidad. “Estaba en los dos equipos. Mis compañeros tiraban semanalmente un torneo y yo tiraba dos o los alternaba”, rememora.
Su nivel deportivo comenzó a mejorar y se clasificó para el Campeonato de España absoluto. “Constantemente, formé parte de los dos equipos. Entrenaba con el absoluto porque con discapacidad no existía nada casi en ningún deporte, salvo natación o baloncesto en silla de ruedas”, subraya.
De hecho, añade: “Entrenaba con el equipo nacional, lo que me servía para estar preparado para tirar con personas con discapacidad. La mayor cantidad de éxitos los tengo con arqueros con discapacidad”.
ESTRENO INTERNACIONAL
Tras debutar internacionalmente en un torneo triangular en Francia en 1978, Rebollo afinó más su puntería con entrenamientos y más competiciones. “Estaba en la Residencia Blume de Madrid y allí mejoré bastante”, recuerda.
Una vez que Juan Antonio Samaranch, a la sazón presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), desveló que Barcelona era la elegida para organizar los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 1992, los primeros en territorio español, el comité organizador se propuso sorprender al mundo en la inauguración de ambas citas.
“Cuando contactaron conmigo, me hicieron la propuesta y me comunicaron una fecha para hacer una prueba en Barcelona. Cuando llegué a la montaña de Collserola había cientos de arqueros tirando a una diana en una ladera, en una distancia semejante al tiro de los Juegos”, indica.
Rebollo añade: “Después, cuando hice la prueba en Barcelona, al primer disparo acerté donde querían. Llegó un momento en que pusieron al compañero Joan Bozzo como posible sustituto por si pasaba algo. La diferencia es que yo entrenaba yendo de Madrid a Barcelona el sábado y el chaval, todos los días”, apostilla.
No obstante, el arquero madrileño no sabía todos los detalles de la inolvidable ceremonia de inauguración. “Me hicieron firmar una carta de compromiso de no divulgación. No sabía nada del pebetero. Estaba tirando flechas con pruebas para que el efecto especial del fuego no se apagara porque una flecha que sale a 300 km/h se apaga siempre”.
“Practicaba un año antes de los Juegos en el Castillo de Montjuic. Cuando quedaban tres meses, las pruebas se empezaron a hacer en el Estadio Olímpico y ahí es cuando supe cómo iba a ser. Conseguí un arco adecuado”, relata.
AGUANTAR LA PRESIÓN
Para Rebollo, esos entrenamientos no resultaron especialmente duros. “Estaba en el equipo nacional. Si no el mejor, era el arquero con mejor preparación física de España”, comenta.
No obstante, sentencia: “El azar hizo que estuviera ahí. No sabía si me iba a poner nervioso. Estábamos en el estadio el otro compañero y yo escondidos en un habitáculo mañana y tarde. Bajó la organización y me comunicaron oficialmente que yo era el elegido”.
Menos conocido es que Rebollo no solo prendió el pebetero olímpico, sino también el paralímpico. “El primero fue entrada la noche y resultó bonito por la flecha con fuego en el cielo nocturno. Lo otro desmereció mucho porque se hizo por la tarde”, indica.
“Con el tiempo me he dado cuenta de que aguantaba muy bien la presión. Después, no me fue mal, he tenido siempre trabajo”, resume.
Antonio Rebollo siguió compitiendo hasta 1996. Posteriormente, se dedicó a la formación de arqueros. “Empecé a llevar equipos, fui delegado internacional de caza con arco, formé un grupo en España a través de la federación de caza. Después fui entrenador para arqueros jóvenes durante bastantes años y para arqueros con discapacidad creando escuelas a través de la federación madrileña”, concluye.
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