MADRID, 15 (EUROPA PRESS)
El kárate en personas con discapacidad intelectual, trastornos de conducta y trastorno límite de la personalidad mejora la capacidad de autocontrol y establecer límites a través de la disciplina trasmitida con las artes marciales, tal y como demuestra el programa de Kárate desarrollado por el Centro San Juan de Dios.
“Desde que estamos en el equipo de kárate hemos conseguido un mayor control sobre nuestros impulsos, comportarnos mejor y tenemos mucha más motivación para hacer cosas. Nos sentimos más seguros de nosotros mismos”, declaran Alejandro, José Manuel y Rafael, miembros de San Cobra Kai, el equipo de kárate que, desde 2020, entrena en el Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, perteneciente a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, y que este sábado 13 de julio ha compartido entrenamiento con los representantes de la Federación Madrileña de Para-Karate.
“Con esta actividad de convivencia con la Federación Madrileña de Parakarate, buscamos que nuestros usuarios del área de personas con Discapacidad Intelectual y/o del Desarrollo, con problemas de comportamiento y trastornos de personalidad, puedan disfrutar del modelo de superación personal que muestran los máximos representantes de esta disciplina de Madrid”, explica el psicólogo del Centro San Juan de Dios y responsable de esta actividad, Eduardo Guevara. “Con disciplina, voluntad, motivación y el apoyo incondicional de los profesionales todo cambio es posible”, recalca.
El programa San Cobra Kai, que empezó impartiéndose en un total de 11 usuarios, “está orientado a lograr que las personas con discapacidad intelectual y problemas de conducta desarrollen estrategias de autocontrol y asunción de límites a través de la práctica y aprendizaje de artes marciales, generalizando los aprendizajes a sus relaciones interpersonales en el día a día”, explica Guevara.
Este paquete de intervención, no realizado hasta el momento, se dividió en dos módulos fundamentales: una primera parte de debate y participación (donde los usuarios visionaban la serie Cobra Kai y abordaban situaciones conflictivas de interés) y una segunda parte de entrenamiento en kárate (durante la cual practicaban ejercicio físico y adquirían los valores y filosofía que engloban al arte marcial).
Con esta actividad se persigue una transferencia del autocontrol y el establecimiento de límites de las situaciones de entrenamiento de artes marciales a situaciones cotidianas.
“Desde una perspectiva educativa, se busca instaurar nuevos comportamientos más adaptativos que sustituyan la conducta problema a través de un proceso de regulación emocional basada en las artes marciales”, aclara Eduardo Guevara. “El Kárate se ha utilizado antes en personas con discapacidad, pero no hay constancia de que se haya realizado con personas con trastornos de conducta ni apoyado por el visionado de una serie donde identificar determinadas actitudes y comportamientos con realidades del día a día”, añade Guevara.
José Manuel y Rafael llevan más de 15 años ingresados en el Centro, Alejandro dos. Los tres son el ejemplo de cómo este programa consigue mejorar el comportamiento. Ellos mismos son conscientes y sienten cómo son capaces de dejar su mente en blanco y sentirse en paz consigo mismos gracias a los trabajos de relajación, explican desde el Centro.
“Transcurrido un tiempo desde el comienzo del programa se analizaron los datos recopilados antes de la implementación del curso para observar si se habían producido cambios en la forma de gestionar las emociones y conflictos. Los resultados del proyecto fueron prometedores, logrando reducir de forma significativa los comportamientos agresivos evaluados, abriendo nuevas perspectivas en el abordaje y tratamiento de los problemas de regulación emocional en personas con discapacidad intelectual”, explica el psicólogo.
Las artes marciales están íntimamente ligadas a sistemas filosóficos y códigos de conducta que establecen unas pautas de actuación entre aquellos que las practican. Lejos de potenciar el comportamiento agresivo, su aplicación de forma correcta y estructurada, incluyendo además componentes fundamentales como la meditación, puede favorecer el desarrollo de conductas de respeto, fijación de límites y autocontrol y regulación emocional que se traduzcan en un comportamiento más adaptativo.
Además, la literatura ha revelado cómo el aprendizaje obtenido durante el entrenamiento de las artes marciales puede ser generalizado a otros ambientes de la persona, encontrando resultados no solo en la faceta comportamental, sino también influyendo positivamente en valores y respeto hacia los otros.
Los principales objetivos de intervención van enfocados a favorecer la integración tanto a nivel de compañeros como a nivel social, promover el bienestar emocional (potenciando fortalezas), fomentar su grado de autonomía y autodeterminación, estimular las funciones cognitivas, a través de su participación en las actividades programadas educativas y de ocio y mantener su estabilidad conductual (facilitando la canalización de frustración, control de impulsos así como la expresión emocional asociada).
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