MADRID, 02 (SERVIMEDIA)
Los seres humanos pueden estar acelerando la velocidad a la que se descompone la materia orgánica de la hojarasca en ríos y arroyos del mundo, lo que podría representar una amenaza para la biodiversidad en las vías fluviales del planeta y aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, con el consiguiente impacto climático.
Así se explica en un estudio realizado por investigadores de las universidades de Georgia, Oakland y Estatal de Kent (EEUU), y publicado en la revista ‘Science’.
Este trabajo es el primero que combina un experimento global y modelos predictivos para ilustrar cómo los impactos humanos en las vías fluviales pueden contribuir a la crisis climática.
Los investigadores recopilaron datos de campo de 550 ríos de todo el mundo y colaboraron con más de 150 autores en 40 países. Con esa información, generaron una de las primeras estimaciones de las tasas de descomposición en ríos y arroyos en todo el mundo, incluidas áreas poco estudiadas como los trópicos.
“Todo el mundo necesita agua. Cuando las actividades humanas cambian la forma fundamental en que funcionan los ríos, es preocupante”, dijo Krista Capps, coautora del estudio y profesora asociada en la Escuela de Ecología Odum y el Laboratorio de Ecología del Río Savannah de la Universidad de Georgia.
Capps añade: “Los aumentos en las tasas de descomposición pueden ser problemáticos para el ciclo global del carbono y para los animales, como insectos y peces, que viven en arroyos porque los recursos alimenticios que necesitan para sobrevivir desaparecerán más rápidamente y se perderán en la atmósfera en forma de dióxido de carbono”.
CICLO DE CARBONO
Los ríos y arroyos desempeñan un papel clave en el ciclo global del carbono al almacenar y descomponer grandes cantidades de hojas, ramas y otra materia vegetal.
Normalmente, el proceso sería más o menos así: la hoja cae al río, las bacterias y los hongos colonizan la hoja, un insecto se come las bacterias y los hongos, y utiliza el carbono almacenado en la hoja para crecer y producir más insectos, y un pez se come al insecto.
El estudio encontró que este proceso está cambiando en áreas del mundo bajo impacto humano. Los ríos afectados por la urbanización y la agricultura están modificando la rapidez con la que se descompone la hojarasca.
Cuando el proceso se acelera, ese insecto no tiene oportunidad de absorber el carbono de la hoja. En cambio, el carbono se libera a la atmósfera, lo que contribuye a la contaminación de gases de efecto invernadero y, en última instancia, altera la cadena alimentaria.
“Cuando pensamos en las emisiones de gases de efecto invernadero, tendemos a pensar en tubos de escape y fábricas. Pero una gran cantidad de dióxido de carbono y metano proviene de ecosistemas acuáticos. Este proceso es natural. Pero cuando los humanos añaden contaminación por nutrientes, como fertilizantes, al agua dulce y elevan la temperatura del agua, aumentamos las tasas de descomposición y dirigimos más CO2 a la atmósfera”, explica Scott Tiegs, profesor de Ciencias Biológicas en la Universidad de Oakland.
Los autores compilaron los datos en una herramienta que muestra cómo de rápido se descomponen los diferentes tipos de hojas en las vías fluviales locales. Gracias a modelos predictivos, identificaron factores ambientales responsables del aumento de las tasas de descomposición, como temperaturas más altas y mayores concentraciones de nutrientes.
“Ambos factores se ven afectados por las actividades humanas. Reducir el impacto humano en la descomposición mantendrá más carbono en los ríos, evitando que entre a la atmósfera en forma de dióxido de carbono y contribuya al cambio climático”, concluye David Costello, profesor asociado en la Universidad Estatal de Kent.
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