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Un aspirante con severas limitaciones para escribir no recibe las adaptaciones necesarias para examinarse

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MADRID, 28 (SERVIMEDIA)

Lázaro Díaz Valdivia tiene 32 años; dos títulos de grado, uno de Derecho y otro de Gestión y Administración Pública; cuatro másteres, entre ellos el de profesorado; y un grado de discapacidad del 86% por una parálisis cerebral infantil. Lo que no tiene es movilidad en los dedos. Sólo en dos. “No puedo escribir y la Junta de Andalucía no me permite hacer los exámenes oralmente”, se lamenta el joven.

Este jienense es un joven tenaz que, como asegura en una entrevista a Servimedia, está “acostumbrado a pelear por todo desde que nació”. “Soy combativo desde que vine al mundo, ya que nací con cinco meses y medio y ni los médicos daban un duro por mi supervivencia”. Lázaro es un experto en resucitar y recuperarse.

Después, en su etapa de estudiante de bachillerato peleó para que le permitieran hacer dos cursos fraccionados. Lo consiguió y sentó un precedente. “Gracias a mi lucha otros estudiantes que vinieron después y lo han necesitado han podido beneficiarse de esta medida e incluso de poder hacer la prueba de acceso a la universidad, la desaparecida selectividad, también fraccionada”, explica el opositor.

OTRAS NECESIDADES, OTRAS ADAPTACIONES

En estos momentos, Lázaro se encuentra inmerso en otra batalla. El pasado año se presentó a una convocatoria para ser profesor de Secundaria de la que guarda un mal recuerdo porque estuvo tecleando con dos dedos durante nueve horas. “Mi problema es grafomotriz, por lo tanto, no puedo escribir a mano ni realizar las pruebas con ordenador”, apunta.

Lázaro avanza muy lentamente, letra a letra, y reconoce que “el tiempo asignado por ley es insuficiente” para mostrar el conocimiento que yo pueda tener sobre una determinada; además de que “es insufrible tener que permanecer tanto tiempo en mi silla para realizar la prueba”.

El escenario adecuado para este joven sería poder hacer el examen oralmente o contar con un dispositivo de transcripción como el que emplea a diario en su casa para estudiar. “Desde mi Smartphone grabo audios y luego la aplicación los transcribe en mi ordenador”.

UNA PARADOJA EXCLUYENTE

“Es paradójico que no me concedan la opción de examinarme oralmente porque con ello me diferenciaría de los demás”, se lamenta Lázaro. Según las bases la prueba “no puede contener marca diferenciadora”, pero sí permiten solicitar las medidas de adaptación necesarias.

Este aspirante a profesor se pregunta: “¿Puedo solicitar lo que necesito, o precisamente por ser diferente y distinguirme de los demás no puedo?”. Mientras espera a que alguien resuelva esta paradoja, Lázaro se ha hecho escuchar en las redes sociales, donde ha compartido su historia.

El joven ha presentado una reclamación ante la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía y ha llevado su caso hasta el Defensor del Pueblo de Andalucía, quien le respondía el 5 de marzo diciendo que “cumplían la ley”.

El escrito acababa con un interesante apunte: “No obstante, hemos trasladado a la referida Dirección General [del Profesorado y Gestión de Recursos Humanos] que para futuros procesos, valore la posibilidad de analizar estas situaciones singulares de personas con discapacidad análogas a la que usted nos refiere” […] “por si fuera posible avanzar en la línea de la accesibilidad al empleo público de estas personas”.

Este joven andaluz no se da por vencido y asegura que su futuro lo ve como su presente, “lleno de trabajo, constancia, lucha y búsqueda de justicia”. “No sé si conseguiré mi objetivo, pero ya haberlo intentado me hace feliz”, asegura. “Estoy aquí batallando no solo por mí, sino por todos los que no pueden hacerlo y si consigo que me escuchen abriré el camino a otros porque los avances no se consiguen quedándonos callados”.

Quizá esta sea otra de ‘las resurrecciones’ de Lázaro y tras un nuevo envite de la vida, salga fortalecido y sobre todo habiendo conseguido dar un paso más hacia la plena inclusión de las personas con discapacidad.


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