Mañana, 28 de julio, se celebra el Día Mundial contra esta enfermedad que la OMS tiene como objetivo eliminar en 2030. Desde el año 2015, más de 5.000 personas infectadas han sido tratadas en Castilla y León con medicamentos de última generación.
Las hepatitis virales B y C son grandes desafíos para la salud pública, pues afectan hoy en día a 325 millones personas en todo el mundo. La importancia de la detección, control y tratamiento radica en que en su evolución estas enfermedades producen cirrosis hepática y cáncer de hígado y suponen cada año 1,34 millones de muertes en el mundo.
La hepatitis B y C son infecciones crónicas que no muestran síntomas durante períodos muy largos, pudiendo durar estos años o décadas. Esto hace que el diagnóstico en muchos casos sea complicado, ya que ni los pacientes ni sus médicos conocen la infección que padecen.
La OMS, en su ‘Estrategia mundial contra las hepatitis víricas 2016-2021’, plantea tres objetivos básicos en este aspecto: en primer lugar, frenar la transmisión de las hepatitis virales; en segundo lugar, permitir el acceso universal al tratamiento de las hepatitis virales, y, por último, eliminar la amenaza de las hepatitis virales en el año 2030.
Alineados con la estrategia de la OMS, Sacyl lleva trabajando varios años con diversas estrategias encaminadas a la detección, control y tratamiento de los pacientes con hepatitis virales. En lo que se refiere a la hepatitis C en la Comunidad han sido tratados más de 5.000 pacientes con antivirales de acción directa desde el año 2015, que ha supuesto un enorme esfuerzo en la atención sanitaria a estos pacientes y que además ha rsultado un éxito terapéutico, con la cura de más del 95 % de los pacientes tratados.
Sin embargo, Sacyl ha sido aún más ambicioso en este aspecto, pues se ha desarrollado un programa de búsqueda activa de pacientes diagnosticados de hepatitis C que no estaban siendo controlados en unidades especializadas y que está permitiendo localizar a personas con esta patología para que también puedan ser tratadas y así disminuir el riesgo de progresión de la enfermedad. Se estima que podría haber en este grupo aún unos 2.000 pacientes.
También la hepatitis B es una enfermedad silenciosa, que cursa sin ningún síntoma en los pacientes afectados y que requiere siempre el control de un especialista en enfermedades hepáticas y, en ocasiones, también tratamiento farmacológico. Como la hepatitis C, su desconocimiento o falta de tratamiento cuando lo requiere puede conducir a la aparición de cirrosis hepática o cáncer hepático.
Ambas enfermedades comparten algunos medios de transmisión como son las agujas infectadas, los contactos sexuales de riesgo, la realización de tatuajes o piercings en lugares sin la higiene adecuada…. Se sabe también que la prevalencia de estas enfermedades es mayor en población psiquiátrica o institucionalizada
Por tanto, es básica la detección de pacientes con hepatitis virales para su correcto control y tratamiento y así frenar la transmisión de la enfermedad, pero también la evolución de esta y sus consecuencias.
El papel del médico de familia
Para enfrentar el reto del diagnóstico de pacientes desconocidos es fundamental el papel del médico de familia. Desde 2016 se han puesto en marcha protocolos de estudio de la alteración de la analítica hepática para la detección de hepatitis B y C, coordinados entre Atención Primaria y Unidades de Hepatología, encaminadas a la detección de ambos procesos tanto en pacientes expuestos a situaciones de riesgo o simplemente con alteraciones en la analítica hepática. Un sencillo test analítico permite detectar a pacientes que pueden estar infectados.
Pero también es importante concienciar a la población para evitar situaciones de riesgo de contraer la enfermedad, como el consumo de drogas, el uso de agujas no desechables para piercings o tatuajes o las conductas sexuales de riesgo sin protección
El lema del Día Mundial contra la Hepatitis 2018 es ‘Hepatitis. Es hora de diagnosticar, tratar y curar’. Este día pretende recordar a ciudadanos y profesionales sanitarios que se trata de dos procesos evitables, curables y que cuando esto se hace en las fases iniciales de la enfermedad, se consigue evitar el avance de la lesión en el hígado. Cuando el tratamiento se lleva a cabo en fases avanzadas hay secuelas que no desaparecen.
Hay que recordar, por último, el esfuerzo realizado por los profesionales que atienden a estos pacientes -médicos y enfermeras de Atención Primaria, Hepatología, enfermedades infecciosas, microbiología…- que desde 2015 han hecho un esfuerzo grande para atender, tratar correctamente e incluso buscar a un gran grupo de pacientes que necesitaban tratamiento con urgencia y que a pesar de la sobrecarga asistencial han conseguido resultados extraordinarios, enmarcados en el Plan Estratégico de la hepatitis C en nuestro país, un ejemplo en Europa.
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