MADRID, 27 (EUROPA PRESS)
Un nuevo estudio de la Universidad de Michigan (EEUU) ha descubierto una compleja interacción entre la dieta, los genes y la microbiota intestinal que podría explicar el motivo por el que se desarrolla la enfermedad inflamatoria intestinal (EII).
Dolor abdominal, diarrea y pérdida de peso son algunos síntomas de la enfermedad inflamatoria intestinal. Aunque los científicos han descubierto que la EII tiene un componente genético, no todas las personas con antecedentes familiares desarrollan la enfermedad. Hasta la fecha, se desconocen en gran medida los factores ambientales que desencadenan la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, conocidas conjuntamente como EII.
El estudio, publicado en la revista ‘Cell Host & Microbe’ ha sido dirigido por los laboratorios de los doctores Eric Martens y Mahesh Desai y los primeros autores, los doctores Gabriel Pereira y Marie Boudaud, y sus colegas. El nuevo estudio se basa en trabajos anteriores que descubrieron que una dieta baja en fibra conducía a una proliferación de bacterias degradadoras de mucina, es decir, bacterias que prosperan comiéndose el revestimiento mucoso del intestino.
GENES DE LA EII
En algunas personas, la pérdida genética de una citocina -proteína que afecta al sistema inmunitario- conocida como interleucina-10 (IL-10), o de su receptor, provoca la aparición precoz de la EII en bebés y niños. El nuevo estudio se propuso examinar más de cerca esta conexión genética, utilizando ratones con la misma alteración inmunitaria.
Aunque algunos de estos ratones también desarrollaron espontáneamente inflamación en sus tractos intestinales, el nivel de gravedad variaba y parecía empeorar con la presencia de ciertas bacterias y una dieta baja en fibra. De hecho, los ratones criados para carecer de bacterias no mostraron signos de enfermedad.
Al ajustar la presencia o ausencia de un microbioma intestinal humano modelo y el contenido de fibra dietética para sus modelos de ratón, el equipo descubrió que podían aumentar o disminuir la inflamación. Es más, la inflamación desencadenada por las dietas sin fibra parecía aumentar como reacción a la mayor abundancia de bacterias degradadoras de ‘mucina Akkermansia mucinphila’ y ‘Bacteroides caccae’.
“Estas bacterias empiezan a buscar nutrientes en la capa de moco, lo que reduce su grosor y su función de barrera y acerca a los microbios entre 10 y 100 micras al tejido del huésped. Eso fue suficiente en el contexto de los ratones con EII genética para que enfermaran”, ha afirmado Martens, catedrático de Microbiología e Inmunología de la Facultad de Medicina de la UM.
EFECTOS DE LA DIETA
Por otro lado, alimentar a los ratones con una dieta rica en fibra impidió que se desarrollara la inflamación e incluso devolver a los ratones alimentados con poca fibra a una dieta rica en fibra produjo un pico de inflamación seguido de un descenso, lo que sugiere que la fibra puede invertir los efectos deletéreos de la erosión del moco sobre la inflamación.
Pero, irónicamente, la EII, especialmente en niños, se trata a menudo con una dieta basada en una fórmula denominada nutrición enteral exclusiva (NEE), que carece de fibra. A pesar de la falta de fibra, esta dieta provoca una reducción de la inflamación en las personas, por razones inexplicables.
Para responder por qué, el equipo secó la fórmula para administrársela a los ratones con la genética de la EII. Curiosamente, estos ratones presentaban distintos niveles de inflamación tras la dieta, y algunos experimentaban una inflamación considerablemente menor que los ratones alimentados con la dieta sin fibra, a pesar de que la dieta EEN también reducía el espesor de la mucosidad.
El equipo descubrió entonces que los ratones alimentados con EEN presentaban cantidades elevadas de un único ácido graso de cadena ramificada, el isobutirato, que podría suprimir la inflamación. El isobutirato es producido mediante fermentación por algunas bacterias del intestino. “Parece que una de las formas en que estas dietas exclusivas de nutrición enteral podrían funcionar en las personas es provocando que ciertas bacterias produzcan metabolitos beneficiosos”, afirma Martens.
Impulsado por estos hallazgos, el equipo planea investigar más a fondo cómo interactúan la dieta y las bacterias para mejorar las terapias de la EII pediátrica, así como responder a cómo revertir o prevenir potencialmente la aparición de estas enfermedades mediante la manipulación de estos desencadenantes ambientales.
“Nuestros hallazgos sugieren una posible nueva vía para tratar la EII. Al adaptar intervenciones dietéticas específicas para influir en la función del microbioma intestinal, podríamos manipular estas comunidades bacterianas para aliviar la inflamación”, afirma Pereira.
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