MADRID, 17 (EUROPA PRESS)
Rossy de Palma ha acaparado este domingo parte de los aplausos del público del Teatro Real en su debut en el coliseo madrileño con el monólogo ‘Silencio’, un estreno en el que también han estado presentes compañeros de profesión como el cineasta Pedro Almodóvar o la actriz Tilda Swinton.
No han sido las únicas personas del mundo del espectáculo que se han acercado a ver cómo se ha desenvuelto De Palma en las tablas. También han acudido actrices como Loles León o Bibiana Fernández, mientras que el tenor Plácido Domingo ha hecho acto de presencia junto a su hijo. De la política, el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, también se ha sumado a unos aplausos generales hacia la actriz, aunque también se han escuchado algunas voces discrepantes.
‘Silencio’ es un recitado en el que la actriz reivindica el nuevo papel que ocupa la mujer en las relaciones sentimentales actuales. Se trata de una pieza que el director de escena Christof Loy pensó para Rossy de Palma y en la que ambos han trabajado para que funcionara como ‘bisagra’ de dos óperas para orquesta y soprano, ‘La voz humana’ de Francis Poulenc -inspirada en la obra teatral de Jean Cocteau- y ‘La espera’, de Schönberg.
La recuperación de este interludio entre dos piezas cortas no es casual en su temática, puesto que tanto en la primera como en la segunda ópera se habla de dos mujeres que atraviesan un momento de desamor. De Palma asume en ‘La voz humana’ un papel mudo como amiga de la protagonista, aunque su turno llega tras el primer parón.
Con el telón todavía bajado y en un corto espacio del escenario, la actriz ha hecho su irrupción con un imponente vestido blanco de cola interminable que ha ido extendiendo a medida que avanzaba la actuación, de unos 15 minutos de duración. Todo ha girado en torno al amor, en diferentes idiomas -se ha arrancado con el italiano, luego cambiado al francés y ya finalmente en español-.
De mujer abandonada a empoderada, con palabras de Oscar Wilde, Bertolt Brecht e incluso de poemas de la propia De Palma, quien hasta se atreve a hacer sus “pinitos” cantando. “Quizás tendríamos que amar más y querer menos”, ha proclamado, para luego recordar alguna anécdota de su primer amor y cantar un fragmento de la zarzuela ‘Los claveles’, de José Serrano. Y, para cerrar, la conocida rima de ‘Ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedios’.
El programa del estreno se abría con ‘La voz humana’, un texto de Jean Cocteau que precisamente puso de nuevo en actualidad hace unos años el cineasta Pedro Almodóvar con un corto protagonizado por Tilda Swinton y que se quedó a las puertas de los Oscar. El planteamiento de Loy es el de ir en orden cronológico inverso, ya que ‘La espera’ se escribió 30 años después.
Así, la soprano Ermonela Jaho -muy aplaudida también- es la encargada de abrir con un texto acompañado por música lírica -Jérémie Rhorer en la dirección, casi 20 años después de su debut en el Real, en 2005-en el que se enfrenta al espectador con una tragedia realista que abruma. La historia, ya conocida, es la de una mujer a la espera de iniciar una conversación por teléfono con su amante.
La reflexión sobre la soledad se ve acrecentada por esa fría interacción con la persona deseada a través de una tecnología en principio pensada para acercar más a las personas. Jaho intercala momentos de alta carga emotiva con silencios que apenas pueden ser apagados por la participación de la orquesta, que es aquí quien da “una sensación de continuidad”, tal y como explica el director artístico del Real, Joan Matabosch.
Es solo ella quien lleva el peso de la pieza, puesto que su amante permanece invisible al otro extremo del teléfono. Estamos pues ante “un ejercicio de desnudez argumental y de elegante elipsis distanciada, que fuerza a participar de una conversación incompleta como un ‘voyeur'”, en palabras de nuevo de Matabosch.
‘LA ESPERA’, CELOS EN UN SEGUNDO
Después de ‘La voz humana’, ha llegado ‘La espera’, con la soprano Malin Byström a la cabeza. La puesta en escena sufre una mínima variación, pues es la misma casa donde ocurrió la primera parte, 20 años después. Eso resalta esa idea de continuidad y coincidencia que en todo momento conlleva este doble programa que ha preparado el Real.
Las diferencias en esta historia van llegando con el desarrollo de la pieza. Por ejemplo, en el aspecto musical, pasando del lirismo de la primera al expresionismo de la segunda -Schönberg la escribió tras la I Guerra Mundial, con un fuerte sentimiento de preocupación por el futuro de la humanidad, y eso queda reflejado-. Son sonidos que se acercan al dodecafonismo para pasar por una infinidad de sensaciones, de los celos a la infidelidad y, como no, la soledad.
Además, en ‘La espera’ no todo transcurre en tiempo real, como sí ocurre en la primera. Es un retrato psicológico que ocurre en un instante, trata de captar el momento de lucidez en apenas unos segundos de la persona abandonada a modo de una radiografía del inconsciente. El final abierto es la diferencia más marcada, que a la vez deja un respiro al espectador y, por qué no, una luz de esperanza para cambiar lo que en un tiempo fue un agujero sin salida para muchas mujeres.
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