MADRID, 22 (SERVIMEDIA)
La tasa de trastornos del estado del ánimo de las personas que trabajan (5,7%) es la mitad que la de las desempleadas (11,5%) e inactivas (11,8%), lo que pone de relieve el papel del empleo como “protector de la salud mental”, incluso para aquellos activos en posiciones bajas de la distribución de la renta.
Esta es una de las principales conclusiones recogidas en el número 38 de ‘Panorama Social’, una publicación editada por la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) y que incluye artículos como el de las investigadoras Aroa Tejero y Sigita Doclyte, en el que exponen el dato citado anteriormente de que las personas sin empleo duplican la tasa de trastornos del estado de ánimo.
Además, los datos recogidos sugieren que las condiciones de trabajo influyen en la salud mental, pues los asalariados con contrato indefinido destacan por su menor tasa de trastornos mentales (12%). Les siguen aquellos que cuentan con contratos temporales (entre 14% y 15%, dependiendo de la duración de estos) así como los que declaran un trabajo atípico (17%). También entre quienes trabajan a tiempo parcial la tasa alcanza valores comparativamente altos (16%).
De su lado, los expertos Raúl Payá y David Luque también relacionan en otra investigación publicada por Funcas la participación en el mercado laboral y la salud mental. De acuerdo con su análisis, en España, los trabajadores que afrontan en mayor medida una elevada intensidad laboral y carecen de capacidad de decisión sobre los procesos de producción tienen una mayor probabilidad de sufrir patologías psicosomáticas (estrés, ansiedad, cansancio y problemas de sueño).
En cambio, las organizaciones que descentralizan la toma de decisiones y permiten a los trabajadores participar activamente en la elección de los métodos de trabajo, en la distribución de las tareas de su ocupación y en el devenir de la organización crean un entorno más favorable para la prolongación de la vida laboral. “Esta cuestión adquiere particular importancia en un contexto de envejecimiento de la población y reducción de la población activa”, explica Funcas.
Por otro lado, Ricardo Pagán y Miguel Ángel Malo exploran los efectos de la pandemia del covid-19 en la salud mental e identifican a los jóvenes (de 18 a 30 años) y las mujeres como los grupos más negativamente afectados.
Los jóvenes fueron quienes, en mayor proporción, declararon haber sentido soledad. Las mujeres de 55 años o más padecieron niveles más altos de ansiedad en comparación con los hombres en todos los grupos de edad analizados. Además, las mujeres mayores de 70 años presentaron un promedio más alto de problemas de salud mental que las mujeres más jóvenes, mientras que, entre los hombres, se mantuvieron o, incluso, redujeron ligeramente los problemas en el grupo de edad de 70 o más años.
La mayor prevalencia de enfermedades mentales entre las mujeres se evidencia también en el artículo de Almudena Moreno, Lourdes Lostao y Enrique Regidor. Así, en 2020, el 7,2% de las mujeres frente al 3,2% de los hombres manifestaba haber padecido depresión en el último año. Además, el 1,5% de las personas de 15 a 24 años, frente al 10% de las personas de 75 o más años, manifestaban padecer depresión.
Según esta investigación, otros factores socioestructurales relevantes son el nivel de educación y la clase social: en 2020, el 13,1% de las personas sin estudios, frente a 2,2% de las personas con estudios universitarios, admitía padecer depresión; y el mismo problema reconocía el 7,7% de las personas pertenecientes a la clase social más baja, frente a 2,8% de las personas de la clase social más alta.
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