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“Los padres tienen una idealización del logopeda o terapeuta, y se sienten frustrados al darse cuenta de que no pueden hacer magia.”

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LOGROÑO, 10 (EUROPA PRESS)

“Los padres idealizan al logopeda o al terapeuta, y se frustran cuando ven que estos profesionales no hacen magia”. Así lo afirma el experto de UNIR Frank García-Castrillón, quien asegura que “se busca” a estos perfiles “a modo de túneles de lavado” para los menores: “Los dejo ahí y me va a salir el coche bien reluciente”.

García-Castrillón es profesor del Grado y del Máster de Psicología de UNIR y miembro del equipo de salud mental de SAMU WELLNESS de Sevilla, además de uno de los expertos en el Congreso Internacional ‘Prevención y tratamiento familiar para la mejora de la salud mental infanto-juvenil’, organizado por UNIR y la Asociación Española para la Investigación y el Desarrollo de la Terapia Familiar (AEI+DTF).

En declaraciones a Europa Press, García-Castrillón asegura de forma categórica que “siempre” la terapia psicológica “debe considerarse como un asunto familiar”, por lo que advierte que “el problema aparece cuando la familia considera que la terapia de uno de sus miembros no es un asunto familiar”.

En sus palabras, la idea de que la familia al completo no está implicada en la terapia psicológica de uno de sus miembros “hunde sus raíces en la concepción médica de enfermedad mental, donde ésta se origina dentro del individuo, lo mismo que la diabetes o el arteriosclerosis”.

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Frente a ello, reseña que “en Psicología hemos cambiado el chip y consideramos que el trastorno psicológico, sobre todo en edades infanto-juveniles, es el resultado de una dinámica familiar perturbada”.

SOBREPROTECCIÓN.

Como ejemplos, cita que “una niña que tiene un retraso del lenguaje puede ser debido a un vínculo sobreprotector de la madre, que le da una galleta incluso antes que la niña verbalice su deseo de comerse una galleta o bien pasando por la batidora cocidos, tortillas, etc… infantilizándola y enlenteciendo su desarrollo psicomotor y social”.

“La enviamos al logopeda y que sea este profesional el que resuelva el problema, transmitiéndole el mensaje inconsciente que el problema lo tiene la niña. Yo también le preguntaría a los padres: ¿están ustedes hablando suficiente con su hija, en las comidas, los fines de semana? ¿O está usted por el contrario inmerso en Instagram, wasap, etc… que rompe la comunicación con los hijos?”, puntualiza.

Para explicarlo mejor, “le pongo a los padres la siguiente metáfora: imagine que su hijo es una planta y ustedes son la maceta donde está creciendo esa planta”.

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“Si tiene las hojas amarillentas, y eso es un síntoma -recalca-, tendré que pensar dónde estoy colocando la maceta, si le da demasiada sombra, si la estoy regando excesivamente, si no le estoy dando los fertilizantes adecuados, etc… Todo, para conocer y resolver los síntomas que presenta la planta: su hijo”.

Y añade otro ejemplo más, “al niño que le tienen dos horas la comida en la mesa, como si esta vida no nos exigiera cumplir con unos tiempos” o “les ponemos profesores particulares a los que son malos estudiantes, como si ésta fuera siempre la solución”.

De este modo, defiende García-Castrillón, “nuevamente le transmitimos el mensaje que la vida se puede adaptar a su ritmo, cuando la realidad de ahí fuera es más dura que la que sus padres le quieren presentar”.

También pone como ejemplo “al niño que presenta TDAH, creemos que es un trastorno que está dentro del niño, y que quizá con algo de terapia y metilfenidato lo resolveremos, pero analizando el contexto en el que crece este niño, conociendo la maceta, vemos que quizá son los padres los que no le están prestando atención, no se paran para jugar al parchís con él, o siempre van con prisas”.

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Por eso, se pregunta en este caso “¿quién es el que tiene el déficit de atención? ¿y quién la hiperactividad? Y es que pensamos que sólo heredamos el color de los ojos o de la piel, pero heredamos también las actitudes con la que nuestros padres nos educan”.

“FRUSTRACIÓN ÓPTIMA”.

Estos ejemplos, a juicio del experto UNIR, “ponen el acento en un concepto esencial en Psicología: la frustración óptima que debemos proporcionar a nuestros hijos, y que a modo de vacunas, les protegerán de los virus que se van a encontrar en su contacto con la realidad”.

“Y después los padres buscan al logopeda, al psicólogo, al profesor particular, a modo de túneles de lavado: los dejo ahí y me va a salir el coche bien reluciente. Esto tiene el problema que idealizamos al terapeuta, al logopeda, con las proporcionales frustraciones que nos llevamos los padres cuando vemos que no hacen magia”, asegura.

Así, como concluye García-Castrillón, “mientras no detectemos estas disfunciones familiares, que suelen estar ocultas, el problema probablemente se eternizará en mil variantes y no usamos el potencial terapéutico de la familia”.


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