MADRID, 20 (EUROPA PRESS)
El golfo de Adén y el estrecho de Bab el Mandeb, puerta de entrada al mar Rojo, forman parte de una ruta comercial clave a nivel global, puesta ahora en riesgo por los ataques de los rebeldes hutíes desde Yemen. Sin embargo, hay otro flujo más silencioso que ha llevado a cerca de 100.000 migrantes a arriesgar su vida cruzando desde el Cuerno de África hasta territorio yemení.
En concreto, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) registró en 2023 unas 96.670 llegadas, una cifra que en cualquier caso es aproximada habida cuenta de la dificultad de seguir la evolución de un flujo que lleva a estas personas a cruzar distintos países antes de llegar a Yemen, inmerso en un conflicto desde hace años.
El dato refleja un repunte de esta ruta migratoria –en 2022 hubo algo más de 73.000 llegadas a Yemen– y se suma al de quienes pierden la vida por el camino, igualmente aproximado. La OIM tiene constancia de 159 víctimas mortales en 2023 –más de 60 de ellas en un único naufragio en noviembre–, pero asume que la cifra real es mayor.
Yibuti y Somalia sirven como punto de partida para los migrantes del este de África que quieren llegar a Yemen, en gran parte de los casos con vistas a buscar una vida mejor en otros países de la región, como por ejemplo Arabia Saudí. La guerra en Yemen, sin embargo, complica cualquier movimiento.
La OIM reconoce en sus últimos informes que la situación se ha vuelto ahora más tensa, en la medida en que el conflicto en la Franja de Gaza y las acciones emprendidas por los hutíes como muestra de apoyo a los palestinos ha dejado paralizado el proceso de paz interno y ha derivado incluso en ataques contra buques en la zona.
Sin embargo, fuentes de la oficina regional de esta agencia consultadas por Europa Press creen que aún es prematuro valorar cómo pueden afectar estas tensiones a los flujos migratorios. Los hutíes lanzaron su primer ataque en el mar Rojo el 18 de noviembre y, en el mes de diciembre, cerca de 1.700 migrantes arribaron a Yemen, en su mayoría etíopes, en línea con las estadísticas de meses previos.
Estas fuentes han explicado que desde la agencia vigilan “constantemente” la situación para “identificar cambios en los patrones migratorios” en la región, si bien la clave podría llegar en los próximos meses, dado que los flujos suelen dispararse antes y durante el Ramadán, ya que se asume que las autoridades pueden estar menos vigilantes. Este año, el mes sagrado de los musulmanes arrancará el 10 de marzo.
LA VIDA EN YEMEN
La inseguridad, la falta de bienes esenciales como comida, refugio o atención sanitaria y la explotación laboral son sólo algunos de los desafíos a los que se ven abocados quienes llegan a Yemen, que previamente han tenido que lidiar en la mayoría de los casos con redes de contrabando y tráfico de seres humanos.
La ONU, que calcula que unos 209.000 migrantes necesitan ayuda humanitaria en este país, retomó en diciembre los programas de retorno voluntario a Etiopía, paralizados en septiembre, a través de la OIM. Un vuelo chárter trasladó a 118 migrantes de vuelta a suelo etiope, si bien 2023 se cerró con más de 6.000 traslados.
Entre los beneficiarios está Hayat, una joven de 29 años que llegó a Yemen hace tres años y que ya tres meses antes se había desplazado a Saná, la capital, “en busca de ayuda” junto a sus hijos. “Desde entonces, esperaba poder reunirme con mi familia”, confesaba a la OIM en diciembre, antes de volver a Etiopía.
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