MADRID, 20 (EUROPA PRESS)
La actual ministra de Defensa, Margarita Robles, repetirá como titular del departamento en el próximo Gobierno de Pedro Sánchez, después de años encabezando los ránking de ministros mejor valorados y siendo la que más roces ha protagonizado con Podemos. Jueza de profesión, el mayor reto al que se ha enfrentado durante los cuatro años que lleva en Defensa ha sido la respuesta a la guerra de Ucrania, que generó divisiones en el seno del gobierno de coalición a cuenta del envío de ayuda militar, al que Unidas Podemos se oponía.
Robles, ex secretaria de Estado del Interior con Felipe González y que nunca se ha afiliado al PSOE, asumió junto a Defensa el control del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que hasta ese momento y con anterior Gobierno del PP, estaba en la órbita del Ministerio de la Presidencia. No era ajena, pues, a las políticas de seguridad e Inteligencia.
Precisamente con el CNI la cartera de Defensa y la propia Robles vivieron una polémica, con la destitución de Paz Esteban tras poco más de dos años como directora del centro y a la que sustituyó Esperanza Casteleiro, la ‘número dos’ de Robles.
Esteban fue cesada en medio del escándalo por el espionaje con el programa ‘Pegasus’, que afectó a líderes independentistas, y por el robo de datos denunciado por el Gobierno a los teléfonos del presidente y la propia Robles. Tanto Esteban como Robles justificaron que las escuchas se realizaron con autorización judicial, pero la directora terminó siendo cesada, aunque su cese no satisfizo a Podemos ni a los independentistas e irritó a PP y Vox.
El asunto del espionaje a políticos independentistas resucitará en esta legislatura, ya que el grupo parlamentario de Junts ya ha registrado, con el PNV, las comisiones de investigación que pactaron en agosto con los socialistas a cambio del voto de los independentistas a Francina Armengol. Al espionaje se une otra comisión para “saber la verdad” sobre los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils de agosto de 2017.
FIGURA CLAVE
Pero con su continuidad al frente de Defensa, Sánchez reconoce a la que es una figura clave de su Ejecutivo y muy valorada por la población. El Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de octubre la volvió a situar como la política mejor valorada, por encima de Pedro Sánchez y el resto del Gobierno. Obtuvo un 5,29, y, de hecho, es la única ministra, junto a Nadia Calviño, que aprueba.
La invasión rusa de Ucrania ha sido la prueba más relevante a la que la ministra se ha enfrentado. Se ha encargado de coordinar el envío de ayuda militar al Gobierno de Volodimir Zelenski con los aliados de la OTAN y ante a la oposición de los socios del Gobierno Unidas Podemos, que han rechazado este tipo de ayuda argumentando que no contribuye a la consecución de la paz.
La oposición de los de Ione Belarra al envío de ayuda militar al país europeo abrió una brecha en el Ejecutivo de coalición, cuyas partes se lanzaron reproches varios, pero no llegó a romperlo.
NO COMENTA TUITS DE BELARRA PORQUE TIENE MUCHOS
Robles ha sido la ministra que más roces ha tenido con sus socios de coalición, sobre todo con Belarra, la titular de Derechos Sociales y Agenda 2030. Así, en pleno desencuentro entre los socios por la Ley del ‘Sólo sí es sí’, que ha generado rebajas de penas y salidas de prisión de agresores sexuales, Robles pidió a Belarra “ser humilde y reconocer los méritos” del PSOE en materia de igualdad.
“Ahora va a parecer que hasta que no han llegado algunas personas el feminismo no ha existido. Pues no, hay muchas mujeres muy comprometidas en España desde hace muchísimos años. Mi caso, por ejemplo, que a lo mejor ni la señora Belarra ni algunas otras habían nacido”.
Otro ejemplo fue cuando la cuestionaron por la manera en la que la dirigente de Podemos hace uso de la red social X (antes Twitter). La ministra de Defensa dijo: “Yo, los tuits de la señora Belarra no suelo comentarlos porque tiene muchos tuits y yo no suelo comentarlos”. “Pone tantos tuits que no comento ninguno”, recalcó.
La confianza de Pedro Sánchez en Margarita Robles viene de largo. El presidente la colocó como su número dos en las listas de las elecciones generales de junio de 2016 y la recuperó como portavoz del Grupo Socialista al retomar el liderazgo del partido en mayo de 2017.
De hecho, Robles fue uno de los 15 diputados socialistas que fueron sancionados por votar ‘no’ a la investidura de Mariano Rajoy en octubre de 2016, manteniéndose fiel a Pedro Sánchez, que terminó dimitiendo como líder el PSOE para luego ganar las primarias a Susana Díaz y Patxi López. En esos meses, su defensa pública del ‘no es no’ provocó varios encontronazos con el Grupo Socialista afín a presidente de la Junta de Andalucía, al que tuvo que dirigir después tras ser nombrada portavoz con el regreso del presidente.
Hasta su llegada al Congreso en 2016, Robles pertenecía a la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo en el Tribunal Supremo, plaza que poseía desde 2004, si bien una controvertida decisión del CGPJ tras su última apuesta por la política que ella no dudó en calificar de “venganza”, la privó de su condición de magistrada del Alto Tribunal. Soltera y sin hijos, entre 2008 y 2013 fue vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a propuesta del PSOE, y es miembro de la asociación Jueces para la Democracia.
Nacida en León en 1957, es juez de carrera y ocupó sus primeras plazas en Balaguer (Lleida) y San Feliú de Llobregat (Barcelona). Fue la primera mujer en presidir una Sala de lo Penal y una Audiencia Provincial –la de Barcelona, en 1991– y la tercera en entrar en el Tribunal Supremo.
EN INTERIOR CUANDO GARZÓN INVESTIGABA LOS GAL
Su trayectoria pública arranca en 1993, cuando fue nombrada subsecretaria de Justicia y luego, entre 1994 y 1996, fue secretaria de Estado de Interior, cuando Juan Alberto Belloch sustituyó a Antoni Asunción y se convirtió en ‘superministro’ de Justicia e Interior en el último Gobierno de Felipe González.
Bajo las órdenes del ministro Belloch, se enfrentó al terrorismo de ETA y gestionó crisis como la detención de Luis Roldán o el secuestro de Publio Cordón por parte del GRAPO. Pero también le tocó una etapa en la que afloraban los escándalos de corrupción del PSOE de Felipe González y también gestionar las investigaciones judiciales que sobre la guerra sucia de los GAL llevó a cabo el entonces juez Baltasar Garzón, que había vuelto a la Audiencia Nacional tras acompañar a Felipe González en las listas del PSOE.
Tras la victoria del PP en 1996, Robles volvió a la judicatura como magistrada de Sala de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Nacional y en 2004 fue elegida vocal del CGPJ, donde ejerció como líder del sector progresista. En el Supremo chocó después con el presidente del Consejo y del Tribunal, Carlos Lesmes, y la tensión entre ambos acabó con la negativa del CGPJ de aceptar la excedencia de Robles al pasarse a la política, lo que le supuso perder la condición de magistrada.
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