MADRID, 27 (SERVIMEDIA)
Investigadores del CSIC, junto con un equipo internacional, desarrollan una nueva técnica biomatemática optimizada en animales que permite “monitorizar con precisión” la evolución del daño cerebral en accidentes cerebrovasculares como ictus o hemorragias intracraneales para poder salvar más neuronas en menos tiempo.
Así se desprende de los resultados, publicados en la revista ‘Nature Communications’, que aconsejan replantear los criterios y quizá la praxis en el seguimiento y tratamiento de los accidentes cerebrovasculares (ACV), según los autores de la investigación.
En este trabajo sostiene que el tejido cortical que aún muestra actividad EEG (encefalografía cerebral) “puede, en realidad, estar sufriendo ya la muerte irreversible de las capas neuronales más superficiales”. El estudio se ha realizado en paralelo con pacientes y en modelos animales, el grupo de Herreras, en colaboración con investigadores de la Universidad Aix-Marseille (R. Khazipov) y de la Universidad de Medicina de Berlín (J. Dreier).
Este hallazgo se logró utilizando una compleja técnica biomatemática de análisis de los potenciales eléctricos cerebrales que fue optimizada anteriormente en animales en Madrid, y permite separar y “ver” actividad de distintas capas neuronales.
Los hallazgos cuestionan el concepto de extensión de la “depresión del EEG” como un indicador estricto del tejido que ha muerto, “pues las capas superficiales pueden haber sucumbido ya” y aún presentar EEG que llega desde las capas profundas. “La técnica empleada está basada en algoritmos que permiten procesar señales mezcladas, es decir, mediante registros eléctricos múltiples podemos separar la actividad de cada población neuronal”, detalló Herreras.
Por ello, los autores del estudio estiman que estos resultados aconsejan replantear los criterios y quizá la praxis en el seguimiento y tratamiento de los accidentes cerebrovasculares. “La cantidad de tejido que se toma como criterio para evaluar la situación estaría retrasada en varias horas, con lo cual, deberían buscar otra referencia o alguna manera de actuar antes o más rápido”, concluyó Herreras.
UNAS HORAS PARA SALVAR NEURONAS
Esta metodología, probada en paralelo en pacientes y en roedores muestra que el tejido cerebral puede presentar actividad en un encefalograma debido a los impulsos eléctricos de las capas más profundas y, aun así, estar sufriendo un daño irreparable en las más superficiales. Al año, 15 millones de personas sufren un accidente cerebrovascular, de las cuales cinco millones fallecen y un 30% padece una discapacidad permanente.
Cuando una persona sufre un accidente cerebrovascular, un ictus o una hemorragia subaracnoidea, se generan unas ondas electroquímicas que recorren el tejido lentamente desde la zona dañada, matando neuronas a su paso.
Según el CSIC, en un periodo de unas pocas horas, varias de estas ondas van a producir una lesión irreversible de un gran volumen de la corteza cerebral, por lo que se considera una ventana de tiempo crítica para que el personal médico intente salvar el tejido y disminuir las secuelas neurológicas irreversibles, o en un gran número de casos, la muerte.
“El tiempo máximo para actuar y tratar de salvar los tejidos son unas horas, como máximo un día”, detalla Óscar Herreras, investigador del Instituto Cajal del CSIC que participó en el estudio.
La extensión del volumen cerebral dañado se va monitorizando en el paciente mediante ‘tiras’ de electrodos colocados en la superficie cerebral. La zona donde se pierde la actividad del electroencefalograma se va extendiendo gradualmente y se toma como indicación del volumen cerebral dañado, lo que ayuda al personal médico a conocer la evolución del tejido y determinar cuándo y con qué estrategia va a intentar protegerlo.
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