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La Fundación Ambulancia del Deseo cumple los deseos de personas con graves dificultades de movilidad

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MADRID, 05 (SERVIMEDIA)

La Fundación Ambulancia del Deseo cumple los sueños de aquellas personas que, debido a una enfermedad o por una discapacidad severa, no pueden hacer realidad al encontrase varados en una cama. Al volante de estas ambulancias se encuentran médicos y técnicos sanitarios que, nada más acabar su turno en el hospital, cuelgan la bata blanca para ponerse el chaleco de voluntarios.

El director general de esta entidad, José Manuel Salas, insiste en una entrevista a Servimedia en que los voluntarios “son el alma de esta fundación” porque son profesionales que a lo mejor salen de una guardia de 24 horas o han estado toda la semana conduciendo una ambulancia y no dudan en subirse a otra, una de las nuestras, para recorrer los kilómetros que sean necesarios para cumplir un deseo”.

A veces se trata de pequeñas cosas como regresar a la casa del pueblo o volver a ver el mar, acciones que forman parte de la vida ordinaria, pero que para algunas personas se han convertido en hechos extraordinarios.

La Fundación Ambulancia del Deseo (FAdD) se constituyó en el año 2018 con sede en Murcia. “Éramos cuatro personas, dos enfermeras, un técnico y yo que soy médico, con un capital inicial muy pequeño para montar una modesta oficina”, recuerda el director general y cofundador de la entidad, José Manuel Salas.

Con el paso del tiempo, el número de voluntarios ha ido creciendo y la gran familia de la Fundación Ambulancia del Deseo está compuesta en la actualidad por más de 250 voluntarios preparados adecuadamente y cuatro ambulancias.

En la actualidad, la fundación dispone de tres bases operativas con sede en Murcia, Asturias y Andalucía, pero están dispuestos a seguir trabajando y abrir nuevos centros en Madrid, Barcelona y Zaragoza.

KILÓMETROS DE DESEOS

Para entender cómo surgió en España este fenómeno solidario de las ambulancias que cumplen deseos, hay que retrotraerse al año 2018, cuando se celebró en Murcia el ‘Primer Congreso Internacional de Humanización de Urgencias, Emergencias y Catástrofes’. Al evento asistió como invitado el fundador de la Ambulancia del Deseo en Holanda, Kees Veldboer que llevaba desarrollando esta labor desde 2007 con “más de 20.000 sueños cumplidos, una media de ocho a nueve al día”, cuenta José Manuel Salas. “Cuando le propusimos participar ni se lo pensó. Vino en una de sus ambulancias desde Rotterdam hasta Murcia. Fue conocerle y decidir que nosotros queríamos hacer lo mismo en España”. Y deseo cumplido.

EL PRIMER DESEO Y SIN AMBULANCIA

Lo que no esperaban estos cuatro sanitarios es que a los dos meses de la creación de la Fundación les llegara el primer deseo. “Zoila, una joven con un cáncer muy avanzado se encontraba hospitalizada en Madrid y quería ver a su madre con una enfermedad crónica, problemas de movilidad y que vivía anclada a su botella de oxígeno”, recuerda emocionado Salas.

Tras haber cumplido más de 200 deseos a lo largo de estos cinco años, José Manuel reconoce que el de Zoila “siempre será especial por ser el primero” y porque, pese a no tener todavía una ambulancia, su amigo Kees viajó desde Holanda para hacer posible que la joven “viera la playa de Lloret del Mar donde se bañaba de niña” y, lo más importante, “se despidiera de su madre”.

Con el paso de los años, la Fundación Ambulancia del Deseo ha ido aumentando su flota de vehículos sanitarios y en estos momentos disponen de cuatro ambulancias. Cada vez que reciben una petición se pone en marcha un protocolo de actuación estudiado al detalle. En ese momento, toma el control la figura del arquitecto del deseo que “se encarga de toda la logística”, es decir, de decidir todo lo que se precisa para cada viaje. “Siempre vamos a necesitar técnicos en emergencia sanitarias puesto que una de sus funciones es conducir la ambulancia”, aclara Salas.

El pasado mes de noviembre, llegó a las manos de Carolina Cánovas, enfermera de profesión y voluntaria de corazón, la petición de Amparo que deseaba hacer un regalo a su amiga Florentina. Pese a sus 49 años, ‘Floren’ lleva ingresada en una residencia para personas mayores más de tres años y medio. “Le detectaron una enfermedad muscular degenerativa que le ha dejado postrada en la cama. Y su amiga de Cartagena, que presenta problemas de movilidad no puede visitarla con frecuencia”, relata la enfermera y voluntaria.

Hacía cuatro años que Florentina no veía el mar ni visitaba su iglesia preferida, la parroquia de la localidad murciana de Santiago de la Ribera. La arquitecta de su deseo, Carolina, se aseguró de que todo estuviera preparado. Concertó con el párroco la visita a la iglesia para que ésta se produjera en “un ambiente de absoluta intimidad” y reservó un bonito restaurante “con las mejores vistas al mar Mediterráneo”.

Llegado el día, el pasado 6 de noviembre, una ambulancia se presentó en la entrada de la residencia. “Cuando vi la camilla me dio mucho miedo subirme a ella”, recuerda Florentina en una entrevista a Servimedia, “sentí como si fuera a embarcar en un avión.

Cuando la bajaron de la ambulancia, volvió a ver aquel paseo marítimo de Santiago de la Ribera, que “acostumbraba a recorrer con su expareja”. Fue un momento alucinante “sentir el aire cuando llevas tanto tiempo sin moverte de la cama”. En el restaurante le esperaba su amiga y cómplice de la sorpresa, Amparo. Después se desplazó también en camilla hasta la iglesia. “Nuestras camillas son automáticas e hidráulicas, de modo que pudimos adaptarla”, explica Carolina.

“¡Por fin he tenido un día normal!”, exclamó Florentina. Esta frase resume el espíritu de la labor de estos voluntarios. Lograr que aquellas personas que por una enfermedad o una discapacidad han perdido la oportunidad de disfrutar de lo cotidiano recuperen por un día, por unas horas, la normalidad.

Para esta murciana, que permanece en su cama las 24 horas del día, la experiencia estuvo “cargada de adrenalina” y no pudo dormir en toda la noche. “¡Incluso llamé a un programa de la radio para contar mi historia!”, relata emocionada. Entonces te das cuenta, reconoce Carolina, una de las voluntarias que hizo posible aquel deseo, que simplemente “con regalar un poco de tiempo, un pedacito de tu vida, puedes hacer feliz a una persona”.

“Los voluntarios de esta Fundación están hechos de acero inolvidable”, se puede leer en la pagina web de esta entidad. Y desde luego así es porque han dejado una huella indeleble en personas como Florentina; y en Carlos, enfermo de ELA, que viajó desde Alcalá de Henares a Murcia para ver el mar; o en Carmen con fibrosis pulmonar que, tras media vida en Madrid, pudo regresar a su Gijón natal. Son solo algunos de las historias que viajan en estas ambulancias del deseo cuyo motor es la fuerza inquebrantable de sus voluntarios.


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