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La disfunción sexual es uno de los principales motivos por los que las personas abandonan el tratamiento antidepresivo, según expertos

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MADRID, 28 (EUROPA PRESS)

La disfunción sexual, además de ser un síntoma de la depresión, es también un efecto secundario común de algunos antidepresivos, especialmente de los serotoninérgicos, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN), que a menudo conduce al incumplimiento o interrupción del tratamiento farmacológico, así se ha puesto de manifiesto en el simposio ‘Sexualidad y Psiquiatría’, organizado por Lundbeck durante el XXVI Congreso Nacional de Psiquiatría.

“Los síntomas más frecuentes de la depresión son la tristeza y la incapacidad de disfrutar y esta incapacidad de disfrutar del placer afecta a la función sexual porque desaparece, casi siempre, el deseo. Sin embargo, no es tan frecuente que existan problemas de erección, excitación, lubricación o de orgasmo, que sí pueden estar relacionados con algunos tratamientos antidepresivos”, ha explicado el jefe de la Unidad de Psiquiatría Comunitaria del Hospital Universitario de Salamanca y Profesor Titular de Psiquiatría de la Universidad de Salamanca, Ángel Luis Montejo.

Asimismo, la disfunción sexual y depresión comparten una relación bidireccional, de modo que la depresión se asocia con un aumento del riesgo de disfunción sexual de entre el 50 y el 70 por ciento y la disfunción sexual aumenta el riesgo de depresión entre un 130 y un 200%.

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Habitualmente, el abordaje terapéutico de la depresión combina tratamiento farmacológico y psicoterapia. Para quienes padecen depresión, la disfunción sexual es el segundo efecto secundario de los antidepresivos citado con más frecuencia y con el que es “extremadamente difícil vivir”, después del aumento de peso. Sin embargo, no todos los antidepresivos afectan a la esfera sexual, ya que existen diferencias entre ellos, según han puesto de relieve diversos estudios.

“Todos los fármacos que incrementan la serotonina, como los ISRS o ISRN, pueden afectar a la función sexual. También los antiguos antidepresivos tricíclicos producen disfunción sexual por otros mecanismos no solo serotoninérgicos”, ha explicado Montejo, quien también ha asegurado que “otros antidepresivos apenas la causan, entre ellos, los que incrementan la dopamina y/o la noradrenalina, los que actúan sobre los receptores de melatonina y otros medicamentos con nuevos mecanismos de acción como los que modulan los receptores postsinápticos”.

Para Montejo, también presidente de la Asociación Española de Sexualidad y Salud Mental, “el foco principal de la atención médica de la depresión debe estar en la prevención primaria, e iniciar un tratamiento con fármacos que preserven la función sexual debe ser siempre la primera opción en pacientes sexualmente activos que requieren un tratamiento a largo plazo”.

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Como demuestran varios estudios, entre los antidepresivos con bajo riesgo de disfunción sexual se encuentra vortioxetina. Así, mujeres tratadas con vortioxetina presentaron mejor función sexual que las tratadas con ISRS o duales y menor riesgo de disfunción sexual. Por otro lado, cambiar la terapia antidepresiva ISRS a vortioxetina en adultos con depresión tratados que experimentan disfunción sexual emergente del tratamiento antidepresivo (DSET) puede mejorar la disfunción sexual independientemente de los ISRS previos, manteniendo al mismo tiempo la eficacia antidepresiva y tolerabilidad.

LA SEXUALIDAD ES UN TEMA TABÚ

Para los expertos, hablar de la vida sexual en la consulta médica sigue siendo un tema tabú, que no está del todo normalizado, a pesar de que se aborda con mayor naturalidad que hace años. El profesor titular de Psiquiatría en la Universidad de Salamanca considera que profesionales de la psiquiatría o de medicina de familia siempre deberían preguntar a la persona con depresión si mantiene una vida sexual activa, si es satisfactoria y si es un tema que le importa.

“Si no se le pregunta directamente, solo el 30 por ciento lo dirá espontáneamente. Si no se habla de ello, el abandono del tratamiento antidepresivo antes de los seis meses es enorme, llegando al 75 por ciento, es decir, tres de cada cuatro no cumplirían el tratamiento por sus efectos sobre la vida sexual. Este abandono conlleva más riesgo de recaída, bajas laborales, costes sanitarios y peor calidad de vida”, ha afirmado Montejo.

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La disfunción sexual es uno de los principales efectos adversos que provocan el abandono del tratamiento antidepresivo, por lo que resulta vital la buena comunicación entre profesionales de la salud y pacientes para buscar soluciones al respecto.

El abordaje de la disfunción sexual emergente del tratamiento antidepresivo (DSET) se basa en tres pasos: prevención en población susceptible; realización de controles rutinarios para detectarlo en personas sexualmente activas en tratamiento con antidepresivos; e intervención clínica cuando resulte un problema y cause un riesgo potencial de abandono del tratamiento.

Las estrategias terapéuticas de la DSET incluyen cambios de dosis o de antidepresivo, días libres de tratamiento antidepresivo -por ejemplo, los fines de semana-, y terapias complementarias para mejorar los síntomas, entre otras.


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