La mayoría de estos grupos están compuestos por indígenas, afrodescendientes, campesinos y pescadores
MADRID, 23 (EUROPA PRESS)
La ONG Amnistía Internacional (AI) ha asegurado este jueves que América es el continente más letal para los defensores del medio ambiente y activistas contra el cambio climático, grupos formados en su mayoría por indígenas, afrodescendientes, campesinos y pescadores que viven en zonas ricas en recursos naturales como combustibles fósiles, sumideros naturales de carbono y minerales clave para la transición energética.
“La extracción de estos recursos está contribuyendo a la crisis climática y en muchos casos violando los derechos de las poblaciones locales. La mayoría de ellas son pueblos indígenas, afrodescendientes, comunidades campesinas o de pescadores. Muchas están lideradas o compuestas por niñas, jóvenes y mujeres. Y, en todos los casos, son luchas colectivas”, reza un comunicado de AI.
En ese sentido, la ONG ha explicado que la historia colonial, el racismo y la desigualdad de la región hacen que estas personas no puedan participar ni sean reconocidas a la hora de tomar decisiones sobre el medio ambiente o el cambio climático.
Asimismo, ha informado de que estos defensores a menudo se enfrentan a un ambiente “hostil y peligroso” cuando se enfrentan a “importantes intereses políticos y económicos”, razón por la que ha instado a los gobiernos regionales a proporcionarles protección y voz.
“Las Américas es la región más letal del mundo para quienes defienden la tierra, el territorio y el medio ambiente. (…) Los estados deben reconocer públicamente el valor de su trabajo y tomar medidas urgentes para garantizar su seguridad y acabar con la impunidad que disfrutan sus agresores,” ha declarado la encargada de campañas para personas defensoras de Derechos Humanos en las Américas de AI, Graciela Martínez.
COMUNIDADES EN LUCHA EN CANADÁ, ECUADOR, COLOMBIA, BRASIL Y ARGENTINA
Amnistía ha hablado con varias personas pertenecientes a grupos movilizados contra los mencionados “intereses políticos y económicos”, como es el caso de la jefa Unist’ot’en de la comunidad canadiense de Wet’suwet’en, Freda Huson, cuyo pueblo se opone a la construcción de un gasoducto en su “territorio ancestral” sin su consentimiento.
“El cambio climático está afectando al crecimiento de nuestros alimentos y destruyendo todo nuestro salmón, destruyendo la comida de los alces y los ciervos. Todo el mundo se va a ver afectado si seguimos callados y cómodos en nuestras casas, si continuamos haciendo lo que hacemos… Es hora de que la gente una sus fuerzas y obligue a nuestro Gobierno y la industria a escucharnos,” ha declarado Huson.
En Quebec (Canadá), la comunidad Innu de Pessamit, por su parte, lleva estudiando desde años hace el impacto del cambio climático en su territorio e incluso ha propuesto formas de adaptación y conservación de estas tierras.
“Llevamos años sufriendo las consecuencias del cambio climático y seguimos sufriéndolas hoy. Era necesario prepararse. Se avecinan cosas más graves y tenemos que cuidar el medio ambiente,” ha manifestado Adélard Benjamin, miembro del Consejo Innu de Pessamit.
Estas luchas también se extienden a otras comunidades por toda Latinoamérica, como es el caso del grupo de niñas y de jóvenes ecuatorianos que han realizado una campaña contra la quema de gas natural residual de la extracción de petróleo por las negativas consecuencias para la salud de la población local debido a las altas emisiones de CO2.
Una federación de pescadores en Colombia ha llegado a monitorizar y denunciar la contaminación y destrucción de masas de agua que les permiten subsistir con “un bajo impacto ambiental”.
“Nuestra resistencia en el territorio es una forma de protección del ambiente, pues no hay nadie que conozca mejor la zona que nosotros que hacemos parte de aquí,” ha declarado la presidenta de FEDEPESAN (Federación de Personas Pescadoras que defiende las ciénagas de la región Magdalena Medio), Yuly Velásquez.
En Brasil, asociaciones de mujeres afrodescendientes están proponiendo planes para un uso alternativo y sostenible de la selva amazónica a través de los cultivos tradicionales como el caso del coco babasú.
Mientras, los pueblos indígenas del norte de Argentina han denunciado que la transición a una economía de bajas emisiones en carbono se está llevando a expensas de las comunidades locales, por lo que han comenzado a realizar acciones para que se les consulte sobre proyectos como el de la minería de litio en sus territorios.
Todos estos ejemplos han hecho que Martínez haya pedido a la COP28 tomar medidas urgentes y basadas en “las advertencias de quienes han luchado durante generaciones para proteger la vida de nuestro planeta”.
“Es más urgente que nunca que tomen acciones decisivas para reducir las emisiones, prescindir gradualmente de la producción de combustibles fósiles y mantener el incremento medio de la temperatura mundial por debajo de 1,5 grados con respecto a los niveles preindustriales. Nuestra supervivencia depende de ello”, ha indicado.
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