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Compartir el cuidado y dedicarse tiempo a una misma es aconsejado por experto para prevenir el síndrome del cuidador quemado

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MADRID, 30 (EUROPA PRESS)

Cuidar de un paciente dependiente o de una persona de edad avanzada supone una responsabilidad que, si no se toman precauciones, puede provocar a la persona cuidadora desgaste y agotamiento físico, emocional y social, lo que se conoce como el síndrome del cuidador quemado, según ha explicado el médico de Cinfa, Julio Maset.

Con motivo de la celebración del Día Mundial de las Personas Cuidadoras, el próximo 5 de noviembre, el experto ha recomendado “buscar apoyo para compartir el cuidado y dedicarse tiempo a una misma” para evitar el citado síndrome.

Se calcula que en España hay alrededor de 2 millones de personas dependientes, mientras que la cifra de cuidadores es difícil de conocer, porque “son los familiares quienes muy habitualmente ejercen la función de cuidador principal, sin que esta actividad quede registrada de manera oficial”, ha señalado Maset.

Aunque cada vez hay más hombres que asumen este rol, el prototipo de persona cuidadora no profesional es el de una mujer de mediana edad, casada, familiar directo de la persona afectada (pareja, madre, hija), con grado de escolaridad medio, que no recibe ayudas externas y sobre quien recae casi en exclusiva la responsabilidad de supervisar la salud y hacerse cargo de la persona dependiente.

Este es el caso de Diana González, cuidadora de su madre, persona con demencia: “Resulta muy complicado conciliar todos los cuidados a un familiar con tu propia vida personal. El cuidado de una persona dependiente no trata únicamente de atender sus necesidades de salud, sino que también entran en juego las gestiones, las labores domésticas del día a día, planificar y tomar decisiones por otra persona, etc. Y esto agota mucho, mentalmente y físicamente, sobre todo por la carga mental que recae en las mujeres”, ha expresado.

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Esa exigencia intensiva puede comprometer notablemente la salud de la persona cuidadora. Así, el síndrome del cuidador quemado se caracteriza por múltiples síntomas: falta de energía, cansancio y preocupación continua, insomnio, pérdida del apetito y/o de peso, dolores de cabeza o en otros puntos del cuerpo, palpitaciones, irritabilidad y cambios frecuentes de humor, niveles elevados de estrés, ansiedad y/o depresión, apatía y dificultad para concentrarse y relajarse. En algunos casos puede darse abuso de alcohol, tabaco o de ansiolíticos y antidepresivos.

“Puede aparecer un sentimiento de culpa si no se atiende al familiar, que lleva a relegar a un segundo plano la propia salud y las actividades sociales y de ocio para enfocarse exclusivamente en el ser querido dependiente. Todo ello lleva a menudo a sufrir tristeza y sensación de aislamiento social. De igual modo, la persona cuidadora puede perder el interés o la motivación en su faceta profesional e incluso acabar perdiendo el puesto de trabajo”, ha añadido Maset.

Por su parte, Judith González, madre de un niño de 8 años con trastorno del espectro autista (TEA), ha señalado la gran dedicación que exige una patología de estas características, que se suma a las exigencias diarias del cuidado de cualquier niño pequeño: “Tienes que estar siempre encima porque, además de las clases o actividades, hay que acudir a terapias o revisiones, y no resulta sencillo conciliarlo con tu vida profesional. Muchas veces, sucede que una de las personas de la pareja se ve obligada a reducir su jornada laboral o a dejar el trabajo para poder cuidar”, ha asegurado.

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Con el fin de proteger la salud de las personas cuidadoras y, al mismo tiempo, seguir acompañando y atendiendo las necesidades de un paciente, es muy importante trabajar aquellos factores que sí son controlables y que pueden resumirse en la idea de “cuidarse para cuidar” como apunta el experto de Cinfa.

“Por ejemplo, reservarse tiempo para practicar ejercicio físico de manera regular, alimentarse y descansar bien, relacionarse socialmente y disfrutar de aficiones y actividades de ocio”, ha indicado, que ha añadido que, junto a esos hábitos saludables, contar con una red de apoyo resulta crucial para evitar que el cuidador principal se sienta sobrepasado. En caso de no disponer de la colaboración de otros miembros de la familia, es recomendable solicitar ayuda a otros familiares o a la Administración.

En su caso, Diana González recalca la labor que realizan las entidades de pacientes, como en su caso la Asociación de Familiares de personas con Alzheimer de Navarra (AFAN), brindando apoyo a muchos niveles. “Creo que las personas que estamos en estas situaciones valoramos especialmente que alguien te escuche, te entienda y te ayude. Los grupos de apoyo son esenciales para las personas cuidadoras”, ha afirmado.

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Por su parte, Judith González también encuentra respaldo en otros padres y madres que conoció en la Asociación Navarra de Autismo (ANA): “Al final, te entiende quien está en tu misma situación. Dar con personas que han pasado por algo similar y ya se encuentran en un mejor momento es esencial para seguir luchando y ver que llegarán épocas más llevaderas”, ha añadido.

Para finalizar y evitar el síndrome del cuidador quemado, Julio Maset ha aconsejado informarse sobre la enfermedad del ser querido y sobre los recursos disponibles; organizarse y establecer un plan de cuidado; hacer equipo con el resto de familia; mantenerse activa y conectada; no olvidarse de los cuidados propios; acordarse de las citas médicas; aprender a relajarse; reconocer y gestionar las emociones; fomentar la autonomía de la persona dependiente; y unirse a un grupo de apoyo para cuidadores o a una asociación de pacientes.


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