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Tras un ictus, las mujeres son más propensas a sufrir una mayor discapacidad y experimentar una peor calidad de vida, según un experto

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MADRID, 27 (EUROPA PRESS)

El ictus también tiene un impacto de género ya que las mujeres son más propensas a tener mayor discapacidad y peor calidad de vida por las secuelas que generan, según afirma la portavoz de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF), la doctora Judith Sánchez-Raya, con motivo del Día Mundial del Ictus, que se celebra el día 29 de octubre.

Para realizar tales afirmaciones la médico especialista en Medicina Física y Rehabilitación se ha basado en las siguientes investigaciones a las que tiene acceso la sociedad científica y en la práctica clínica diaria propia de su especialidad médica, que tiene como misión: poner en marcha el tratamiento más eficaz para mejorar la discapacidad, y, por tanto, la calidad de vida de aquellas personas afectadas por un ictus y que han visto alteradas sus funciones motoras y sensitivas, como ocurre con la espasticidad.

En este contexto, la experta de la SERMEF ha explicado que existen varios estudios recientes que han comparado los resultados después de un accidente cerebrovascular en mujeres y hombres.

Un análisis conjunto de 19.652 personas (40% mujeres) de cinco ensayos aleatorizados de accidente cerebrovascular agudo encontró que, en comparación con los hombres, las mujeres con accidente cerebrovascular isquémico, pero no hemorrágico tenían tres veces menos probabilidades de morir a los seis meses de la lesión, pero era más probable que tuvieran discapacidad y tenían peor calidad de vida con el cuestionario de EuroQOL 5-Dimension.

Otro análisis conjunto de 4.288 participantes de cuatro grupos de población ha encontrado que, en comparación con los hombres, las mujeres tenían peor calidad de vida relacionada con la salud a los uno y cinco años después del accidente cerebrovascular, y esto era en gran parte atribuible a la edad, la gravedad del accidente cerebrovascular, la dependencia de la lesión, y por la depresión.

Aproximadamente 120.000 personas sufren un ictus en España cada año, y, según ha apuntado la portavoz de SERMEF “tras un ictus, el 40 por ciento de quiénes lo padece tendrá como secuela algún grado de espasticidad (músculos tensos y rígidos) y requerirá de tratamiento de Rehabilitación y Medicina Física en las unidades multidisciplinares especializadas ofreciendo un tratamiento integral de la discapacidad”.

En este sentido, la doctora Sánchez-Raya ha subrayado que “hay más secuelas post-ictus que la espasticidad”, entre las que destacan: “el dolor neuropático; problemas articulares por la hemiplejia (parálisis completa o incompleta de la mitad del cuerpo) como subluxaciones de hombro, genurecurvatum (deformidad en la articulación que hace que la rodilla se doble hacia atrás), contracturas musculares, dolores de espalda o problemas articulares de tobillo; o necesidad de llevar ortesis (dispositivo que se coloque para ayudar en el proceso de curación) como rodilleras, estabilizadores del pie equinovaro o cabestrillos”.

“Otras secuelas son los movimientos involuntarios, que se desarrollan después del 1-4 por ciento de los accidentes cerebrovasculares y se han descrito en pacientes con accidentes cerebrovasculares isquémicos y hemorrágicos que afectan a los ganglios basales, el tálamo y/o sus conexiones”, ha explicado.

Asimismo, la experta ha afirmado que “la hemicora-hemibalismo es el trastorno del movimiento más común después de un accidente cerebrovascular en adultos, mientras que la distonía (trastorno del movimiento que causa contracciones involuntarias de los músculos) es más común en niños”. “El temblor, las mioclonías, el asterixis, las estereotipias y el parkinsonismo vascular son otros trastornos del movimiento que se observan después de un accidente cerebrovascular”, ha añadido

Por último, la especialista de la SERMEF ha subrayado que “pueden existir secuelas como el intestino y la vejiga neurogena y, además, las tasas de síndromes depresivos postictus oscilan entre el 18 y el 33 por ciento, pero están muy infradiagnosticadas e infratratadas”.

“Otra secuela es la fatiga, que es un síntoma incapacitante y persistente que afecta a muchos supervivientes de un accidente cerebrovascular y también es un predictor de muerte después de la aparición de un accidente cerebrovascular”, ha aseverado.

Por todo ello, la experta ha incidido en la importancia del tratamiento tras el ictus, para minimizar las secuelas, siendo el médico rehabilitador el encargado de la coordinación de los tratamientos”.

“Por ello, debemos insistir en que, tras haber pasado la fase aguda del ictus en la que puede estar en riesgo la vida, una vez estabilizado, el paciente debe acudir al médico rehabilitador para que valore las posibles secuelas y establezca un tratamiento”, ha concluido la portavoz de la SERMEF.


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