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Reclaman su reconocimiento en el abordaje del ictus los radiólogos y neurorradiólogos vasculares

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MADRID, 26 (EUROPA PRESS)

La Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista (SERVEI) ha reclamado el reconocimiento de su especialidad en el abordaje del ictus, ya que “las figuras de los radiólogos y los neurorradiólogos vasculares e intervencionistas es todavía una gran desconocida”.

La respuesta al Código Ictus es un trabajo multidisciplinar en el que “lo importante es la celeridad en prestar y obtener el adecuado tratamiento”, según el portavoz de la sociedad médica, Fernando López Zárraga. “Son los neuroradiólogos intervencionistas y los grupos de radiólogos vasculares entrenados los que pueden aportar la respuesta. Y es la homogeneización en esa respuesta la que podrá reducir el impacto que la enfermedad pueda tener en cada una de las áreas sanitarias del país”, ha señalado.

En ese sentido, López Zárraga denuncia que “no es admisible” que grandes núcleos de población puedan tener un mejor o más rápido acceso al código ictus que otros no tan densamente poblados, pero igualmente importantes. “Y no me refiero únicamente a tener un neurorradiólogo intervencionista en cada pueblo, sino a establecer una vía rápida y adecuada de prestación de servicio en esta patología con elementos de colaboración interhospitalarios e interdepartamentales”, ha zanjado.

Entre 110.000 y 120.000 personas padecen un infarto cerebral cada año. El 50 por ciento de las mismas puede fallecer o sufrir algún tipo de secuela futura, lo que convierte al ictus en la segunda causa de muerte global (la primera en el caso de las mujeres) y en la primera causa de incapacidad permanente en adultos en el mundo.

“Lamentablemente, el ictus no avisa y, en general, los síntomas suelen aparecer de manera brusca y repentina”, señala el doctor López Zárraga, jefe de la Unidad de Radiología Vascular e Intervencionista en el Hospital Universitario de Álava. Entre esos síntomas, destaca el dolor intenso de cabeza, la parálisis facial –no pueden sonreír–, la imposibilidad de levantar una mano, las dificultades para decir su nombre o el de las cosas, problemas de equilibrio con dificultad para andar o visión borrosa o doble.

“Con la aparición de estos síntomas debe iniciarse la actuación ya desde casa llamando a la ambulancia al 112. Desde ese momento se activará el llamado ‘Código Ictus’. Si eres testigo del suceso, puedes comenzar por apuntar la hora de inicio de los síntomas, porque será muy importante”, recomienda el experto, que apunta que se pueden diferenciar dos tipos de ictus, el hemorrágico, que se produce por la rotura de alguna arteria con salida de la sangre –por ejemplo, los aneurismas cerebrales– y el isquémico, que representa el 85 por ciento de los ictus y se produce por la obstrucción de una arteria por un coágulo.

“La reducción del flujo de sangre a un área cerebral por un coágulo supone interrumpir la llegada de oxígeno y nutrientes a las células. Se estima que por cada minuto de falta de oxígeno en el cerebro se pierden unos dos millones de neuronas y algo menos de catorce millones de conexiones entre ellas –sinapsis–. Por eso se dice que, en la actuación en caso de ictus, el tiempo es cerebro: cuanto más rápido se actúe, más cerebro salvaremos”, sostiene el portavoz de la SERVEI.

En esa actuación rápida, sobre todo en los casos más graves y severos, cuando los trombos son de mayor tamaño y afectan a arterias de mayor calibre o tamaño en el cerebro, la intervención de los radiólogos vasculares y de los neurorradiólogos intervencionistas es “fundamental”.

“En la actualidad, todas las recomendaciones están orientadas a intentar extraer lo antes posible el trombo intentando conseguir una revascularización lo más rápida y completa posible, esto es, sin dejar áreas importantes de cerebro sin flujo. Una actuación rápida, segura y eficaz asegura el restablecimiento del caudal de sangre en las áreas afectadas en muy poco tiempo”, subraya el doctor López Zárraga.

INTERVENCIONES NO INVASIVAS Y CON GRANDES BENEFICIOS PARA LOS PACIENTES

Como apunta el doctor José Ángel Larrea, médico adjunto del servicio de Neurorradiología Diagnóstica e Intervencionista del Hospital Universitario Donostia y miembro del Grupo Español de Neurorradiología Intervencionista (GENI), actualmente la neurorradiología intervencionista “es la primera opción” en la mayoría de los tratamientos de ictus por rotura de aneurismas cerebrales y “prácticamente la única” en el tratamiento agudo de los ictus isquémicos por oclusión de gran arteria.

En el caso del ictus isquémico, señala el experto, la neurorradiología intervencionista, a través de un acceso vascular mínimamente invasivo con un catéter desde la ingle o el brazo, es capaz de eliminar la causa de la obstrucción (un trombo, una embolia o una estenosis) y restablecer el flujo sanguíneo al territorio cerebral tributario de dicha arteria evitando el daño irreversible y, por tanto, la recuperación de la función perdida.

“Los datos obtenidos en numerosos trabajos científicos confirman la gran eficacia de estas técnicas de tratamiento, sobre todo si se aplican de forma precoz. El avance continuo de los dispositivos y la perfección de las técnicas, junto a una continua mejora en la selección de los pacientes candidatos, están permitiendo ampliar el número de pacientes beneficiados y la eficacia del tratamiento, reduciendo la gravedad de las secuelas y permitiendo una mayor recuperación funcional de los pacientes”, argumenta.

En el caso de la mayoría de los casos de ictus hemorrágico por rotura de aneurisma, por su parte, afirma el doctor Larrea que se puede conseguir su cierre seguro y permanente mediante el depósito en su interior de un material de oclusión a través de un fino catéter que se dirige hasta el interior del aneurisma a través de un acceso vascular mínimamente invasivo en la ingle o en el brazo.

“En estos casos también se tiene amplia evidencia científica respecto a la seguridad y eficacia de las técnicas de neurorradiología intervencionista”, resalta el portavoz de GENI, que destaca además entre las ventajas de estas técnicas el hecho de que no precisan de cirugía ni anestesia general, se pueden repetir cuantas veces sea necesario en beneficio del paciente, y permiten recuperaciones más rápidas y completas sin los riesgos asociados más frecuentemente a una intervención quirúrgica (infección y hemorragia).


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