Este proceso de renovación de la museografía de estos siglos continuará con cuatro nuevos espacios para retratos y paisajes
VALÈNCIA, 6 (EUROPA PRESS)
El Museo de Bellas Artes avanza en su objetivo de hacer del edificio Pérez Castiel “el gran museo de las artes del siglo XIX y primeras décadas del XX” con la apertura de nuevas salas de la colección permanente dedicadas a la Pintura de historia y el costumbrismo, y otra centrada en la Pintura de temática social.
Así, lo ha señalado este viernes el director del Museo de Bellas de Artes de València, Pablo González Tornel, en rueda de prensa, acompañado por la directora general de Patrimonio Cultural, Pilar Tébar Martínez.
Al respecto, ha señalado que la celebración de la efeméride del año de Sorolla ha servido de “acicate” para “repensar” este edificio histórico ya que desde la inauguración de esta quinta fase en 2019 “no se había ordenado de acuerdo a criterios museísticos modernos”.
De este modo, su voluntad es “ganar todo el espacio” posible para colgar los fondos del museo de esta época desde “un discurso organizado de la manera más científica y didáctica posible” y así ha avanzado que a finales de octubre o principios de noviembre se abrirán otras cuatro salas más, dos de paisajes y dos retratos.
Por el momento, se abren estas salas –situadas en la planta primera y tercera del edificio claustral– con 45 obras de reconocidos artistas de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, como es el caso de Francisco Domingo, Salvador Martínez Cubells, José Benlliure Gil, Antonio Fillol, Joaquín Sorolla, José Mongrell, Rosario de Velasco, Manuel Benedito, Horacio Ferrer de Morgado y Eleuterio Bauset, entre otros.
En concreto, un 60% –27 obras– se incorporan ahora al discurso museográfico procedentes de las reservas del Museo, entre las que se incluyen algunas que formaron parte de la colección Lladró adquirida en 2022 por la Generalitat, mientras que el 40% restante (18 obras) ya formaban parte del discurso museográfico de la colección permanente del centro en una ubicación distinta. También ha sido fundamental el depósito del Museo del Prado en el Museo de Bellas Artes de València.
Así, ha explicado que la pintura histórica es producto del Romanticismo del siglo XIX, que marcó la construcción del Estado-Nación. Así, tras la disolución del Antiguo Régimen había que “reinventar una España pretendidamente liberal y que quiere ser moderna” y surgen las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, patrocinados por Isabel II, cuya temática gira sobre las grandes glorias de España. Ejemplo es ‘La herida del rey Jaume I en la conquista de València’, de Martínez Cubells.
Pero conforme va avanzando el siglo, esta temática se fue diluyendo en favor de la anécdota romántica o, al acabar la centuria, realista. Sin embargo, fue la eclosión del realismo, patente en pintores como Eduardo Rosales, José Benlliure o Salvador Martínez Cubells, la que orientó definitivamente la pintura de historia hacia su disolución. La combinación entre temas menores y una representación naturalista acabaría desembocando en la pintura costumbrista y la crítica social. De este modo “los ojos del pintor en lugar de orientarse hacia un pasado remoto, lo hacen sobre un presente cercano”.
Así, se produce la eclosión de la pintura conocida como costumbrista, un fenómeno propio del siglo XIX fruto del romanticismo y del interés de viajeros europeos por los aspectos más exóticos de la cultura y tradiciones españolas. En Valencia, José Benlliure Ortiz y Antonio Fillol practicaron con gran éxito la pintura de tipos populares con una estética muy realista que, a veces, reflejó la vida rural de manera descarnada. No obstante, fue Joaquín Sorolla quien supo aquilatar las características de la pintura costumbrista valenciana, imaginando una arcadia feliz poblada por sofisticados huertanos vestidos de seda.
Este costumbrismo valenciano idealizado obtuvo un enorme e inmediato éxito y creó una escuela pictórica que fue continuada por José Mongrell, Francisco Pons Arnau, José Vila Prades o José Pinazo Martínez.
LA PINTURA SOCIAL
Por su parte, los precedentes del realismo social hay que buscarlos tanto en la pintura de historia, como en el costumbrismo y en el desarrollo del naturalismo como principio estético. No obstante, el auge de la pintura de temática social se produjo a finales del siglo XIX como resultado de los cambios políticos y sociales que habían sacudido Europa durante toda la centuria.
En España, este género alcanzó el éxito a partir del triunfo de Luis Jiménez Aranda en la Exposición Universal de París en 1889, y autores como José Jiménez Aranda o Joaquín Sorolla consolidaron el potente realismo social español. Además de Sorolla, en Valencia la figura capital de la pintura de temática social fue, sin duda, Antonio Fillol, quien en sus obras representó con toda crudeza el atraso de las sociedades rurales y la violencia de los conflictos armados.
Las primeras décadas del siglo XX, con una Europa en continua guerra y una España convulsa, avivaron la fuerza de las artes como elemento de denuncia de las injusticias sociales. No obstante, el realismo fue sustituido por una nueva estética ligada a las vanguardias, con artistas como Balbino Giner, Eleuterio Bauset, Horacio Ferrer de Morgado o Rosario de Velasco, entre otros, que llevaron las artes en España de manera decidida hacia la modernidad.
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