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El conflicto entre las fuerzas de seguridad y las Fano vuelve a desatar la explosión del polvorín en el norte de Etiopía

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Años de tensión política, acusaciones de discriminación y enorme violencia vuelven a fracturar el proyecto de unidad del primer ministro Abiy Ahmed

MADRID, 5 (EUROPA PRESS)

Menos de un año después del acuerdo de paz de Pretoria (Sudáfrica) que puso fin a la guerra en la región etíope de Tigray, en el norte del país — uno de los conflictos más sangrientos de la historia reciente del continente — el vecino estado de Amhara ha terminado de entrar en una espiral de violencia con el estallido definitivo esta semana de combates entre las fuerzas de seguridad y las milicias Fano, un heterogéneo grupo armado que representa, en parte, el hartazgo de la población local ante lo que perciben como una política de discriminación del gobierno federal.

Este pasado jueves a última hora, el Gobierno etíope acabó declarando el estado de emergencia en respuesta a una petición de auxilio del presidente estatal de Amhara, Yelikal Kefale, ante el “deterioro de la crisis de seguridad en la región” que se ha ido gestando durante los últimos meses. En la misiva, con fecha del 3 de agosto y recogida por el ‘Addis Standard’, el presidente Yelikal avisaba de la imposibilidad de “controlar la situación solo con las fuerzas regulares de la ley y el orden” y pedía la intervención urgente de los militares.

Organizaciones como la Asociación Amhara de Estados Unidos explican que el conflicto tiene un culpable principal, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, al que acusan de haber incumplido sus promesas de unir a las etnias del país cuando llegó al cargo en abril de 2018 y en su lugar de haber favorecido a toda costa a los integrantes del grupo oromo al que pertenece el mandatario.

Este resquemor alcanzó un punto de inflexión en junio de 2019, con el asesinato del presidente estatal Ambachew Mekonnen y del jefe del Estado Mayor del Ejército etíope, el general Seare Mekonnen, en lo que el Gobierno etíope describió como un golpe de estado fallido. Las razones de la sublevación nunca pudieron ser esclarecidas por completo. El cabecilla de la asonada, el general Asamnew Tsige, un defensor a ultranza del expansionismo amhara, acabó muerto a tiros poco después de la intentona golpista.

Parte de la población amhara recibió esta versión con serias dudas, explica el portal Africa Arguments, y prefiere creer que el general Asamnew se había convertido en una figura molesta para el Gobierno etíope y sus ambiciones de unificación. Cabe recordar que el general ya fue amnistiado en 2018 por un intento similar.

En medio de este hervidero destacan también las actividades del grupo armado llamado Ejército de Liberación Oromo (OLA), una milicia que persigue la autodeterminación y supremacía étnica a través de violentos ataques contra el resto de grupos, los amhara entre ellos.

La Asociación Amhara de Estados Unidos estima que esta milicia cometió, solo durante 2021, más de 3.300 asesinatos y provocó el desplazamiento de un millón de integrantes de la etnia amhara, cuyos representantes acusan al Gobierno etíope de haber sido incapaz de contener a estas temibles milicias. Intentos de negociaciones entre las autoridades y el OLA, iniciados en abril, todavía no han arrojado resultados.

TIGRAY

La guerra de Tigray que estalló en noviembre de 2020 pareció representar un momento de acercamiento entre el Gobierno y la administración estatal de Amhara, que puso a sus propias fuerzas de seguridad — las llamadas Fuerzas Especiales — al servicio del Ejército para combatir contra el Frente Popular para la Liberación de Tigray (TPLF), en el inicio de una guerra sin cuartel que se saldó, dos años después, con entre 100.000 y 600.000 muertos, dependiendo de las estimaciones del Gobierno etíope y la Unión Africana, entre acusaciones de crímenes contra la Humanidad por parte de numerosas ONG contra todos los bandos en disputa.

Sin embargo, las tensiones volvieron a repuntar a principios de este año, cuando el Gobierno etíope, para impedir la repetición de conflictos como el ocurrido en Tigray, dio orden de disolver a todas las fuerzas armadas estatales, la de Amhara incluida, e integrarlas en el Ejército o en la Policía.

Esta orden fue recibida con protestas multitudinarias que llevaron a la imposición del toque de queda en la región y, según expertos consultados por el portal africano, fue la gota que colmó el vaso: al menos una tercera parte de los integrantes de las fuerzas locales de Amhara acabaron integrándose en las milicias Fano, quienes lanzaron su primera gran ofensiva contra las fuerzas federales etíopes en mayo. Un mes después, los servicios de Inteligencia del Gobierno etíope informaban de la muerte de “200 miembros de un grupo extremista” durante enfrentamientos en un monasterio de la zona de Gojjam Oriental.

Las milicias, reforzadas, acabaron lanzando a principios de semana un asalto en la ciudad santa de Lalibela, donde se hicieron con el control del aeropuerto local, según estimó una alerta de viaje publicada el martes por el Ministerio de Exteriores de Reino Unido, entre informaciones de combates esporádicos entre las Fano y el Ejército por toda la región, como en las localidades de Kobo o Debre Tabor.

Finalmente, y a petición de las autoridades estatales, el Gobierno etíope declaró el estado de emergencia en la región por espacio de seis meses y la creación de un “mando general” bajo órdenes directas del director general del Servicio Nacional de Inteligencia y Seguridad de Etiopía (NISS), Temesgen Tiruneh, a la postre también expresidente de la región de Amhara. El minstro de Justicia del país, Gedeon Themothewos, ha explicado que esta situación excepcional podría extenderse a otras partes del país dependiendo de la evolución de los acontecimientos.


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