MADRID, 18 (EUROPA PRESS)
Una sequía sin parangón en las últimas décadas, inundaciones devastadoras y la violencia yihadista que asola Somalia desde hace años, está cerca de ocasionar una catástrofe sanitaria y humana en los ya de por sí saturados campos de refugiados de Dadaab, en Kenia, el asentamiento humano de estas características más grande del planeta.
Los cinco enclaves que componen el campo de refugiados de Dadaab acogen a más de 300.000 personas, la mayoría de ellas de la vecina Somalia. Las instalaciones se han visto desbordadas, provocando con ello un grave hacinamiento, que afecta a las condiciones de salubridad y al suministro de agua potable.
Las ya de por sí precarias condiciones del campo de Dadaab han sido incapaces de asumir este aumento de la población. Las actividades diarias relacionadas con el uso de agua –consumo, saneamiento, gestión de residuos– se han visto limitadas, provocando un brote de cólera que ya afecta a unas 2.800 personas, según ha podido estimar la ONG Médicos sin Fronteras (MSF) en un último informe.
“Ya hemos visto el peor brote de cólera en cinco años, y el riesgo de que estallen otras epidemias es alto. Si esto ocurre, superaría la capacidad médica en los campos, con consecuencias potencialmente catastróficas, ha alertado el director de MSF en Kenia, Hassan Maiyaki.
Actualmente, los campos de Dagahaley, Ifo y Hagadera acogen a más de 245.000 personas registradas, muchas de ellas han vivido en los campos durante más de tres décadas. Los campos también albergan a más de 124.000 refugiados sin registran.
Esta saturación ha provocado un déficit de los servicios esenciales y una saturación de los servicios de aseo y saneamiento. Esto provoca que casi la mitad de la población de estos tres campos no tengan acceso a letrinas. “Es cuestión de tiempo que veamos estallar otras epidemias en los campos como ha hepatitis E”, alerta la coordinadora de MSF en Kenia, la doctora Nitya Udayraj.
El Gobierno de Kenia, además de las campañas de vacunación contra el cólera, ha anunciado la apertura de un nuevo campo –Ifo 2–, en un intento de aliviar la sobresaturación de los otros tres.
Si bien la medida ha sido aplaudida, Maiyaki ha advertido de que todos los esfuerzos que vayan destinados en este sentido han de tener en cuenta una “importante” inversión en agua, servicios de saneamiento e higiene para garantizar un mínimo de condiciones habitables para las personas refugiadas.
Además de los refugiados, el país del Cuerno de África tiene más de un millón de desplazados internos que se han visto forzados a dejar sus hogares en apenas medio año por esta combinación mortal de clima extremo y violencia. En enero y mayo de 2023, unas 408.000 personas huyeron de las inundaciones, mientras que 312.000 lo hicieron por la sequía, según cifras de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
ETIOPÍA, OTRO CENTRO DE ACOGIDA SIN RECURSOS
No obstante, Kenia no es el único país de la región que hace frente a la huída de ciudadanos somalíes. Etiopía, inmerso también en sus propios conflictos internos, también se ha convertido en centro de refugio para miles de estas personas, con la dificultad añadida de la falta de financiación cada vez mayor y los estragos que también ha dejado una sequía severa.
ACNUR estima que unas 100.000 personas se han visto forzadas a dejar sus hogares, huyendo de la violencia, de las cuales más 20.000 han sido reubicados junto al Gobierno etíope y la agencia de la ONU en un nuevo asentamiento en Mirqaan, a unos 50 kilómetros de la frontera, mientras que el resto, y a pesar de los escasos recursos locales han sido acogidas por las comunidades de alrededor.
La falta de recursos sigue siendo el principal problema al que se enfrentan los organismos internacionales a la hora de poder ayudar a todas estas personas. ACNUR ha lamentado que solo se haya podido recaudar el 2 por ciento de un total de 116 millones de dólares que se ha solicitado a la comunidad internacional para poder hacer frente a esta crisis. “Los recursos son simplemente insuficientes”, ha expresado representante de esta oficina de la ONU en Etiopía, Mamadou Dian Balde.
E insiste. “Estamos al borde de una crisis con más sufrimiento humano si no logramos brindar el apoyo que tanto se necesita (…) No podemos olvidarnos de ellos y de las generosas comunidades que han abierto sus puertas”, ha reclamado Balde.
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