LEÓN, 11 Jun (EUROPA PRESS)
Sor María Caridad, una de las monjas de clausura más longevas de España, ha fallecido hoy a los 103 años de edad en el Complejo Asistencial Universitario de León (Caule), donde llevaba varios días ingresada como consecuencia de una infección, han informado fuentes de la familia a Europa Press.
Sor María Caridad fue el nombre que adoptó María Adoración Lorenzo Marcos (Villanueva de Carrizo, 3 de enero de 1920) cuando, con 19 años, se convirtió en monja de clausura cisterciense en el monasterio de Santa María de Carrizo.
Desde entonces, ha permanecido en este convento de la provincia de León, construido en el siglo XII por la condesa Estefanía Ramírez, esposa del conde Ponce de Minerva, entregada a los mandatos de la orden del Cister de la Común Observancia, que contemplan el rezo como una de sus obligaciones.
En aquellos tiempos, para ingresar en el convento era necesario aportar una dote, que la familia de Sor María Caridad no se pudo permitir. Fue por ello que su ingreso en la orden se produjo mediante el trabajo para la comunidad porque ella, desde muy niña, tenía “mucha vocación”, como solía recordar.
Tres años después realizó la profesión solemne, lo que le permitió convertirse en la monja 39 en un monasterio que llegó a contar con medio centenar de religiosas, aunque ahora apenas cuenta con una decena.
“HE NACIDO PARA TRABAJAR”
Sor María Caridad siempre destacó por su energía, por su simpatía, por su carácter aguerrido y trabajador. “He nacido para trabajar”, comentaba en ocasiones una monja de clausura que, hasta poco tiempo antes de fallecer tenía en la cocina una de sus mayores dedicaciones. El cultivo en la huerta y con los animales que durante un tiempo tuvieron estas monjas, además de la elaboración de lácteos, dulces o productos textiles, fueron otras de sus ocupaciones.
Esta monja alcanzó los cien años de edad sin haber padecido ninguna enfermedad grave. En los últimos tres años superó un ictus y una apendicitis, aunque finalmente, con 103 años, ha fallecido tras una temporada enferma en la que Sor María Caridad, en no pocas ocasiones, pedía para “ir con el Señor”.
Cari, como era conocida por sus compañeras en el convento de Santa María de Carrizo, deja un vacío inabarcable en una congregación en la que siempre había despertado el cariño de sus compañeras por su simpatía y jovialidad. Una monja que en sus últimos cumpleaños, rodeada del resto de la congregación, siempre se permitía cantar y algún baile, dos de las aficiones que le acompañaron a lo largo de su una extensa vida dedicada a los demás.
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