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Un estudio llevado a cabo por el instituto Híspalis ha demostrado que es posible utilizar abono de lombriz en huertos urbanos de manera efectiva

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SEVILLA, 23 (EUROPA PRESS)

El proyecto ‘Vermi: para un mundo más sostenible, la lombriz es increíble’ de estudiantes del Instituto de Enseñanza Secundaria (IES) Híspalis, de Sevilla capital, ha obtenido compost de calidad a partir de los residuos generados de los huertos ecológicos de su barrio para abonar los propios cultivos. Éste es el reto de economía circular que se propusieron al principio de curso y que ha finalizado con una conclusión: el abono obtenido al aplicar las lombrices a los residuos orgánicos del Parque de Miraflores “es viable para fertilizar las propias parcelas”.

Los resultados son “tan evidentes” que esta iniciativa se ha convertido en el “detonante” para la elaboración de un trabajo científico en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica de la Universidad de Sevilla (US) que analizará todos los requisitos técnicos para instalar composteras de gran tamaño en el huerto de Miraflores destinadas a obtener este tipo de abono con el que reciclar el 100% de los residuos de las parcelas y del propio parque, ha explicado la Fundación Descubre de la Junta de Andalucía en una nota de prensa.

Durante la mañana de este martes, el alumnado participante ha explicado a la comunidad educativa del centro y a los hortelanos esta iniciativa en un expositor en el propio centro educativo. En el proyecto, han demostrado a pequeña escala y en el laboratorio de su centro, las ventajas de aplicar este tipo de abono a distintos cultivos hortícolas. Estos análisis controlados se han trasladado luego a la finca La Albarrana, a una parcela de experimentación donde los resultados han resultado aún más positivos.

El proyecto arrancaba con el objetivo de resolver la creciente producción de residuos vegetales con una solución asequible: la aplicación de lombrices. Estas especies digieren materia orgánica y la excretan en forma de ‘vermicompost’, un abono enriquecido y sostenible para abonar los cultivos del propio huerto. Para ello, el alumnado ha seguido el método científico de la mano de la investigadora de la Universidad de Sevilla y asesora científica del proyecto, Itziar Aguirre Jiménez. Comenzaron analizando la especie, siguieron con el proceso de producción de ‘vermicompost’ y, por último, han evaluado cómo este abono sostenible incide en cultivos concretos.

En todos ellos, la aplicación de ‘vermicompost’ tiene un efecto positivo. En el laboratorio del centro, plantaron maceteros con pimientos, calabacín, berenjena y tomate, por duplicado. En uno, se añadió sustrato comercial y al otro ‘vermicompost’. Cada semana iban midiendo la altura de la planta y tomando fotografías. “Desde la primera semana, las muestras con ‘vermicompost’ crecían un mínimo de dos o tres centímetros más respecto a las otras, con lo que el efecto del fertilizante se aprecia desde el inicio. Al mes, en el pepino se veía una diferencia de 20 centímetros. Además, las plantas que tenían ‘vermicompost’ dieron fruto antes y crecieron más rápido”, detalla la coordinadora del proyecto en el centro, Cristina de la Rosa.

Estos datos coinciden con los que maneja en su centro de investigación a diario la asesora científica del proyecto, Itziar Aguirre. “El ‘vermicompost’ es un fertilizante de gran calidad que se aplica a cultivos de alto valor añadido, como hortalizas y jardinería, dado su precio”, detalla. Sin embargo, en este proyecto ha servido para reutilizar restos orgánicos de los hogares de los estudiantes. “Ha supuesto una menor generación de residuos, ya que el compuesto que se extrae de lombrices es óptimo para las plantas y el método es viable para reproducirlo a gran escala junto con los hortelanos”, anticipa la investigadora.

Esta iniciativa se enmarca dentro de la denominada ciencia ciudadana. “Se trata de una nueva forma de generar conocimiento científico donde la metodología involucra a la sociedad en el proceso científico para proporcionar resultados. En este proceso activo y participativo trabajan de forma coordinada la comunidad educativa y científica, junto con agentes sociales”, detalla la responsable de comunicación del programa de la Fundación Descubre, Carolina Moya.

En la vertiente educativa, el alumnado tiene la oportunidad de trabajar el método científico no desde la teoría, sino en la práctica. Comprobando cómo puede cambiar la hipótesis el ensayo-error propio de la práctica científica diaria. En cuanto a los beneficios sociales, el proyecto supone una colaboración intergeneracional donde los jóvenes se implican junto con personas mayores para aprender sobre técnicas y tipos de cultivo o tareas de abonado y reutilización de residuos.

La comunidad educativa del centro, la Fundación Descubre, la Diputación de Sevilla y la asociación del Huerto Urbano de Miraflores se alían en esta iniciativa que se enmarca en el programa ‘Andalucía, mejor con ciencia’, impulsado por la Fundación Descubre y financiado por la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación de la Junta de Andalucía. Este programa de ciencia ciudadana ha sido seleccionado como práctica inspiradora por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt).


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