MADRID, 14 (EUROPA PRESS)
La artista hispano-rumana Anka Moldovan profundiza en su reflexión sobre la condición humana en su nueva muestra ‘Aquello que irruMpe’, un trabajo que ha elaborado a lo largo del último año y que exhibe hasta el 5 de junio en Las Rozas.
En la obra de Anka el ser humano siempre aparece en diálogo con la vida y sus contradicciones. En la serie ‘Hombre-grieta’ es representado como un rostro que irrumpe con fuerza en el espacio pictórico, y su identidad se encuentra modulada por cuatro conceptos (presencia, retina, vientre y aliento) extraídos de un poema del rumano Nichita Stanescu.
En la serie ‘Tiempos habitados’, Moldovan aborda un sujeto en permanente tránsito (tanto físico como psíquico), lo que se traduce en una representación ubicada entre lo figurativo y lo abstracto. En la serie ‘Tierra’, Moldovan pinta cabezas de mujeres sobre las cuales adhiere raíces naturales que evocan cabelleras.
“Detrás de la indudable belleza de estas piezas, existe una audaz relectura de la vanitas barroca, género destinado a promover la conciencia de lo efímero y nuestra condición mortal”, afirma la conocida pintora.
Moldovan asume algunas de las principales estrategias de este longevo modelo pictórico. Por ejemplo, la transformación de la naturaleza en cultura, o esa óptica que parece que quiere interrogar acerca de los límites entre la realidad y su representación.
La técnica de la artista hispano-rumana viene avalada por años de estudio de los procedimientos que sustentaron los tradicionales iconos bizantinos y su particular organización del cosmos pictórico. “Dolor y amor, desesperación y gozo, ausencia y presencia, son algunos de los temas recurrentes en mis tablas, donde siempre resulta visible el deseo de liberar y de elevar lo propiamente humano, de trascenderlo”, resalta.
UN SOLO ESPACIO, CUATRO MUNDO
La exposición de Anka Moldovan lleva el título ‘Aquello que irrupe’. Se trata, según explican, de un fragmento de un discurso desconocido que plantea la posibilidad de que las tablas que presenta “hayan aparecido violenta y repentinamente, al menos en su imaginación, porque la transustanciación de la idea en cuadro es un trabajo paciente, de eliminación, de detalles exigentes hasta sangrar, de borrado hasta hacer visible el aire”.
La exposición comienza por cuatro obras de gran formato, en simétrica formación, todas con el mismo nombre, ‘hombre-grieta’, y diferente apellido: Presencia, Retina, Vientre y Aliento. “Son cuatro titanes oscuros y misteriosos que parecen abrirse paso a cabezazos Llegan de otro mundo con furia y hambre”, señala la autora.
Al otro lado de la muestra aparecen figuran dibujos de hombres sin rostro. “Son seres luminosos, valientes, hay en ellos la belleza de la ética y el compromiso. Parecen caminar imparables hacia la abstracción, pero, como en la paradoja de la liebre y la tortuga, sin llegar nunca a alcanzarla. Son ligeros porque viajan sin culpa, y basta aproximarse a ellos para sentir la casi invencible necesidad de tocar esas inconfundibles rugosidades que, sin duda, codifican un mensaje trascendente. Ya estén solos o acompañados, transmiten la convicción de que se puede confiar en ellos. Son de Ley”, detalla.
Una de esas obras, ‘Nacer el mundo’ fue portada de la novela ‘Una mujer en ciernes’ de Christian Bobin, escritor de la fragilidad y el silencio. Como manifiesta Carlos Delgado Mayordomo, la pintora “plantea una feliz reconciliación con nuestra condición mortal y el misterio que irrumpe en sus cuadros no es sólo la expresión de la belleza, sino la celebración de la vida”.
Por otro lado, en la serie ‘Tierra’, Moldovan muestra cabezas de mujeres en las que el pelo es protagonista. “No es frivolidad, sino una compleja forma de comunicación que viaja a través del espacio y el tiempo. En esas trenzas, moños y complejos recogidos se esconden recuerdos de ese breve momento de nuestra vida en el que madres y abuelas son inmensas, insustituibles, vitales e invencibles, oxígeno, alimento y la máxima garantía de seguridad”, describe la autora.
Carlos Delgado dice de ellas que “no son monstruos ni femmes fatales, pero tampoco Madonas; su realidad no se edifica desde los limitados espacios patriarcales (casa, calle o convento) o desde aquella misoginia romántica que consideraba a la hembra como la continuidad de un paisaje destinado a ser dominado.”
Creadas con lápiz, óleo y raíz de frambuesa que nace de su cabeza, estas mujeres enraizadas son un símbolo con múltiples lecturas e interpretaciones. “Con ese complemento vivo que se mueve y que indefectiblemente cambiará con el tiempo, la obra se hace mortal sin dejar de ser eterna”, subraya.
Por último, en un espacio recogido de la sala de exposiciones se pueden ver ‘los fugados de otros cuadros’. “Los reflejos son seres que, en el complejo proceso de pintar y borrar una y otra vez, terminan siendo transferidos al papel, convertidos en un eco, alejados de la obra en la que nacieron, viajeros solitarios que afrontan una nueva vida, singularidades que, como sucedía en ‘La rosa púrpura de El Cairo’, escapan de una ficción para vivir en el mundo real’ aunque ya sabemos que realidad y ficción no son conceptos excluyentes”, resume la pintora.
Toda esta obra de Anka Moldovan, “una creación más que una invención, un relato complejo que nos enfrenta a un sutil placer de madurez”, puede verse hasta el 5 de junio en el centro cultural Pérez de la Riva, situado en el número 28 de la calle Principado de Asturias de Las Rozas.
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