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Como madre, el mayor regalo es darse cuenta de que no he establecido límites para mí misma

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MADRID, 07 (SERVIMEDIA)

Stella Cerezo nació con una pierna más corta que la otra. Una diferencia que nunca le ha frenado para ejercer su rol de madre ‘todoterreno’ con sus dos hijas preadolescentes. “Mi madre me enseñó a no ponerme límites”, asegura con orgullo. En el Día de la Madre, Stella rinde tributo a todas esas mujeres que, como ella, “nunca se rinden”.

Esta profesional de éxito tiene una diplomatura en relaciones laborales, un máster en Recursos Humanos y es la responsable de Personas, Talento y Cultura Corporativa de una importante empresa española.

La vida de la pequeña Stella estuvo marcada desde la infancia por las constantes visitas al hospital, las intervenciones quirúrgicas y la rehabilitación. Tenía cinco años y un pesado aparato de hierro en su pierna derecha que no le impedía “probarlo todo”, como subraya en una entrevista a Servimedia.

“Mi pierna estaba metida dentro del botín de un aparato de descarga parecido a los que llevaba ‘Forrest Gump’ que me llegaba hasta la cadera y no me permitía doblar la rodilla”. Recuerda aquellos toboganes metálicos de la época y sus escaleras para subir. “Yo miré aquel tobogán, a mi madre y entonces ella me dijo: ‘¡Tírate, prueba y si te caes te levantas!’. Ese fue el mejor regalo que me pudo hacer: darme la libertad de elegir”.

MADRE TODOTERRENO

“Las lecciones que aprendí de pequeña las tengo grabadas a fuego”, relata Stella. “Me caía y mi madre no me levantaba. Sé que se le partía el alma y que otras madres le clavaban la mirada, pero ella no consintió que nadie me ayudara”, recuerda hoy con emoción. “Fue maravilloso porque efectivamente me levantaba sola. Lloraba, pataleaba, vamos lo típico”.

Este fue el caldo de cultivo en el que se fue alimentando el carácter resuelto y decidido de esta profesional y madre de dos niñas a las que repite esta máxima que es casi un mantra en su vida: ‘¿Por qué un no si puede ser un sí?’.

Stella se declara un mujer “guerrera” que siempre ha ido en contra de las injusticias y de las barreras que la gente le colocaba diciéndole “tú no puedes”. “He nacido con esta discapacidad y he aprendido a vivir con ella, a sufrirla y a disfrutarla. Reconoce que “la discapacidad se encuentra en la mirada de los otros o en los límites que uno mismo se impone”. “Yo no llevo la discapacidad en mi mente”, asegura. “He enseñado a mis hijas a patinar, a montar en bicicleta. He hecho descenso de cañones o escalada”.

EL ARMARIO DE LA DISCAPACIDAD

“Es muy gratificante comprobar que nunca me he puesto límites”. “Las personas con discapacidad vamos saliendo poco a poco del ‘armario’ y ese sentiento de liberación es genial para todos”, afirma. “No me gusta que me miren con lástima. No soy una víctima de nada”. Más bien se podría decir que esta mujer luce orgullosa su prótesis cuando toca llevar minifalda o pantalón corto, por ejemplo para hacer deporte.

Entrena a diario su cuerpo para mantenerse en forma, para “ser más fuerte”, afirma, aunque esa energía arrolladora de la que hoy hace gala es el fruto de una educación basada en la autoestima que le infundió su madre desde pequeñita.

Stella además de una denodada deportista es por encima de todo (prótesis aparte), una mujer coqueta. “Nunca quise renunciar a los zapatos de tacón por eso dispongo de un pie especial que se adapta a mi prótesis y cuya posición se regula en función de la altura de los tacones”, relata. Si de niña subía sin temor las escarpadas escaleras de aquel tobogán, ahora tampoco se resiste a unos ‘stilettos’ de 10 centímetros de altura.

Le seducen los retos y es algo que ha querido ‘contagiar’ a sus dos hijas: Daniella de 13 años y Adrianna de 11, cuya custodia le pertenece desde que eran muy pequeñas. Cuando las mira, desde la serenidad que aporta la madurez, reconoce que durante los embarazos atravesó momentos de temor. “Preguntaba a los médicos en cada revisión si las piernas del bebé estaban bien”, rememora. “También me preocupaba coger peso durante la gestación porque si engordaba la pierna podía no entrar dentro de la prótesis”.

La fortaleza de carácter que su madre forjó en Stella a fuerza de caídas y Mercromina (el Betadine de aquellos tiempos), le ha valido para convertirse hoy en una mujer segura. Es un hecho que a su pierna derecha le faltan unos centímetros, pero le sobran kilómetros de tenacidad y espíritu de superación.


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