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Según los fósiles de ámbar hallados en el norte de España, se ha concluido que algunos escarabajos se alimentaban de plumas de dinosaurios

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MADRID, 17 (SERVIMEDIA)

Nuevos fósiles en ámbar hallados en Teruel y Cantabria revelan que los escarabajos se alimentaban de las plumas de los dinosaurios hace unos 105 millones de años, lo que muestra una relación simbiótica de beneficio mutuo o unilateral.

Así se explica en un estudio publicado este lunes en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of América’ (PNAS).

Los principales fragmentos de ámbar estudiados, procedentes de la sierra de San Just (Teruel), contienen mudas larvales de pequeñas larvas de escarabajo estrechamente rodeadas por porciones de plumas, que pertenecían a un dinosaurio terópodo desconocido, ya sea aviar (un término que se refiere a ‘pájaros’ en sentido amplio) o no aviar, ya que ambos tipos de terópodos vivieron durante el Cretácico inferior y compartían tipos de plumas a menudo indistinguibles.

Sin embargo, las plumas estudiadas no pertenecían a las aves modernas, ya que el grupo apareció unos 30 millones de años más tarde en el registro fósil, durante el Cretácico superior.

Al observar los ecosistemas modernos, las garrapatas infestan al ganado, las ranas capturan insectos con lenguas acrobáticas o algunos percebes crecen en la piel de las ballenas. Estas son solo algunas de las diversas y complejas relaciones ecológicas entre vertebrados y artrópodos, que coexisten desde hace más de 500 millones de años. Se cree que la forma en que estos dos grupos han interactuado a lo largo del tiempo ha dado forma crítica a su historia evolutiva, lo que lleva a la coevolución. Sin embargo, la evidencia de relaciones entre artrópodos y vertebrados es extremadamente rara en el registro fósil.

Las mudas de larvas conservadas en el ámbar se identificaron como relacionadas con los escarabajos de la piel modernos o derméstidos, que son plagas de productos almacenados o colecciones secas de museos que se alimentan de materiales orgánicos difíciles de descomponer para otros organismos, como las fibras naturales.

RECICLAJE

Sin embargo, los derméstidos también desempeñan un papel clave en el reciclaje de materia orgánica en el medio natural, al habitar comúnmente nidos de aves y mamíferos, donde se acumulan plumas, pelo o piel.

“En nuestras muestras, algunas de las porciones de plumas y otros restos, incluidas heces fósiles diminutas o coprolitos, están en contacto íntimo con las mudas atribuidas a los escarabajos derméstidos y muestran daños ocasionales y/o signos de descomposición. Esta es una evidencia contundente de que los escarabajos fósiles casi con seguridad se alimentaban de las plumas y que estas se desprendieron de su huésped”, explica Enrique Peñalver, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) y autor principal del estudio.

Peñalver añade: “Las larvas del escarabajo vivían −alimentándose, defecando, mudando− en plumas acumuladas sobre o cerca de un árbol productor de resina, probablemente en un nido. Un flujo de resina capturó por casualidad esa asociación y la conservó durante millones de años”.

“También se estudiaron tres piezas de ámbar adicionales, cada una de las cuales contenía una muda de escarabajo aislada de una etapa de madurez diferente pero asignada a la misma especie, lo que permitió una mejor comprensión de estos diminutos insectos de lo que suele ser posible en paleontología”, indica David Peris, del Instituto Botánico de Barcelona y coautor del estudio. El espécimen completo más impresionante se encontró en el depósito de ámbar de Rábago/El Soplao (Cantabria), de una edad aproximada que lo hallado en San Just.

“No está claro si el huésped terópodo emplumado también se benefició de que las larvas del escarabajo se alimentaran de sus plumas desprendidas en este nido plausible”, recalca Ricardo Pérez de la Fuente, del Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y coautor principal del estudio.

Pérez de la Fuente concluye: “Lo más probable es que el terópodo no sufriera daños por la actividad de las larvas, ya que nuestros datos muestran que estas no se alimentaban del plumaje vivo y carecían de estructuras defensivas que, entre los derméstidos modernos, pueden irritar la piel de los anfitriones del nido e incluso matarlos”.


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