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La Península Ibérica ayudó a la supervivencia humana en la última Edad de Hielo

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MADRID, 01 (SERVIMEDIA)

La Península Ibérica desempeñó un papel principal en la supervivencia humana en el Paleolítico al servir como refugio de poblaciones durante la última Edad del Hielo, es decir, fue una región climáticamente protegida donde los grupos humanos sobrevivieron antes de volver a expandirse por Europa.

Así se desprende de dos estudios paleo-genómicos en los que participó Vanessa Villalba-Mouco, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) e investigadora Margarita Salas en Universidad de Zaragoza, publicados este miércoles en paralelo en las revistas ‘Nature Ecology and Evolution’ y ‘Nature’, fruto del trabajo de dos equipos de investigación internacionales que han analizado el ADN antiguo de más de 100 individuos cazadores-recolectores de Eurasia.

El primer estudio incluye datos genómicos de un individuo del sur de Iberia, datado hace unos 23.000 años, uno de los momentos más fríos de la conocida como Edad del Hielo, cuando los grupos humanos desarrollaron la cultura solutrense. El trabajo también incluye nuevos datos de individuos neolíticos de entre 7.000 y 5.000 años procedentes de yacimientos arqueológicos de Andalucía como la Cueva de Ardales.

El segundo estudio, basado en más de 100 individuos cazadores-recolectores de antes y después de la Edad del Hielo en Eurasia, incluye también cazadores-recolectores de la Península Ibérica.

CALLEJÓN SIN SALIDA

Así, la Península Ibérica juega un muy papel específico e importante en la reconstrucción de la historia de las poblaciones humanas. Su localización en el suroeste de Europa hace que este territorio actúe como un callejón sin salida de Eurasia. Por ello, se ha considerado tanto sumidero como fuente de movimientos poblacionales tras las drásticas contracciones y expansiones que sufrieron las poblaciones paleolíticas antes y después de la última Edad de Hielo.

Tanto es así que estudios previos centrado en datos genómicos de cazadores-recolectores de Iberia de hace 13.000 a 8.000 años de antigüedad ya evidenciaron la supervivencia y el legado de un linaje paleolítico mucho más antiguo que en otras partes de Europa donde fue reemplazado.

También se sabe que la ascendencia genética de los individuos anteriores al Último Máximo Glacial (el periodo más frío dentro de la Edad del Hielo) del centro y sur de Europa difieren genéticamente de los individuos que habitaron Europa central después de la Edad de Hielo. Sin embargo, se desconocía el panorama genético en Europa occidental debido a la falta de datos genómicos de individuos que habitaron Europa antes y durante el Último Máximo Glacial.

Gracias a estos dos nuevos estudios se ha podido llenar este vacío en la historia de la población ibérica. Los datos clave de ambos estudios proceden de individuos que vivieron hace 27.000 años en los yacimientos de Mollet III y Reclau Viver (Girona), anteriores al Último Máximo Glacial, y de un individuo de la Cueva del Malalmuerzo (Granada), datado en 23.000 años de antigüedad, época en la que grandes partes de Europa estaban cubiertas por masas de hielo.

CONEXIÓN GENÉTICA

Ambos estudios describen una conexión genética directa entre un individuo de Bélgica de hace 35.000 años y los individuos anteriores o contemporáneos al Último Máximo Glacial de Iberia y Francia, lo que muestra una gran continuidad genética en Europa occidental.

“El periodo más frío de la Edad de Hielo se correlaciona con grandes desplazamientos y reemplazamientos de poblaciones en Europa central, pero este no parece ser el caso de la Península Ibérica”, explica Villalba-Mouco.

Esta continuidad genética a lo largo de varias decenas de miles de años sustenta el papel de la Península Ibérica como refugio de poblaciones durante la Edad del Hielo, es decir, actuó como una región climáticamente protegida donde los grupos humanos sobrevivieron antes de volver a expandirse por Europa.

“Además, no solo es posible trazar una conexión genética con individuos que datan de un periodo próximo a la Edad del Hielo, sino incluso con las primeras poblaciones del Paleolítico superior que habitaron Eurasia hace más de 45.000 años”, añade Villalba-Mouco.

El legado genético de la Edad del Hielo caracteriza a los grupos que se expandieron desde el ‘refugio del sur’ hacia Europa occidental y central, donde formaron un horizonte cultural conocido como ‘magdaleniense’, visible en el registro arqueológico entre 17.000 a 12.000 años de antigüedad.

“Esta continuidad genética tan prolongada en el tiempo es excepcional, especialmente porque el linaje genético que estaba presente antes y durante la Edad de Hielo en la península Ibérica ya había sido reemplazado en otras partes de Europa en este momento”, agrega Wolfgang Haak del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva.

INTERACCIÓN ESTRECHA

El estudio publicado en ‘Nature Ecology and Evolution’ también incluye individuos mucho más recientes que datan del Neolítico, época en la que se desarrolla la agricultura y la ganadería en Europa.

Los individuos neolíticos de Andalucía tienen la ascendencia característica de los grupos neolíticos de Anatolia, lo que indica que estos primeros grupos agrícolas se expandieron a lo largo de grandes distancias geográficas.

“Sin embargo, los individuos del Neolítico del sur de Iberia tienen una mayor ascendencia de tipo cazador-recolector, lo que sugiere una interacción mucho más estrecha entre los últimos cazadores-recolectores y los primeros agricultores en el sur de Iberia que en otras regiones”, señala José Ramos-Muñoz, de la Universidad de Cádiz.


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