El opositor Peter Obi figura como tercera vía ante los dos partidos que han dominado tradicionalmente la política nigeriana
MADRID, 24 (EUROPA PRESS)
La población de Nigeria está llamada este sábado a las urnas para unas elecciones presidenciales y parlamentarias que estarán marcadas por la carrera por elegir al sucesor del mandatario, Muhammadu Buhari, y la crisis humanitaria y de seguridad que atraviesa desde hace años el país africano.
Buhari no puede presentarse a la reelección debido a que ha cumplido ya los dos mandatos que fija la Constitución como máximo, lo que ha abierto una disputa que en esta ocasión cuenta con una tercera vía que hace frente a los dos partidos que han dominado tradicionalmente la política nigeriana.
Así, mientras que el gubernamental Partido de Todos los Progresistas (APP) de Buhari ha presentado como candidato al exgobernador de Lagos Bola Tinubu y el opositor Partido Democrático de los Pueblos (PDP) cuenta con el exvicepresidente Atiku Abubakar, en los sondeos ha surgido con fuerza el también opositor Peter Obi, del Partido Laborista. A ellos se suma el exgobernador de Kano Raibu Kwankwaso, del Nuevo Partido del Pueblo de Nigeria.
Los cuatro figuran como los principales favoritos a la Presidencia, si bien hay un total de 18 candidatos en liza, mientras que más de 4.200 personas se han postulado a uno de los 469 escaños de la Asamblea Nacional. Los comicios se verán complementados en dos semanas por la votación el 11 de marzo de 28 de los 36 gobernadores del estado.
Las elecciones presidenciales en Nigeria, el país más poblado del continente, suponen la primera ocasión desde el retorno del país al gobierno civil en 1999 en la que ninguno de los candidatos es un antiguo líder militar, como era el caso de Buhari, quien ya estuvo al frente del país entre diciembre de 1983 y agosto de 1985 tras un golpe de Estado.
En este contexto, Tinubu, de 70 años, aspira a continuar con la preponderancia del APC en la política nigeriana durante los mandatos de Buhari, si bien en esta ocasión hace frente a un aumento de la presión por parte de la oposición.
El político, que estuvo en el exilio durante la dictadura de Sani Abacha (1993-1998), ha defendido durante su campaña el crecimiento de Lagos durante su mandato como gobernador entre 1999 y 2007, cuando la ciudad –la más poblada de África– creció gracias a las inversiones extranjeras, si bien muchos proyectos están ahora en mal estado.
El segundo gran nombre en liza en las elecciones presidenciales es Abubakar, quien se presenta por sexta vez desde 1992 –siempre sin éxito–. El candidato del PDP, de 76 años, ha ocupado diferentes cargos públicos durante su carrera y es además empresario petrolero.
Abubakar ha cimentado también su campaña en promover los avances logrados entre 1999 y 2007, cuando fue vicepresidente, si bien su partido sufre tensiones internas desde que se impuso en las primarias de junio debido a que varios gobernadores del sur apostaban por un candidato de esta zona del país.
A pesar de que habitualmente las presidenciales en Nigeria han estado centradas en dos candidatos, en esta ocasión Obi ha logrado importantes apoyos de parte de jóvenes urbanos que apuestan por su figura frente a los partidos tradicionales, representados por candidatos de la vieja guardia.
El candidato del Partido Laborista, de 61 años, defendió recientemente en declaraciones a la cadena de televisión británica BBC que las elecciones son “lo viejo frente a lo nuevo”, si bien algunos analistas dudan sobre la posibilidad de que materialice a nivel nacional los apoyos amplificados a través de redes sociales.
TENSIONES POLÍTICAS
La votación tendrá lugar además en medio de las crecientes tensiones entre los partidos políticos, incluidos ataques contra políticos, funcionarios electorales y candidatos durante la campaña, actos llevados a cabo por milicias asociados a partidos, bandas criminales y otros grupos armados.
Así, el Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados (ACLED) ha afirmado que “la campaña electoral ha polarizado aún más el clima político y de medios”, incluidas acusaciones contra algunos candidatos por discurso de odio e incitación a las tensiones intercomunitarias.
ACLED ha señalado sin embargo que la violencia política “está en gran medida en línea con los niveles observados antes de las elecciones de 2019”, al tiempo que ha alertado del riesgo de “un mayor repunte de la violencia después de las elecciones”.
De hecho, las últimas dos elecciones fueron aplazadas a última hora, en parte a causa de la inseguridad, si bien la comisión electoral nigeriana ha destacado en esta ocasión que la votación tendrá lugar en la fecha prevista y ha subrayado que votar “es una responsabilidad civil como ciudadano de Nigeria participar en la elección de los líderes”. “No puede haber elección sin votantes”, ha reseñado.
En un intento por reducir la incertidumbre, los 18 partidos políticos de Nigeria firmaron el miércoles un acuerdo en la capital, Abuya, comprometiéndose a aceptar los resultados de las elecciones o buscar medios legítimos para presentar sus quejas.
El acuerdo, el segundo de este tipo en los últimos cinco meses, fue aplaudido por el presidente estadounidense, Joe Biden, que destacó que todos los firmantes se comprometen así a “apoyar una transferencia pacífica de poderes”.
“Las elecciones son parte fundamental de una democracia funcional y todos los nigerianos merecen esta oportunidad de elegir su futuro de forma libre y justa”, apuntó, antes de pedir a la población que “haga que su voz sea escuchada” a través de las papeletas”.
VIOLENCIA Y CRISIS ECONÓMICA
Las elecciones tendrán lugar en medio de una grave crisis económica y una crisis a nivel de seguridad por el repunte de los ataques yihadistas y las operaciones de bandas criminales armadas, así como el resurgimiento del separatismo biafreño en el sureste.
Durante las últimas semanas se ha ahondado una crisis económica marcada por la escasez de combustible y de la nueva moneda local, recientemente rediseñada, lo que ha desencadenado protestas en varios puntos del país ante la incapacidad de parte de la población a la hora de obtener efectivo.
Así, se han registrado largas colas frente a numerosos cajeros en los que la población puede retirar únicamente unos 40 euros al día, lo que ha derivado en que algunas familias no tengan dinero suficiente para comprar comida o alimentos.
El problema deriva de que gran parte de la población entregó a los bancos sus billetes y monedas antiguos, mientras que no han podido recuperarlo en la nueva divisa por la escasez de billetes, lo que ha aumentado el malestar con Buhari, que ha ordenado que los billetes de 200 nairas, de baja denominación, sigan en circulación.
La crisis se suma a una inseguridad creciente en el noreste del país –sacudido por los ataques de Boko Haram y su escisión, Estado Islámico en África Occidental (ISWA)–, que se ha extendido además hacia otras zonas del norte, donde existen temores sobre su conexión con bandas armadas.
Asimismo, el sureste del país ha sido recientemente escenario de un aumento de ataques achacados al grupo separatista Pueblo Indígena de Biafra (IPOB), fundado por Nnamdi Kanu en 2014. El aumento de estos ataques ha derivado en un refuerzo de las operaciones de seguridad en esta zona del país, donde en 1967 fue proclamada la independencia de Biafra, lo que desencadenó una cruenta guerra civil que se prolongó por espacio de tres años y dejó más de un millón de muertos, la mayoría por hambre.
Por ello, las elecciones figuran como un momento crucial a la hora de consolidar la democracia en Nigeria, que hasta la fecha no ha registrado un periodo mayor de mandato civil sin interrupciones en su historia, especialmente ante el reciente incremento de los golpes de Estado militares en el continente.
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