Del ‘shock’ y el rechazo a pedir ayuda y asumir que “no hay nadie curado”: las víctimas relatan el día a día tras la tragedia
SANTIAGO DE COMPOSTELA, 16 (EUROPA PRESS)
Las secuelas físicas y psicológicas que sufren, 10 años después, los viajeros del tren Alvia que descarriló en la curva de Angrois protagonizan por tercer día consecutivo el juicio por el accidente, que se desarrolla desde octubre en la Cidade da Cultura, en Santiago, desde esta semana centrado en la reclamación civil por daños y perjuicios.
Una superviviente ha declarado este jueves que, como otros, desde entonces no ha vuelto a montar en ferrocarril, un medio de transporte en el que le “encantaba viajar” y que era el que le daba “más seguridad”.
Por las secuelas que sufre, ha quitado los espejos de su casa. “No puedo tener espejos porque verlo es recordarlo todos los días de mi vida”, ha relatado.
Como otros testigos que han comparecido desde este martes, esta víctima de la tragedia de A Grandeira se ha referido al “silencio de muerte absoluta” entre los vagones. También a los gritos de auxilio y en concreto a uno “cada vez más tenue hasta que se apagó”.
Del mismo modo, y ante las preguntas de su abogado, ha rememorado la “eternidad” de tiempo que tuvo la impresión de estar atrapada en un primer momento. “Para mí fue como una vida”, ha advertido, en semejanza a lo relatado por otros testigos. “Se me estaba yendo la vida, me estaba muriendo”, ha dicho entre sollozos.
Además, a las cuestiones del letrado que la representa, ha apuntado que recibió tratamiento durante meses y que lo ha retomado “a raíz de que saliera todo” en los medios de comunicación.
“NO PENSAR”
“Hacía mi vida normal. Intentando no pensar (…) Entiendo que estas cosas hay que solucionarlas internamente. Forma parte de mi forma de ser (…) Había que ir ‘palante’, es mi forma de entender la vida”.
De esta forma se pronunció al inicio de la sesión otra de las víctimas que desde este martes declaran en calidad de testigos para reclamar daños y perjuicios por los hechos, de los que están acusados, en la parte penal, el maquinista y el ex director de seguridad de Adif.
Este hombre, que no sufrió heridas de gravedad y de hecho ayudó a auxiliar a varios viajeros, ha afirmado que no pidió la baja médica después del siniestro ferroviario e intentó seguir su vida “normal”.
Sin embargo, durante su comparecencia, que inició tranquilo, ha roto a llorar en numerosas ocasiones para acabar confesando que “esto” le ha “superado”, pese a haber visto fallecidos durante su anterior vida profesional. El escenario de la curva de Angrois, donde murieron 80 personas y 140 resultaron heridas, no tenía “nada que ver”, según ha subrayado.
Aquel día, el 24 de julio de 2013, este ciudadano se había montado en el tren ya que estaba haciendo el Camino de Santiago. Viajaba con Cristóbal González, quien después del descarrilamiento se convirtió en presidente de la asociación de perjudicados que desde un primer momento se posicionó para pedir las indemnizaciones por lo sucedido.
“Aquí no hay nadie curado. Otra cosa distinta es que queramos seguir para adelante. Pero cada vez que recuerdo esto, que cada vez es más tiempo… No estoy curado. ¿Si voy al psicólogo? No voy al psicólogo”, ha expuesto, antes las preguntas del abogado que representa a la aseguradora de Adif.
La fase que ha iniciado esta semana el proceso judicial por la tragedia de A Grandeira es la relativa a la responsabilidad civil, que se dirige contra las aseguradoras de Renfe (QBE) y Adif (Allianz).
“QUIERE OLVIDAR”
La madre de otra superviviente ha comparecido más adelante en la sala de vistas y ha expuesto que su hija “quiere olvidar todo el proceso y el accidente y que se acabe cuanto antes”.
Esta víctima “era incapaz de trabajar” después del descarrilamiento. “No quería saber nada de nada. Yo claro, no la iba a llevar de la oreja, porque era mayor de edad. Casi no salió de casa. No hacía vida social. Le repercutió tanto que la vida social, de hecho, le resulta complicada”, ha explicado su progenitora.
La afectada ha relatado que aquel día terminaba su contrato como interina y que este no le fue reconocido como un accidente ‘in itinere’. Después, estuvo cuatro años sin trabajar porque “psicológicamente no podía volver”, puesto que “el destino implicaba desplazarse y tener la cabeza en condiciones”.
Pasado el primer año, fue llamada para trabajar y entonces se le reconoció la baja. “Su respuesta fue inhibirse totalmente de la realidad. No quiso saber nada”, ha ahondado su madre.
“Mi hija no habló nunca más del tema. Es muy introvertida”, ha proseguido. “Hay cosas que no me contó aún hoy, hace 10 años, qué es lo que vio al salir del tren. Es la forma que ella tiene de defenderse”, ha resumido.
“ESTÁS EN SHOCK”
Otra víctima ha narrado su dura experiencia: “Aunque te parezca que no necesitas ayuda, estás en shock”, ha señalado. Al principio, “quería recuperar” su vida, “olvidar y pensar que todo eso no había pasado”, ha afirmado.
Sin embargo, se ha mostrado agradecida a la persona que le convenció de recibir tratamiento psicológico, porque le “dio la vida”. “Necesitas ayuda, si no, no puedes salir de ahí. No estás preparado. Es imposible”, ha remarcado.
Por eso pidió “cita” a su seguro, puesto que “en ningún momento nadie” de la sanidad pública se puso en contacto con ella. “Atención cero. Yo me tuve que buscar la vida. Fui a mi seguro y les dije lo que me había pasado”, ha resaltado.
“UN MILAGRO”
Esta tercera jornada también han comparecido por videoconferencia los padres extranjeros de una víctima que falleció, en la que ha sido una breve intervención.
Otra madre que viajaba junto al que por entonces era su marido y sus dos hijos ha contado que ella iba “caminando entre vagones” momentos antes del descarrilamiento, porque lloraba la bebé y trataba de calmarla.
Por algo que ha atribuido a “un milagro”, la niña “se quedó dormida”. “Logré sentarme y en el momento en que me senté, pasó todo”, ha remarcado.
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