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Familias y negocios de Campo de Calatrava rozan el hartazgo por falta de agua potable y normalizan convivir con garrafas

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Decenas de garrafas de agua conviven con herramientas y conservas en cocheras, alacenas y sótanos de Almagro y Bolaños

CIUDAD REAL, 18 (EUROPA PRESS)

El agua embotellada se ha convertido en un añadido al gasto mensual de familias y negocios, en la savia que circula por las máquinas de café de bares y restaurantes y en el ingrediente esencial de unos simples macarrones hervidos en los fogones de miles de vecinos, que ansían la llegada de una tubería que les aporte agua de calidad.

“Estamos hartos. Con el agua que sale del grifo no te puedes lavar ni los dientes. Hay clientes de nuestra casa rural que han preguntado si es normal que les pique la boca después de cepillarse”, explica Sonia Soto, propietaria de un establecimiento rural y una peluquería en Almagro.

Cada día, esta almagreña tiene que convencer a sus clientas de que los tintes y productos que utiliza son de calidad y es la composición del agua la que hace estragos en el resultado final.

En agosto de 2020, los ayuntamientos de Almagro y Bolaños se vieron obligados a recurrir a pozos de emergencia para evitar restricciones en pleno verano ante la situación provocada por la sequía del embalse de la Vega del Jabalón, que abastece a una docena de poblaciones del Campo de Calatrava.

Almagro y Bolaños concentran más de la mitad de los 40.000 habitantes de estos pueblos y consumen el 65% de recursos hídricos de la zona, condicionada por el estado de la cuenca del Guadiana y del Acuífero 23.

La noticia de la apertura de sondeos en el campo cayó entonces como agua de mayo hasta la llegada de la solución definitiva, que pasa por conectar un ramal a la Tubería a la Llanura Manchega.

Casi dos años y medio después, el agua del grifo sigue procediendo de pozos y es agua ‘dura’, al presentar una cantidad elevada de sales, magnesio y calcio.

LOS BARES, TAMBIÉN AFECTADOS

En el Bar-restaurante El Gordo, en pleno corazón turístico de la provincia, la tarde está tranquila. Apenas un par de parejas alargan su café antes de volver a enfundarse el abrigo. Sus regentes, Raúl y Teresa Serrano Dotor, suspiran y en su rostro empieza a desdibujarse la sonrisa cuando se les pregunta por el agua.

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No dan crédito a lo que ocurre y se preguntan por qué no se han tomado las medidas con tiempo, cuando se veía venir que la comarca no podía beber de un pantano seco.

“Tenemos un problema muy gordo desde hace mucho tiempo. La tubería de la que hablan es una inversión enorme y ya veremos si llega, así que no sé qué vamos a hacer porque el agua subterránea se agota”.

En su bar de la plaza Mayor de Almagro tuvieron que construir un aljibe ante los continuos cortes en el suministro por las roturas de tuberías, debido a la presión que lleva el agua.

“Hemos tenido cuatro roturas en tres meses y de la última nos enteramos porque el recibo superó los 700 euros”, dice Raúl.

Su hermana Teresa recuerda que el agua de Almagro siempre ha sido mala, con mucha cal y cloro, pero desde hace unos años, además, “destroza todo lo que pilla”. “El agente de la aseguradora nos dijo que más del 80% de los avisos que tienen son por rotura de electrodomésticos”.

Cerca de allí en el Hotel Arte y Descanso reina el silencio en medio de una estancia con una iluminación cuidada, repleta de imponentes lienzos y esculturas, una gran mesa de madera y una máquina de agua mineral en el pasillo que conduce a las habitaciones.

Su regente, Nuria Rosell Sánchez, lamenta tener que avisar a los turistas del peculiar sabor que descubrirán en el agua. “Nos preguntan si es similar al agua de Vichy y me río por no llorar. Cuando la prueban, bajan a por agua de la máquina para lavarse los dientes”.

En su casa de Bolaños evita bañar a su hija pequeña con la frecuencia que lo haría en otras circunstancias, además de quejarse del resultado a la hora de hacer una colada de ropa blanca.

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“Sale manchada, y hemos tenido que cambiar dos veces la bomba de la aerotermia porque se obstruye por la cal, en los filtros se acumulan piedras, literalmente”, sostiene cansada de la situación.

LOS EFECTOS DE LA PRESIÓN Y LA CAL

El Acuífero 23 es un acuífero semiconfinado y carbonatado, de composición volcánica y se recarga tanto de forma superficial como subterránea.

“La presencia de mayor cantidad de materiales por encima del acuífero hace que la presión en el mismo sea mayor y, además, mayor que la atmosférica”, explica el almagreño Ismael Chaves, graduado en Ciencias Ambientales y con un máster en Geofísica y Meteorología.

Las secuelas de esta presión y de la dureza del agua se aprecian en los electrodomésticos, que ven disminuido su rendimiento.

“Cuando en nuestras casas lavamos superficies como grifos, mamparas o cristales y dejamos que se sequen solas vemos cómo aparecen manchas. Esto es el calcio que se ha quedado después de evaporarse el agua.

Después de ducharnos con agua dura, el jabón absorbe toda la humedad de la piel, percibiéndola seca, escamada o blanquecina e incluso llega a picarnos”, apunta Chaves, que lleva estudiando el problema del agua desde 2019, alertado por su color y sabor.

La Junta inauguró el pasado mes de julio en Bolaños, a cuatro kilómetros de Almagro, una planta de ósmosis. Una infraestructura que ha costado 750.000 euros para mejorar la calidad de agua que llega a los hogares.

LOS ELECTRODOMÉSTICOS, AFECTADOS

En esta localidad los suspiros de resignación se repiten cuando se habla de agua potable. Allí vive y trabaja Gerardo Díaz Fúnez.

Se dedica a la reparación y mantenimiento de electrodomésticos en los dos municipios y afirma que la vida de los aparatos que hagan uso del agua se ha visto reducida “entre un 30 y un 40%” y no ha mejorado con la nueva planta.

La cal, dice, ha sido siempre un problema, también cuando procedía del pantano, pero no con los niveles actuales y se suma a la alta presión con la que llega, provocando “un sufrimiento extra” en los aparatos.

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“La gente está tan acostumbrada que ya ni se queja, que se les rompe el termo del agua caliente lo cambian, en vez de repararlo”. En su casa instaló ósmosis pero el agua seguía saliendo con sabor y la llevó a analizar. “Nos dijeron que todos los parámetros estaban disparados y lo que hacemos es comprar, no nos fiamos del agua del grifo”, explica Fúnez.

A la empresa bolañega de asesoría agrícola Sercopag llegan muchas muestras de sondeos para analizar. Su propietaria, Ana Díez, advierte que en la mayoría se aprecia un alto contenido de restos de bacterias coliformes fecales y hay que clorarla.

“La planta de ósmosis no funciona del todo bien y el líquido viene a veces con altos niveles de hierro y magnesio y al mezclar las dos aguas, la del pozo de Almagro con la de Bolaños, empeora. Por eso la gente intenta consumir de sus sondeos, pero no siempre es apta para consumo humano”, añade.

El agua es tema de conversación. Mari Carmen Ureña recuerda la inversión que tuvieron que hacer hace nueve años en su casa de Almagro. “Nos gastamos unos 6.500 euros en una depuradora y ósmosis para filtrar el agua de la red, con lo que conlleva cambiar toda la instalación”.

Al principio les sirvió, pero desde hace más de dos años es imposible eliminar “el sabor a hierro y el fuerte olor”. “No puede pasar por más filtros y aun así no podemos ni cocinar con ella”, apunta esta almagreña, madre de tres niños. Su marido y ella consumen unas nueve garrafas de 8 litros semanales, gasto que se suma al recibo trimestral.

Aunque las últimas lluvias se han recibido con entusiasmo para la recarga del Acuífero, el pantano sigue seco y el agua se ha convertido ya en un quebradero de cabeza para miles de familias, que ansían la llegada de una solución definitiva a un problema que afecta a sus negocios y colma sus vidas con una pátina de impotencia y desesperanza que todo lo impregna.


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