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Un estudio insta a detectar la pérdida de olfato para predecir la fragilidad y el envejecimiento no saludable

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MADRID, 10 (EUROPA PRESS)

Investigadores del Johns Hopkins Medicine (Estados Unidos) han apuntado que la pérdida del sentido del olfato es un marcador predictivo de un mayor riesgo de fragilidad a medida que las personas envejecen.

Sobre la base de investigaciones anteriores que mostraban que la disfunción olfativa es un signo precoz común del deterioro cognitivo vinculado al cerebro, estos nuevos hallazgos, publicados en la revista científica ‘Journal of Gerontology’, sugieren que la relación con la fragilidad probablemente no se encuentre sólo en el cerebro, sino también en la propia nariz.

En su estudio, realizado con datos de casi 1.200 ancianos, los investigadores afirman que, si los resultados se confirman en otros estudios, evaluar la capacidad olfativa de los adultos mayores podría ser tan importante como evaluar la audición y la visión a lo largo del tiempo.

Los resultados del estudio analizaron la prevalencia de la fragilidad, un síndrome de deterioro fisiológico relacionado con la edad, junto con dos formas distintas de evaluar la capacidad olfativa: la sensibilidad olfativa (la capacidad de detectar la presencia de un olor) y la identificación olfativa (la capacidad de detectar y nombrar un olor).

La identificación olfativa es una medida central de la función olfativa, que se ha relacionado con la fragilidad y se basa en un procesamiento cognitivo de orden superior para interpretar y clasificar un olor. Esto sugiere que la función neurológica puede ayudar a explicar la relación entre olfato y fragilidad.

Sin embargo, los investigadores afirman que la capacidad de detectar un olor sin tener que recurrir a procesos neurológicos superiores y la relación entre la capacidad de detectar olores por sí sola y la fragilidad no se han estudiado suficientemente.

“Utilizamos nuestro sentido del olfato para identificar la amenaza de un incendio o para disfrutar de la fragancia de las flores en un día de primavera. Pero al igual que la vista y el oído, este sentido se debilita a medida que envejecemos”, ha afirmado el doctor Nicholas Rowan, autor correspondiente del estudio.

Los investigadores descubrieron que tanto el deterioro de la identificación olfativa como de las funciones de sensibilidad se asocian con la fragilidad, lo cual es interesante porque demuestra que no se trata sólo del envejecimiento del cerebro, sino que también puede ser algo periférico, como algo a nivel de la nariz que es capaz de predecir nuestra fragilidad y muerte inminentes.

Aunque estos hallazgos en adultos mayores se suman a la literatura que sugiere que el sentido del olfato puede ser un indicador de fragilidad y mortalidad inminente, la relación de estas pérdidas sensoriales únicas con el envejecimiento no saludable a lo largo del tiempo no está clara.

Según los investigadores, lo que está claro es que entre las consecuencias habituales de la pérdida de olfato figuran la pérdida de apetito, la dificultad para controlar la higiene personal, la depresión y la incapacidad para detectar emanaciones tóxicas.

En los adultos mayores, esto puede asociarse a pérdida de peso, desnutrición, debilidad, cuidado personal inadecuado e incluso posibles lesiones causadas por fugas de gas o incendios.

En Estados Unidos, se calcula que la población de ancianos se duplicará en las próximas tres décadas, lo que ha impulsado los esfuerzos por determinar qué ancianos tienen más probabilidades de sufrir fragilidad, un fuerte indicador de muerte inminente en comparación con los que no la padecen.

Para examinar la relación entre la fragilidad y la olfacción, el equipo de investigación analizó los datos de 1.160 adultos mayores inscritos en el Proyecto Nacional de Vida Social, Salud y Envejecimiento de Estados Undos entre 2015 y 2016. La edad media de los sujetos era de 76 años y el 55,7 por ciento eran mujeres. Los participantes fueron expuestos a cinco olores para medir la identificación olfativa y a seis olores para medir los niveles de sensibilidad. Los resultados se compararon con la puntuación de fragilidad del sujeto.

Los investigadores llegaron a la conclusión de que por cada aumento de un punto en las puntuaciones de identificación olfativa y sensibilidad, se producía una reducción significativa del estado de fragilidad, lo que implicaba que las mejoras en el olfato se asociaban con una mejora del estado de salud y la capacidad de recuperación de los mayores.

Por el contrario, cuanto peor era el sentido del olfato, más frágil era el sujeto, lo que sugiere que la pérdida de olfato puede ser un biomarcador medible y un factor de riesgo potencial de fragilidad en los adultos mayores.

Desde el punto de vista de la atención médica práctica, Rowan afirma que estos resultados significan que las pruebas olfativas podrían formar parte de los exámenes rutinarios como forma de identificar el riesgo de que una persona envejezca de forma poco saludable, y como indicador de si se necesitan pruebas adicionales de cognición y otras afecciones.

“Ya hacemos pruebas para evaluar lo bien que vemos u oímos, y es igual de fácil realizar una sencilla prueba olfativa que sólo lleva unos minutos, lo que podría utilizarse como una valiosa herramienta para evaluar el riesgo de fragilidad o envejecimiento no saludable. Por ejemplo, si alguien no supera una prueba olfativa, quizá deba mejorar su alimentación o someterse a un estudio neurológico o médico más detallado”, ha remachado Rowan.


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