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El arzobispo de Valladolid despide al Papa Benedicto XVI y agradece su vida “entregada” a la Iglesia

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VALLADOLID, 7 (EUROPA PRESS)

El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, ha despedido este sábado a Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI) y ha agradecido su vida “entregada” a la Iglesia en diferentes ministerios en una homilía celebrada en la Catedral de la capital vallisoletana.

Esta homilía ha contado con la presencia del presidente de la Diputación de Valladolid, Conrado Íscar, el arzobispo emérito de la Diócesis, el cardenal Ricardo Blázquez, y Francisco Javier Acero (Valladolid, 1973), nombrado el pasado 15 de septiembre por el papa Francisco obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de Méjico.

En este marco, Argüello ha agradecido el servicio de Ratzinger en diversos ministerios al servicio de la Iglesia “incluido el de ser el pastor supremo del rebaño de Cristo, siervo de los siervos de Dios”.

Del mismo modo, ha pedido a los asistentes orar por su entrada en el Reino de los Cielos y ha recordado las tres encíclicas publicadas por el Papa durante su pontificado: ‘Deus caritas est’ (2006), ‘Spe salvi’ (2007) y ‘Caritas in veritate’ (2009).

En este marco, el prelado ha señalado que la oración “agradecida y suplicante de la misericordia de Dios” congrega como pueblo santo que “se sabe confirmado en la fe, alentado en la esperanza y presidido en la caridad por Pedro y sus sucesores”.

Por esta razón, este sábado se ha celebrado el “misterio pascual de Jesucristo por uno de ellos, Benedicto XVI, que ha sostenido la marcha de la Iglesia, siendo ya papa emérito, con su vida de oración”.

“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva”, ha apostillado Luis Argüello.

De esta manera, el arzobispo de Valladolid ha asegurado que Joseph Ratzinger ha vivido esta experiencia de abandono en los diversos pasos de su vida de respuesta a la llamada del Señor y “de manera singular en esta última década, desde su renuncia a la sede de Pedro”.

SITUACIÓN ESPIRITUAL DEL MUNDO

No obstante, este hecho “también ha llamado la atención sobre la situación espiritual” del mundo que, “como el barro, se atreve a decir al alfarero: no me ha hecho, y añadir, ya como vasija, este, el alfarero, no entiende nada”.

Por ello, Argüello ha recordado que en el momento de la muerte de Jesús el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, de modo que se inaugura así un nuevo templo, el cuerpo marcado y resucitado de Cristo “que permite realizar el culto verdadero y nos introduce en la realidad del encuentro, de la unión del hombre con el Dios vivo”.

Sin embargo, el Señor “se nos ha adelantado y ha abierto el camino que nosotros no podíamos abrir porque no teníamos la fuerza suficiente para construir un puente hacia Dios”. “Él mismo se hizo puente y ahora se trata de que nosotros nos dejemos incorporar y transformar en ese ser para los demás”, ha continuado.

En esta línea, el arzobispo de la capital del Pisuerga ha insistido en que este es el “fundamento de nuestra vida”, puesto que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

El prelado también ha destacado que este encuentro lo han experimentado la mayoría de las personas “en sombras y en signos, peregrinando hacia el encuentro con el Rostro que ilumine y transforme nuestra vida para siempre”.

GRACIA E IGLESIA

En este sentido, el arzobispo ha señalado que el catecúmeno o sus padres y padrinos pueden responder: La Gracia, la incorporación a la Iglesia, la Vida eterna.

En relación con la gracia y, así, inaugurar un coloquio entre libertad y gracia, entre razón y fe, Luis Argüello ha subrayado que es “urgente” recuperar el “carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo”.

Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre, ha incidido, porque una luz “tan potente no puede provenir de nosotros mismos, ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios”.

Esto debido a que la fe “nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida”.

Asimismo, el prelado ha recalcado que la fe, “que se recibe de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta el camino en el tiempo”.

El segundo coloquio se ha centrado en torno a la entrada en la Iglesia, en tanto en cuanto esta es “un pueblo entre los pueblos”, puesto que la ‘mística’ del Sacramento “tiene un carácter social”, porque en la comunión sacramental la persona “queda unida al Señor como todos los demás que comulgan”.

“La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario”, ha sentenciado el arzobispo, Luis Argüello, para después añadir que, al mismo tiempo, la ‘caritas-agapé’ “supera los confines de la Iglesia, dado que la parábola del buen Samaritano sigue siendo el criterio de comportamiento y muestra la universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado quienquiera que sea”.

LA VIDA ETERNA

El tercer coloquio pronunciado por el sacerdote ha tratado la cuestión de la vida eterna, respecto a la cual ha destacado que este horizonte, anticipado en el sacramento, “sitúa a todos en un fecundo diálogo entre historia y vida eterna. Un diálogo atravesado y puesto a prueba por la realidad de la muerte”.

Así, por un lado, Argüello ha asegurado que nadie quiere morir, dado que “los que nos aman, sobre todo, no quieren que muramos, pero por otro lado, sin embargo, tampoco la gente desea seguir existiendo ilimitadamente, y tampoco la tierra ha sido creada con esta perspectiva”.

Entonces, “¿qué es realmente lo que queremos?”, se ha preguntado, cuestión que configura “una paradoja de nuestra propia actitud y suscita una pregunta más profunda: ¿qué es realmente la ‘vida’? Y ¿qué significa verdaderamente la eternidad?”.

“En el fondo queremos sólo una cosa, la vida bienaventurada, la vida que simplemente es vida, simplemente felicidad”, ha confesado el prelado, para después señalar que el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación “que comporta hechos y cambia la vida”.

Por último, el arzobispo de la capital vallisoletana ha indicado que quien tiene esperanza “vive de otra manera”, puesto que se le ha dado “una vida nueva” y la verdadera y gran esperanza del hombre “que resiste a pesar de todas las desilusiones, solo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo, hasta el total cumplimiento”.


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