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El catedrático emérito de Teología Gerardo del Pozo destaca a Benedicto XVI como “uno de los grandes predicadores de la historia”

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MADRID, 03 (SERVIMEDIA)

El catedrático emérito de Teología Sistemática V de la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso (UESD), Gerardo del Pozo Abejón, destacó la figura del papa Benedicto XVI como la de “uno de los grandes predicadores de la historia”.

En una entrevista a Servimedia para subrayar las líneas principales del pontificado de Joseph Ratzinger, el catedrático recordó que el Papa alemán ya indicó al inicio de su mandato que su “verdadero programa de gobierno” es “no hacer” su voluntad, ni seguir sus propias ideas: “Sino ponerme, junto a toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de modo que sea Él mismo el que conduzca a la Iglesia”.

“Benedicto XVI quiso imprimir esta orientación a su Pontificado: beber y ayudar a beber en las propias fuentes; hacer transparente que la Iglesia no es nuestra, ni siquiera del Papa, sino de Cristo, y orientar la mirada hacia donde Cristo vive hoy y donde los hombres pueden ser vivificados por él: la Palabra de Dios, la liturgia, la experiencia cristiana y el testimonio de los santos”, señaló Del Pozo Abejón.

“Otra orientación constante de su Pontificado es la incorporación de la reflexión y quehacer teológicos al ejercicio de su ministerio petrino. No es fácil encontrar otro Papa que, siendo ya Papa, haya escrito una obra comparable a ‘Jesús de Nazaret’, una especie de síntesis sapiencial, espiritual y pastoral de las reflexiones que le han acompañado siempre como cristiano, sacerdote y teólogo”, prosiguió el catedrático emérito.

El experto considera que también es una síntesis teológica, “en cuanto se hacen presentes en ella líneas de fuerza y temas de fondo de su trabajo teológico anterior”. “Puede hacerlo así sin solución de continuidad con su anterior dedicación a la teología porque como teólogo tampoco había pretendido elaborar un sistema propio ni ofrecer ideas propias. Sólo comprender la fe eclesial y servir a su trasparencia a partir de su núcleo cristológico, para darle fuerza y dinamismo. Esto se pone de manifiesto también en sus encíclicas sobre la caridad (‘Deus charitas est’), la esperanza (‘Spe salvi’), y la fe (‘Lumen fidei’), esta última preparada en gran medida por él, pero publicada y firmada ya por Francisco”.

“Pienso, no obstante, que Ratzinger ha sido sobre todo, también como Papa, maestro de la predicación cristiana”, remarcó. “En sus predicaciones ahora publicadas o accesibles en audios podemos admirar su vigor de pensamiento, su finura y elegancia espiritual e incluso su maestría literaria. Como sucede con sus obras más teológicas, en ellas se pone de relieve que no trata tanto de indoctrinarte o imponerte sus ideas, cuanto introducirte en la contemplación y participación en el misterio cristiano. Creo que pasará a la historia como uno de los más grandes predicadores de la Iglesia, a la altura de los dos Papa que han sido llamados Magnos, San León y San Gregorio, y de Inocencio III, que en su tiempo fue considerado también un gran Predicador, Magno”, subrayó.

DEL APÓSTOL AL PAPA DE LAS PERIFERIAS

El catedrático emérito de la UESD no quiso comparar la figura de Benedicto XVI con las de su predecesor, Juan Pablo II, y la de su sucesor, Francisco, en los que no encuentra “grandes diferencias” porque “los tres se nutren de la misma tradición y corriente de agua viva que brota de Cristo, riega y fecunda la historia a través de la Iglesia y llega así hasta hoy”.

“Prefiero hablar de acentos y carismas diversos que dibujan, eso sí, un perfil público diverso. Quizás en Juan Pablo II saltaba a la vista su voluntad apostólica de hacer presente el mensaje de Cristo en los areópagos de todo el mundo. En Benedicto XVI, su voluntad de que toda la actividad eclesial y toda vida cristiana estuvieran enraizadas y no se alejasen nunca de lo que Cristo nos enseña a través de la Escritura y nos comunica a través de los sacramentos de la Iglesia, sobre todo del Bautismo y la Eucaristía. Y en el Papa Francisco, su voluntad de que la Iglesia salga de sí misma hacia todas las periferias geográficas y existenciales, expresión que utilizó en la Congregación de Cardenales, previa a su elección papa y que probablemente influyeron en los Cardenales electores: ‘La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir a las periferias, no sólo geográficas, sino también a las periferias existenciales: donde reside el misterio del pecado, el dolor, la injusticia, la ignorancia, donde hay desprecio de los religiosos, del pensamiento y donde están todas las miserias'”.

El experto no advierte fallos en el papado de Joseph Ratzinger, “tampoco en el caso de los abusos en el seno de la Iglesia”. “Pienso que, como la mayoría de nosotros, también él tuvo un conocimiento progresivo de los hechos gravísimos y dolorosísimos que todos hemos conocido más tarde. Ahora todos vemos que se debió actuar antes contra esos abusos”, remarcó.

Para Gerardo del Pozo Abejón fue “providencial” que, “cuando explotó la cuestión de la pederastia de los sacerdotes, estuviera en la Sede de Pedro un papa con la sabiduría teológica y la hondura espiritual de Benedicto XVI”. “Ha ayudado a los cristianos y a los hombres en general a contemplar la Iglesia desde el centro cristológico y teológico de su misterio”, indicó.

LA IGLESIA NO ES DEL PAPA

“Su renuncia final a la Sede de Pedro y su retiro en el monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano para orar por la Iglesia y ejercer así espiritualmente su ministerio son actos cuasisacramentales y plenamente coherentes con la orientación que quiso imprimir a su Pontificado. Se trata de mostrar una vez más -y de modo incontrovertible- que la Iglesia es de Cristo y la lleva adelante Cristo, no el Papa”, insistió el estudioso de la Universidad San Dámaso.

“En un libro-entrevista con Peter Seewald había reflexionado y, en cierto modo, hipotizado lo se debería hacer el sucesor de Pedro si le faltaran las fuerzas para llevar a cabo su ministerio. El mundo contempló la renuncia con categorías de poder y de renuncia al poder. Él hizo un discernimiento en clave teológica y espiritual de servicio”, prosiguió Del Pozo.

El catedrático emérito también confesó a Servimedia una anécdota que le compartió un profesor del papa Benedicto XVI. “Un sacerdote alemán, que le había tenido de profesor el primer año de su docencia en Bonn, hace muchos años me hizo una apreciación que coincide con lo que he escuchado de otros alumnos suyos como por ejemplo Norbert Blüm, el que fuera ministro de trabajo dieciséis años con el Canciller Helmud Kohl: que las clases de Ratzinger les resultaban fascinantes por la profundidad y belleza del clima que se creaba en ellas”.

“Eran como experiencias de Tabor en las que uno se sentía tan gusto que quisiera prolongar en vez de volver a la vida ordinaria”, aseveró el teólogo, comparándolas con el pasaje del Evangelio en el que los discípulos de Jesús quieren continuar con su maestro en el monte Tabor por lo bien que se sentían.

“Había como una tensión o extrañamiento mutuo entre ese clima creado por la elegancia espiritual e intelectual de Ratzinger y el mundo real. Tensión y extrañamiento que se han puesto de relieve también entre el modo espiritual y teológico (expresado en latín) como él vivió su renuncia y el modo en clave de poder como los medios lo han interpretado a veces”, zanjó el catedrático emérito de Teología Sistemática V de la Facultad de la UESD.


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