ALBACETE, 27 (EUROPA PRESS)
“Crucé la frontera franco-española el 9 de febrero de 1939. Dos días después, el 11 de febrero, fui internado en el campo de concentración de Saint-Cyprien”. Así comienza el diario de José Joaquín Cortijo Fernández, natural del barrio de La Goleta, en la localidad albaceteña de La Roda.
Él fue –según el testimonio que relata a Europa Press Roger Cortijo, su sobrino nieto–, uno de los cientos de miles de personas que, en febrero de 1939, cuando las fuerzas del bando fascista consiguen entrar en Barcelona, cruzan a Francia a través del paso fronterizo que aún hoy une la localidad catalana de La Jonquera con la francesa Le Perthus.
Según datos del Museu Memorial de l’Exili de La Jonquera, de las casi 500.000 personas que se exiliaron en la conocida como ‘La Retirada’ en 1939, más de la mitad pasaron por allí.
José Joaquín Cortijo Fernández se alistó como miliciano tras el fracaso de la sublevación franquista en la provincia de Albacete y fue destinado a Teruel para luchar en las Fuerzas Aéreas del Ejército del gobierno de la República. Tras la victoria de Franco en la Batalla del Ebro se retira a Barcelona antes de huir a Francia.
DEL “INFIERNO SOBRE LA ARENA” A LA RESISTENCIA DE TARTONNE
Una vez en la República francesa, José Joaquín narra en su diario personal su paso por varios campos de concentración para acabar en el de Argèles-sur-Mer, ubicado en la playa de dicha localidad.
En este campo –que el fotógrafo Robert Capa describió como “un infierno sobre la arena”–, estuvieron internadas unas 100.000 personas que huían de España tras la victoria del golpe militar, según la Dirección General de Memoria Democrática del Gobierno catalán.
Ante la llegada de cientos de miles de republicanos españoles en 1939, el gobierno francés respondió con la construcción de campos de concentración por todo su territorio, la mayoría cerca de su frontera sur, en los que los refugiados sobrevivían en condiciones muy duras.
En diciembre de 1939 José Joaquín abandona el campo de concentración de Argèles-sur-Mer para ser integrado en distintas Compañías de Trabajadores Extranjeros, conocidas como CTE y rebautizadas durante el régimen de Vichy como Grupos de Trabajadores Extranjeros (GTE).
Tras la firma del armisticio con la Alemania nazi, muchos de los refugiados españoles en Francia son enviados a campos de concentración alemanes. Para evitar que esto le suceda, José Joaquín Cortijo se une a un grupo de maquis de resistencia en Tartonne, en los Bajos Alpes.
Después de formar un destacamento guerrillero junto a otros siete españoles y tres franceses durante un tiempo y trabajar en una mina bajo una identidad falsa, se esconde en Peyruis, donde el ejército estadounidense entra en septiembre de 1944 y, como relata en su diario, recuperó su libertad “por primera vez desde que estaba en Francia”.
José Joaquín falleció en Marsella el 2 de noviembre de 1976, a los 64 años, a cuatro meses de su jubilación. Nunca volvió a España.
SOCIALISTA, SINDICALISTA Y MILICIANO
Francisco Cortijo Fernández, hermano de José Joaquín, ya militaba en el PSOE y la UGT de La Roda antes del golpe militar.
Después de julio de 1936 continúa ostentando diferentes cargos. Fue miembro del comité de enlace del Frente Popular, consejero municipal por UGT en el Ayuntamiento de La Roda como responsable de la Comisión de Abastos, presidente de la Cooperativa Agrícola y miembro también de la Comisión de las fincas incautadas y colectivizadas.
Como consejero municipal, en octubre de 1936 forma parte de la delegación del PSOE rodense que acude a recibir al primer grupo de las Brigadas Internacionales que llega a la estación de Albacete y durante los años de la guerra coincide con varios altos cargos del gobierno republicano.
En 1938 se incorpora al Ejército Popular para luchar en las trincheras de Madrid, donde se encuentra cuando la victoria del fascismo se hace efectiva con la toma de la capital. Allí vive una década en el barrio de Usera, trabajando en un arenero bajo una identidad falsa.
Los nombres tanto de Francisco como de su hermano José Joaquín aparecen en un documento de personas desaparecidas buscadas por la Falange de La Roda, y varias veces los franquistas registran su casa en busca de alguna pista de su paradero, según relata el nieto de José Joaquín.
Como represalia, Anselma López Simarro es condenada a tres años de cárcel por el hecho de ser su esposa, cumpliendo la mitad de la condena en la prisión de La Roda y la otra mitad en libertad vigilada.
Cuando en la primavera de 1949 los republicanos pierden toda esperanza de que Estados Unidos o Naciones Unidas vaya a contribuir al derrocamiento de la dictadura de Franco –que en el contexto de la Guerra Fría era un aliado en la lucha contra el comunismo–, Francisco Cortijo decide seguir los pasos de su hermano y cruza Los Pirineos acompañado de un guía, atravesando la frontera por Andorra el 16 de abril de 1949. En el lado francés, José Joaquín acude a recibirlo.
Un año después, su mujer Anselma y sus dos hijos abandonan La Roda para reunirse con él y comenzar una nueva vida en Francia. Allí, Francisco logra obtener el estatuto de refugiado político, trabaja como obrero agrícola hasta su jubilación en 1971 y continúa militando en las filas de la UGT y el PSOE.
Según el relato de su familia, siempre pensó en volver a La Roda con su mujer, pero esa idea se esfumó tras el fallecimiento de esta en 1973.
Con la muerte de Franco y la llegada de la Ley de Amnistía, pudo regresar a su pueblo natal en varias ocasiones antes de fallecer en Aix-en-Provence en diciembre de 1993 a los 87 años de edad.
ESPAÑOLES AL EXILIO POR CATALUÑA
Como él, muchas personas continuaron huyendo del Estado español tras la victoria franquista y la instauración de la dictadura militar. Las principales ‘rutas del exilio’ se encontraban en la frontera terrestre con Francia. Algunas son célebres por distintos motivos.
El paso fronterizo de Coll de Lli, que une el pueblo catalán de La Vajol con la localidad francesa de Maurellais-les-Illes, no es una de las rutas por las que cruzó un mayor número de personas, pero destaca por ser testigo de la salida del gobierno de la República y la Generalitat el 5 de febrero de 1939.
Muy cerca de este paso se encuentra la masía de Can Barris, que fue la última sede de la presidencia de la República; así como la Mina Canta o d’en Negrín, confiscada a la familia Canta por el entonces presidente de la República para construir un búnker donde salvaguardar parte del patrimonio artístico y cultural nacional, junto con los lingotes de oro y plata del Banco de España.
Otra ruta destacada, por la que la Generalitat calcula que unas 100.000 personas se exiliaron a Francia en 1939, es el paso fronterizo de Coll des Belitres (actualmente abandonado), el más oriental entre ambos países, que une la ciudad catalana de Portbou con la francesa Cerbère.
Por su localización, Portbou vivió el exilio antifascista en ambos sentidos, y fue el lugar donde el filósofo Walter Benjamin cruzó desde Francia huyendo del nazismo y donde fue enterrado.
Tras atravesar la frontera a Cerbère, la ruta continua por la costa hasta Colliure, donde se encuentra la tumba del poeta Antonio Machado, que murió poco después de exiliarse en Francia.
Machado, José Joaquín o Francisco Cortijo Fernández son solo ejemplos de los cientos de miles de personas que se vieron obligadas a huir de España a raíz de la victoria del golpe de Estado militar y las posteriores cuatro décadas de régimen dictatorial.
Quienes se quedaron corrieron peor suerte. Según la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, España es el segundo país del mundo en número de desaparecidos después de Camboya, con más de 114.000 hombres y mujeres en fosas comunes.
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