MADRID, 16 (EUROPA PRESS)
La propensión de las mujeres a depositar más grasa en lugares como las caderas, las nalgas y la parte posterior de los brazos, la llamada grasa subcutánea, es protectora contra la inflamación cerebral, que puede provocar problemas como demencia e ictus, al menos hasta la menopausia, según un estudio del Medical College of Georgia (Estados Unidos).
Los varones de cualquier edad son más propensos a depositar grasa alrededor de los órganos principales de la cavidad abdominal, lo que se conoce como adiposidad visceral, que es mucho más inflamatoria. Y, antes de que las mujeres lleguen a la menopausia, se considera que los varones corren un riesgo mucho mayor de sufrir problemas relacionados con la inflamación, desde infartos de miocardio hasta derrames cerebrales.
“Cuando la gente piensa en la protección de las mujeres, lo primero que piensa es en el estrógeno. Pero tenemos que ir más allá de la idea simplista de que todas las diferencias sexuales implican diferencias hormonales y exposición hormonal. Tenemos que pensar más a fondo en los mecanismos subyacentes de las diferencias sexuales para poder tratarlas y reconocer el papel que desempeña el sexo en los distintos resultados clínicos”, ha comentado Alexis M. Stranahan, líder del estudio, que se ha publicado en la revista científica ‘Diabetes’.
La dieta y la genética son otros factores probables que explican las diferencias ampliamente asignadas al estrógeno, según Stranahan, que apunta que los hallazgos son “potencialmente revolucionarios y ciertamente sorprendentes”.
Para saber más sobre cómo se inflama el cerebro, los investigadores observaron los aumentos en la cantidad y localización del tejido adiposo, así como los niveles de hormonas sexuales y la inflamación cerebral en ratones machos y hembras en diferentes intervalos de tiempo a medida que engordaban con una dieta rica en grasas.
Dado que, al igual que en las personas, las hembras de ratón obesas tienden a tener más grasa subcutánea y menos grasa visceral que los machos, los investigadores pensaron que los patrones distintivos de grasa podrían ser una razón clave de la protección frente a la inflamación de la que disfrutan las hembras antes de la menopausia.
Volvieron a encontrar los patrones distintivos de distribución de la grasa en machos y hembras en respuesta a una dieta rica en grasas. No encontraron indicadores de inflamación cerebral o resistencia a la insulina, que también aumentan la inflamación y pueden conducir a la diabetes, hasta después de que los ratones hembra llegaran a la menopausia. A las 48 semanas, aproximadamente, cesa la menstruación y la posición de la grasa en las hembras empieza a cambiar un poco, para parecerse más a la de los machos.
A continuación, compararon el impacto de la dieta rica en grasas, que se sabe que aumenta la inflamación en todo el cuerpo, en ratones de ambos sexos tras una intervención quirúrgica, similar a una liposucción, para eliminar la grasa subcutánea. No hicieron nada que interfiriera directamente con los niveles normales de estrógeno, como extirpar los ovarios.
La pérdida de grasa subcutánea aumentó la inflamación cerebral en las hembras sin mover el dial de sus niveles de estrógeno y otras hormonas sexuales.
En resumen: la inflamación cerebral de las mujeres se parecía mucho más a la de los hombres, incluidos los mayores niveles de promotores clásicos de la inflamación como las proteínas de señalización IL-1B y TNF alfa en el cerebro.
“Cuando eliminamos la grasa subcutánea de la ecuación, de repente los cerebros de las mujeres empezaron a mostrar la misma inflamación que los cerebros masculinos, y las mujeres ganaron más grasa visceral. En cierto modo, todo se desvió hacia ese otro lugar de almacenamiento. La transición se produjo en unos tres meses, lo que equivale a varios años en tiempo humano”, dice Stranahan.
En comparación, sólo después de la menopausia, las hembras a las que no se eliminó la grasa subcutánea, pero que seguían una dieta rica en grasas, mostraron niveles de inflamación cerebral similares a los de los machos.
Cuando se eliminó la grasa subcutánea de ratones que seguían una dieta baja en grasas a una edad temprana, desarrollaron un poco más de grasa visceral y un poco más de inflamación en la grasa. Pero Stranahan y sus colegas no observaron indicios de inflamación en el cerebro.
Una de las lecciones del estudio es que el índice de masa corporal (IMC), que simplemente divide el peso por la estatura y se utiliza habitualmente para indicar el sobrepeso, la obesidad y, en consecuencia, el mayor riesgo de padecer enfermedades, probablemente no sea una herramienta muy significativa.
Por ello, proponen como indicador “también fácil y más preciso” del riesgo metabólico y, potencialmente, de la salud cerebral, es el cociente cintura-cadera, también fácil de calcular. “No podemos limitarnos a decir obesidad. Tenemos que empezar a hablar de dónde está la grasa. Ese es el elemento crítico”, afirma Stranahan.
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