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Puente de la Constitución y Navidad en Vivanco, elegido como uno de los 50 proyectos enológicos más asombrosos del mundo

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LOGROÑO, 27 (EUROPA PRESS)

A veces, el destino por descubrir está mucho más cerca de lo que soñamos. La Bodega y el Museo Vivanco de la Cultura del Vino han sido reconocidos, un año más, como uno de los destinos más asombrosos del mundo.

Entre las 50 experiencias en torno al vino más singulares de los cinco continentes, y tras el reconocimiento en 2019 y 2020, Vivanco se cuela de nuevo en la prestigiosa lista Top 50 del World’s Best Vineyards.

Una ‘wish list’ que todo viajero y amante del vino desearía tachar, ya que entre estos destinos con alma de vino se encuentran iniciativas francamente impresionantes, en países como Italia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, EEUU, Austria, Grecia o Australia. También España y, concretamente en La Rioja, donde por cierto se creó la primera DOCa.

DEL ANTIGUO EGIPTO A UN VINO CON VISTAS, VIVANCO PARA CURIOSOS

En el Antiguo Egipto el vino adquiría tintes mágicos. La época de la recolección coincidía con un Nilo crecido que inundaba la tierra y llenaba de vida los cultivos de la población. Las aguas eran rojas, no tanto por deseo de los dioses, sino porque el caudal procedía de las montañas del norte de Etiopía. Ese color asociado al vino era sinónimo de prosperidad para los habitantes. Algunos de ellos se dedicaron, al menos desde el 4.000 aC, a labores vitivinícolas.

Las uvas se recogían de los emparrados, que solían tener forma de bóveda, y se depositaban en cestos de mimbre para evitar que la fermentación del mosto que escapaba de la uva dañara al resto de los racimos. El Jefe de Vendimia cataba la uva, controlaba la vendimia y anotaba la fecha en la que se producía.

Una vez en el lagar, media docena 6 hombres, atados con cuerdas a una viga suspendida sobre dos columnas, comenzaban el pisado de la uva con la seguridad de no caerse al resbalar, o por el efecto de los gases al pisar los frutos.

El Museo Vivanco expone en su Sala 4 un Vaso de fayenza para beber vino y ofrendas rituales que data del Imperio Nuevo del Antiguo Egipto, con el cartucho del Faraón Ramsés II visible. Pensar, tal y como señala Santi Vivanco, presidente de la Fundación Vivanco, que de este vaso pudo beber el gran Ramsés o alguien de su familia, es increíble.

UN SACACORCHOS PARA ABOTONAR UN CORSÉ

Entre las más de 6000 piezas expuestas permanentemente en sus cinco salas expositivas, si algo se puede saciar es la sed de curiosidad. Contigua a la Sala 4, la dedicada al arte de todos los tiempos, con obras faraónicas y otras de autores como Picasso, Chillida, Sorolla e incluso Andy Warhol, se encuentra toda una leyenda en torno al vino. Rafael Vivanco, enólogo de Bodegas Vivanco, es el principal impulsor de una de las mayores colecciones de sacacorchos expuestas al público en la Sala 5, con más de 3.500 referencias.

Este utensilio tan natural en nuestra vida cotidiana y nuestra cultura, fue en sus inicios un artículo de lujo reservado para la aristocracia y la realeza. Descorchar una botella era un arte, un distintivo de la sociedad que combinaba los materiales más insospechados, dependiendo del país de fabricación, corrientes artísticas y la propia creatividad del artista.

La historia del sacacorchos se inicia a finales del siglo XVIII, cuando se empiezan a embotellar los primeros vinos: una exquisitez de las clases altas, ya que el pueblo llano se debía conformar con el vino a granel. Inglaterra marca el punto geográfico donde aparecen los primeros descorchadores, ya que en aquella época dicho país importaba mucho vino y, a su llegada, se embotellaba para su distribución posterior entre los estratos más elevados.

En España y el sur de Francia, sin embargo, la nobleza tenía sus propios viñedos y cosechas, un símbolo de estatus. Este utensilio se convirtió, en muchos casos, en auténticas joyas de orfebrería que hoy reflejan parte de la cultura, la historia, los usos y las costumbres de cada país. Algunos, por ejemplo, se realizaban con maderas tropicales, nobles y de mucha dureza, que se importaban de las colonias.

Uno de ellos es un sacacorchos de bolsillo tipo arco, de la Casa Real francesa, elaborado en plata y acero, y datado en la corte del siglo XIX. Aparece la corona, la flor de lis que representa a los Borbones franceses y una decoración muy exclusiva floral, todo en plata. La peculiaridad de esta pieza es su carácter multiusos: además de la hélice aparece una especie de gancho que se usaba para estirar y abrochar los botones de los corsés, que en aquella época contenían una especie de lazo.

Un ejemplo de que los sacacorchos se adaptaban a los gustos de las damas, porque además de la decoración detallista y vegetal, la hélice de pequeño tamaño podía abrir no sólo botellas de vino, sino pequeños frascos de perfume y medicinas. Además, el sacacorchos tiene una especie de arandela que permitía su uso como colgante.

Son tan solo dos aperitivos de lo que espera en este destino donde la naturaleza, el viñedo y uno de los pueblos más bonitos de España (ese es el título de la villa medieval de Briones) son el contexto en el que cada mañana se despierta Vivanco. Los días soleados son como un paréntesis ajeno al mundanal ruido y las brumas matutinas, que contribuyen al carácter de los vinos elaborados, mimados e investigados por el enólogo de la Familia Vivanco, hacen aún más bucólico el viñedo y la arquitectura de la Bodega y del Museo Vivanco de la Cultura del Vino, reconocido por la UNESCO como el mejor del mundo en su categoría.

Una experiencia emocionante que culmina con una degustación de vinos en la Sala de Catas, con vistas al viñedo, en el restaurante panorámico Vivanco o en un paseo por el Jardín de Baco, entre variedades de los cinco continentes.


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