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Un estudio vincula el asma persistente con mayor acumulación de placa en las arterias que conducen al cerebro

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MADRID, 23 (EUROPA PRESS)

Los adultos con asma persistente pueden tener un mayor riesgo de sufrir un ataque al corazón o un ictus debido a la acumulación excesiva de placa en las arterias carótidas, según un estudio publicado este miércoles en ‘Journal of the American Heart Association’, una revista de acceso abierto y revisada por expertos de la Asociación Americana del Corazón.

Las personas que participaron en el estudio tenían más acumulación de placa en las arterias carótidas, grandes arterias situadas en el lado izquierdo y derecho del cuello que llevan la sangre al cerebro, en comparación con las personas sin asma.

El asma es una enfermedad respiratoria que provoca la inflamación de las vías respiratorias de una persona (a menudo debido a reacciones alérgicas), lo que dificulta la respiración. Se sabe que la inflamación crónica a lo largo del tiempo contribuye a la acumulación de placas en las arterias, lo que se conoce como aterosclerosis, y se asocia a un mayor riesgo de ruptura de las placas, lo que desencadena un ataque al corazón o un derrame cerebral.

“Muchos médicos y pacientes no se dan cuenta de que la inflamación asmática de las vías respiratorias puede afectar a las arterias, por lo que para las personas con asma persistente, abordar los factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular puede ser realmente útil. La presencia y la carga de la placa de la arteria carótida es un fuerte predictor de futuros eventos cardiovasculares”, ha comentado el autor principal del estudio, Matthew C. Tattersall, profesor asistente en el Departamento de Medicina de la Universidad de Wisconsin en Madison (Estados Unidos).

Para este análisis, los investigadores utilizaron los datos de los participantes inscritos en el estudio Multi-Ethnic Study of Atherosclerosis (‘MESA’) para examinar la posible asociación entre el asma y la placa de la arteria carótida.

El ‘MESA’ es un estudio de investigación de casi 7.000 adultos que comenzó en el año 2000 y que aún hoy sigue a los participantes en seis lugares de Estados Unidos: Baltimore, Chicago, Nueva York, el condado de Los Ángeles (California), el condado de Forsyth (Carolina del Norte) y St Paul (Minnesota). En el momento de la inscripción, todos los participantes en el ‘MESA’ estaban libres de enfermedades cardiovasculares.

Los investigadores revisaron los datos sanitarios de 5.029 adultos, con una edad media de 61 años, que presentaban factores de riesgo iniciales de enfermedad cardiovascular y de los que había datos de ecografía carotídea. El grupo de participantes es diverso: el 26 por ciento de los adultos se autoidentificó como afroamericano, el 23 por ciento como hispano y el 12 por ciento como chino. Además, más de la mitad del grupo (53%) eran mujeres.

Los participantes en la cohorte de este análisis se clasificaron como asmáticos persistentes, asmáticos intermitentes o no asmáticos. El subgrupo con asma persistente, definido como el que utiliza medicamentos de control diarios para controlar los síntomas del asma, estaba formado por 109 participantes; el subgrupo con asma intermitente, definido como un historial de asma pero que no utiliza medicamentos diarios para controlar los síntomas del asma, estaba formado por 388 participantes; y el resto de participantes no tenía asma.

Al inicio del estudio, todos los participantes se sometieron a una ecografía de las arterias carótidas izquierda y derecha para identificar cualquier placa en la arteria carótida. La puntuación total de la placa definió el número de placas en las paredes de ambas arterias carótidas. También se midieron los niveles en sangre de los biomarcadores inflamatorios interleucina-6 (IL-6) y proteína C reactiva (PCR) al inicio del estudio.

El análisis reveló que la placa carotídea estaba presente en el 67 por ciento de los participantes con asma persistente y en el 49,5 por ciento de los que tenían asma intermitente. Los que tenían asma persistente tenían una media de dos placas carotídeas, y los que tenían asma intermitente alrededor de una placa carotídea. Además, la placa carotídea estaba presente en el 50,5 por ciento de los participantes sin asma, con una media de una placa carotídea.

Tras ajustar la edad, el sexo, la raza, el peso, otras condiciones de salud, el uso de medicamentos recetados y el tabaquismo, los participantes con asma persistente tenían casi el doble de probabilidades de tener placas en las arterias carótidas que los que no tenían asma.

En comparación con los participantes sin asma, los que tenían asma persistente presentaban niveles más altos de biomarcadores inflamatorios. Los investigadores descubrieron que la contabilización de la IL-6 y la PCR en el análisis completamente ajustado no redujo la asociación entre el asma persistente y la placa de la arteria carótida.

“Este análisis nos indica que el mayor riesgo de placas carotídeas entre las personas con asma persistente probablemente esté afectado por múltiples factores. Los participantes que padecen asma persistente tenían niveles elevados de inflamación en la sangre, aunque su asma fuera tratada con medicación, lo que pone de manifiesto las características inflamatorias del asma. Sabemos que los niveles más altos de inflamación conducen a efectos negativos en el sistema cardiovascular”, ha resaltado Tattersall.

En 2019, la Asociación Americana del Corazón publicó unas directrices para la prevención primaria de las enfermedades cardiovasculares que incluían varios trastornos inflamatorios, como la artritis y el lupus, como factores de riesgo cardiovascular.

“El mensaje más importante de nuestros hallazgos es que las formas más significativas de asma se asocian con más enfermedades cardiovasculares y eventos cardiovasculares. Abordar los factores de riesgo cardiovascular mediante ajustes en el estilo de vida y el comportamiento puede ser una poderosa herramienta preventiva para los pacientes con formas más graves de asma”, ha remachado Tattersall.


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