Toques de ‘clown’, una gran plasticidad y una composición escénica más propia del teatro aderezan esta “fantasía cómica en cinco actos”
VALLADOLID, 27 (EUROPA PRESS)
Una sonora y disparatada comedia con toques de ‘clown’ y una gran plasticidad sobre la convivencia y la cotidianidad durante el confinamiento forman los ingredientes de ‘Clementina’, película argentina que se ha presentado este jueves en la Sección Oficial de la 67 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci).
Esta “fantasía cómica en cinco actos” se sitúa en el invierno austral (entre agosto y septiembre) de 2020, un año marcado por la pandemia que encontró viviendo juntos y con una relación que daba sus primeros pasos a Agustín Mendilaharzu y Constanza Feldman, los cuales decidieron entonces convertirse en directores y dibujar en su ópera prima, a modo de obra de teatro, esta sucesión de sainetes con cantidad de situaciones hilarantes provocadas por los protocolos sanitarios y la psicosis social del momento.
“Al intuir lo que venía con la pandemia decidimos meter una cámara en el departamento, extrañábamos nuestros trabajos y decidimos comenzar a experimentar con la cámara”, ha señalado Mendilaharzu en una rueda de prensa telemática desde Argentina, de donde la pareja no ha podido viajar a Valladolid por el avanzado estado del embarazo de Feldman.
Asimismo, ha reconocido que el argumento surgió de situaciones “disparatadas pero reales” que surgieron en su edificio durante aquellas semanas. A partir de ahí, ha aclarado Feldman, la historia se ha ido cargando de ficción hasta configurar el resultado final, que supuso la adaptación a largometraje de lo que nació como una par de cortos para una serie web.
Números casi acrobáticos en ocasiones, reforzadas por efectos sonoros estridentes a ratos y no siempre aptos para oídos sensibles, así como música medieval como banda sonora acompañan a Clementina (Constanza Feldman) y su novio, a quien da vida Agustín Mendilaharzu, en esta aventura porteña en el Covid.
El peso de la actuación recae sobre Feldman, quien debe asumir el control de las situaciones que se van originando ante un novio algo infantil con una ansiedad social que lo lleva a huir y esconderse constantemente y que apunta, tal vez, a un incipiente síndrome de Diógenes.
Esta personalidad titubeante y desdibujada de él es traslada también a la cámara, con planos que siempre desenfocan a Mendilaharzu –a la sazón director de fotografía de la película– cuando no lo sacan de espaldas o de perfil.
“Yo manejaba la cámara, por eso aparezco poco”, ha explicado el codirector y coprotagonista, tras lo que ha añadido que llegado el momento en que ambos debían aparecer en el cuadro, prefirieron mantenerse fieles a la idea original y no recurrir a otro operador, lo que obligaba a utilizar planos fijos con diafragmas muy abiertos y luz natural, con lo que si su compañera en la producción aparecía enfocada, él debía hacerlo desenfocado. “Decidimos convertir esa circunstancia azarosa en algo a potenciar”, ha sentenciado.
ARGUMENTO
La trama de esta película –galardonada con los premios a Mejor Largometraje, Gran Premio y Premio del Público en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici)– comienza en un destartalado apartamento de Buenos Aires lleno de cachivaches inservibles acumulados por el novio de Clementina y, para colmo, se encuentra en plena reforma. A esto se sumarán los problemas de conservación del edificio, ubicado en el barrio de Chacarita de la capital argentina.
Favores familiares y mudanzas se colarán también en los episodios cómicos de la cinta, de 109 minutos, junto con situaciones vividas no hace tanto tiempo por culpa del confinamiento y contadas en clave de humor, como panaderos amateur, escenas caóticas provocadas por el empeño de mantener la distancia de seguridad, gel hidroalcohólico en cantidades generosas, desinfección obsesiva de pomos y tiradores y muchas mascarillas (‘barbijo’ en el habla de Argentina).
Sobre este punto, Agustín Mendilaharzu ha defendido que “en un mundo intelectual y políticamente sano debería poder hacerse comedia de cualquier cosa”, aunque sí ha reconocido que algunos puntos del diálogo se modificaron para evitar herir sensibilidades.
Junto a Feldman y Mendilaharzu –responsables también del guión–, conforman el elenco de esta ópera prima que compite en Sección Oficial y aspira también al Premio Fundos a la Innovación Social los actores Juan Barberini, William Prociuk, Bárbara Massó, Laura Paredes, Horacio Marassi y Alejo Moguillansky.
Producida por Laura Citarella, Ingrid Pokropek de El Pampero Cine, ha tenido a cargo del montaje a Miguel de Zuviría, a Federico Esquerro y Marcos Canosa en el sonido y a Gabriel Chwojnik en la parte musical.
LOS DIRECTORES
Agustín Mendilaharzu (Buenos Aires, 1975) es dramaturgo y cineasta. Miembro de El Pampero Cine, fotografió ‘La flor’ (2018), ‘Ostende’ (2011), ‘El escarabajo de oro’ (2014) e ‘Historias extraordinarias’ (2008), que también coprotagoniza. En 2021 realizó junto a Mariano Llinás y Pablo Dacal el documental ‘Corsini interpreta a Blomberg y Maciel’, ganador del Segundo Premio de Tiempo de Historia en la 66 Seminci. Por su parte, Constanza Feldman (Tandil, 1986) es bailarina, actriz y coreógrafa, sin experiencia previa en cine antes de la pandemia.
La presentación de ‘Clementina’ en la 67 Seminci ha estado precedida por la proyección del cortometraje rumano ‘Los potemkinistas’, de Radu Jude, un homenaje paródico al Acorazado Potemkin y su relación con Rumanía, donde recibieron asilo político en 1905.
La cinta, de 18 minutos, realiza también una sátira del mundo del arte o la política, con alusiones que tras el estallido de la guerra en Ucrania cobran un nuevo sentido aunque, como recalca el corto al inicio, éste fue rodado en 2021, antes de que se produjera la invasión rusa.
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