MADRID, 26 (EUROPA PRESS)
Acostarse tarde, dormir poco o tener un sueño de mala calidad se asocian significativamente con una baja adherencia a la dieta mediterránea y con un mayor índice de masa corporal (IMC), la relación entre el peso y la altura en menores, según nn estudio desarrollado por el Departamento de Nutrición, Ciencias de la Alimentación y Gastronomía de la Universitat de Barcelona.
La investigación, realizada con el patrocinio de la marca de leches infantiles Blemil de Laboratorios Ordesa, ha evaluado el impacto de los horarios de sueño en la alimentación y la actividad física de más de 500 niños y niñas en edad escolar (5 a 12 años).
Los resultados han confirmado que los niños que duermen menos horas consumen con mayor frecuencia dulces y golosinas, por lo que su alimentación es menos saludable que aquellos con buenos hábitos de sueño.
Y es que, según la Asociación Mundial de Medicina del Sueño (WASM), los problemas de sueño constituyen una epidemia global que amenaza la salud y la calidad de vida de más del 45% de la población mundial. La falta de sueño tiene impactos altamente perjudiciales para la salud, tanto a nivel físico como mental y, además, la falta de sueño o un sueño de mala calidad puede inducir a que comamos peor.
Los resultados apuntan que “la relación entre el sueño y la obesidad también está influenciada por el comportamiento alimentario, que es el que conduce nuestras elecciones sobre qué y cuánto comer”, señala la doctora Maria Fernanda Zeró, una de las autoras del estudio. Asimismo, se encontró una asociación estadísticamente significativa entre acostarse tarde y el hábito de saltarse el desayuno.
“Esto está en línea con otros estudios, en niños y adolescentes, que demuestran que los que se acuestan tarde prefieren dormir más en lugar de desayunar”, señala otra de las autoras, la doctora Maria Izquierdo.
Las autoras concluyeron que “cuánto mayores son los problemas de sueño, mayores son también las probabilidades que tienen los niños de comer más cuando están expuestos a alimentos apetecibles y, por tanto, presentar un mayor IMC”.
Estos resultados son coincidentes con otros trabajos de investigación en adultos, los cuales también demuestran que los comportamientos alimentarios que promueven la ingesta de alimentos (como la alimentación emocional) tienen un impacto significativo en la relación que tienen el sueño y la obesidad.
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