MADRID, 14 (SERVIMEDIA)
La organización ecologista Greenpeace alertó este miércoles del peligro de “chapapote de monte” por la contaminación del agua de lluvia en zonas incendiadas y demandó medidas para paliar esta situación.
Ante el comienzo del otoño meteorológico y las actuales lluvias en algunas zonas afectadas por los incendios forestales durante el verano, Greenpeace consideró necesario tomar “medidas urgentes” para proteger el suelo en las superficies forestales arrasadas, minimizar los procesos erosivos, evitar la contaminación de cursos de agua y garantizar el abastecimiento de agua potable en muchas localidades que dependen de aguas superficiales.
Greenpeace destacó que 2022 es el peor año en materia de incendios forestales desde hace décadas, con 54 grandes fuegos y una superficie quemada cercana a 300.000 hectáreas.
Por ello, abogó por tomar las precauciones necesarias para evitar que se produzca la contaminación de las aguas de los ríos por las cenizas, el conocido como “chapapote de monte”. Este problema derivado de los incendios forestales ha sido observado ya en zonas del interior de la provincia de Ourense, afectadas por los grandes incendios del mes de julio, o tras el incendio declarado el verano del año pasado en Navalacruz (Ávila).
Esta situación ya se vivió, por ejemplo, a finales de agosto de 2017 tras el incendio de El Encinedo (León), cuando las lluvias arrastraron los terrenos calcinados por las llamas y tiñeron los ríos de negro. Incluso llegó a afectar a los bancos marisqueros de las rías y ensenadas costeras, como ocurrió en 2013 tras los fuegos del Monte O Pindo en Carnota (A Coruña).
MEDIDAS
Para paliar estos efectos, Greenpeace propuso pequeños diques perpendiculares a la pendiente en laderas muy empinadas para evitar pérdida de suelo y frenar la escorrentía (los arrastres de agua), con el fin de retener el suelo, poner obstáculos a la circulación del agua en las laderas e impedir la formación de regueros y cárcavas (socavones).
También recomendó llevar a cabo construcciones provisionales en arroyos, ríos y lagunas para evitar que lleguen sedimentos y cenizas que contaminen los cursos de agua y afecten a la vida piscícola.
Otras medidas son sacar la madera quemada para evitar riesgo de plagas y enfermedades; dar tiempo a los ecosistemas forestales para ver su capacidad de regeneración y, posteriormente, ver qué medidas es necesario implementar (siembra, repoblación, acotado al ganado, etc.), y esperar a repoblar para ver cómo evoluciona la superficie quemada y cómo se abre paso la regeneración natural de las especies con las estrategias mencionadas.
“En los incendios forestales seguimos perdiendo incluso después de las llamas y es fundamental no solo la extinción del fuego, sino el seguimiento de las zonas incendiadas. Tras el paso de las llamas, se ponen en peligro los recursos hídricos por el arrastre de cenizas. En un país con sequías y procesos de desertificación agravados por el cambio climático, la prevención de los incendios y la protección de zonas incendiadas son claves para no agravar aún más el problema. Para ello, se necesitan recursos que lo garanticen”, aclaró Mónica Parrilla, ingeniera forestal responsable de la campaña de incendios forestales de Greenpeace.
EROSIÓN
La organización ecologista recordó que el fuego es un elemento natural que forma parte de los fenómenos que modelan el paisaje. Por ello, gran parte de las especies vegetales de la región mediterránea tienen algún tipo de adaptación a las llamas (corteza gruesa para soportar altas temperaturas; capacidad para rebrotar de copa, cepa y raíz, y capacidad para germinar generando abundantes bancos de semillas que se desarrollan con elevadas temperaturas, como es el caso de los pinos).
Para ayudar a la recuperación de los bosques, es prioritario proteger el suelo para reducir los procesos erosivos agravados por las deseadas lluvias, según Greenpeace. Las primeras actuaciones de emergencia se deben centrar en frenar los procesos erosivos actuales, controlar las posibles avenidas y favorecer la regeneración natural de la cubierta vegetal.
“Estamos ante un territorio más caliente, más seco, más inflamable y abandonado. Con agua escasa, contaminada y mal gestionada. Urge una estrategia nacional que gestione el territorio hacia masas forestales menos vulnerables al fuego para prevenir procesos erosivos que agravan la desertificación, poniendo en peligro un recurso tan escaso y valioso como el agua”, concluyó Parrilla.
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