VALÈNCIA, 27 (EUROPA PRESS)
Las calles del municipio valenciano de Ontinyent se han vuelto a desbordar con el día grande de las Entradas de Moros y Cristianos tras dos años de ausencia por la pandemia. Los espectaculares bailes, fastuosas vestimentas, caballos, carrozas, música, maquillajes y la dedicación y aprecio por la fiesta de miles de personas participantes ganaron al mal tiempo.
Las fuertes tormentas registradas en la tarde y noche del viernes en numerosas localidades valencianas no tuvieron la misma intensidad en Ontinyent, que pudo celebrar el desfile, organizado por la Sociedad de Festeros con el apoyo del Ayuntamiento, pese a que en algunos momentos se hizo necesario el uso del paraguas.
El público ha acompañado en las avenidas de Almaig y Daniel Gil a los festeros durante todo el acto, que se inició a las 18.00 horas del viernes y finalizó pasadas las 03.00 horas de la madrugada del sábado, ha informado el consistorio en un comunicado.
Por la tarde, la capitanía cristiana de la comparsa ‘Llauradors’ ha destacado por dar un “importante papel” a las tradiciones y los elementos locales, como la Cruz de Capuchinos, el reparto de un libro sobre juegos “de siempre”, las figuras de los nuevos ‘cabets llauradors’ y el antiguo baile de los ‘tornejants’. La capitana, Reyes Alborch, apareció en una carroza que incluía la reproducción de la cruz procesional gótica de Ontinyent de Pere Capellades, del siglo XIV.
La embajada cristiana de la comparsa ‘Arquers’ cerró el desfile del bando de la cruz, con el embajador José Ramón Francés y el abanderado Juan Cucart encima de una carroza en forma de ballesta, tras la escenificación de la lucha de las tropas de Jaime I en la conquista de las ciudades musulmanas de la zona.
Entre las referencias históricas destacaron las relativas al tratado de Almiçrà, la toma de Xàtiva o la irrupción y derrota del caudillo musulmán Al-Azrak, con un importante papel de los ‘ballets’ en la embajada.
Ya por la noche, la lluvia apareció pero no impidió la salida de la esperada capitanía Mudéjar del bando moro, con un extenso boato en el que participaron cerca de 2.000 personas, basado en las relaciones comerciales que se desarrollaron en época musulmana en Ontinyent, vinculándolas a Abdalá, el nombre con el que Joaquín José Cervino denominó al capitán moro del texto de las embajadas, encarnado por Alberto Climent, quien apareció en una plataforma a hombros de más de 50 personas.
La estructura de la capitanía representaba una ciudad del antiguo imperio timúrida, actual Uzbekistán, con gran importancia de la industria textil, que une y relaciona el Ontinyent musulmán con este país con nexos como por ejemplo el “Ikat”, técnica ancestral de tejer que se utilizaba en Ontinyent hace 1.000 años y actualmente se continúa utilizando en el país asiático. El boato, además, ha contado con trajes elaborados en este país y con un grupo de danza uzbeka.
La parte final de las entradas llegó de la mano de la embajada de los Omeyas, que escenificaba la leyenda de la campana de Oro. Una historia con batallas, prisioneros y el botín de una gran campana de Oro, al que el sultán envía a la embajadora, Sayo Martínez, y la abanderada, Mª Carmen Beneyto, que cerraron el desfile en una gran carroza después del colorido de guerreros y guerreras, bailes, varias carrozas, un espectáculo de caballos de doma y, de nuevo, “mucha música”.
La última pieza que acompañaba a la capitana y embajadora de la carroza ha sido la emblemática marcha mora ‘Chimo’, que ha tenido un gran protagonismo en las fiestas de este año, dado que además de haberse escuchado como tradicional conclusión de la entrada de Bandas ha tenido como pregonera Susana Sanz, nieta de Joaquín Sanz, a quien el maestro Ferrero dedicó la composición.
Desde la tribuna de autoridades presenciaron las Entradas el alcalde de la ciudad, Jorge Rodríguez, así como el embajador de Uzbekistán, cuatro consellers, diputados, directores generales, alcaldes o el vicepresidente de la CEOE.
- Te recomendamos -
