MADRID, 27 (EUROPA PRESS)
La ONG Codespa ha reforzado su proyecto Arte Warmi, una iniciativa que aúna moda y tradición textil que apoya a 100 mujeres en Bolivia, con la incorporación del diseñador Juan Carlos Pereira, quien ha creado una colección textil junto con indígenas.
La labor que desarrolla Codespa en el país se centra en la creación de oportunidades para los más vulnerables a través del impulso de los mercados rurales y elmacceso a la formación, generando empleo y apoyando a los emprendedores locales. La fundación también involucra a otras instituciones públicas y privadas con el propósito de crear soluciones sostenibles y ampliar esos mercados.
Desde 2017, Codespa colabora con las comunidades Kurmi y Kallawaya, de la región del Lago Titicaca, para fortalecer el posicionamiento de su emprendimiento Arte Warmi Eco Social, que ha ayudado a mejorar los canales de distribución y la estandarización de los procesos productivos, apostando por la diferenciación y la mejora de los productos.
Las técnicas con las que se elaboran los tejidos, iconografías y colores hacen que este tipo de artesanía sea muy valorada, pero que, a la vez, sufra de intrusismo con la aparición de telas sintéticas y procesos industrializados, lo que provoca que poco a poco las técnicas tradicionales se vayan perdiendo.
El diseñador Juan Carlos Pereira, de origen boliviano, es el alma creativa que hay detrás de la marca Juan de la Paz. De origen boliviano, desde siempre ha sido un gran admirador de la riqueza que ofrecen las zonas rurales y más auténticas de su país. Conoció el trabajo de Arte Warmi Eco Social a través de las redes sociales y, movido por su sueño de incorporar elementos tradicionales en sus diseños y su compromiso con la moda sostenible, no dudó en colaborar con las artesanas.
De esta colaboración han surgido varias piezas, de las que destaca una capa de lana de alpaca negra decorada con una franja de iconografías que cuentan las leyendas de estas comunidades. Esta capa tarda seis meses en hacerse, ya que emplea las técnicas ancestrales heredadas de generación en generación por las mujeres Kurmi y Kallawaya. Además, también recupera la ganadería de la alpaca negra, que ha dejado de fomentarse debido a que su lana es muy difícil de teñir.
Ha sido todo un desafío para las artesanas y sus comunidades volver a emplear conocimientos ancestrales y recuperar tintes naturales, técnicas e iconografías que estaban olvidadas, pero el entendimiento al que han llegado Pereira y las artesanas y “artistas”, como él las llama, ha sido un éxito. Han sabido aunar la riqueza de ambos mundos y han elaborado diseños atemporales que ayudarán a las artesanas a llegar a nuevos y mejores mercados integrando lo tradicional con lo moderno, recuperando lo natural en su artesanía.
“Ahora se habla de las practicas sostenibles, los tintes naturales, la moda ecológica, cero desperdicios, el respeto animal, etc., como si fuera algo nuevo, cuando en realidad en este lado del planeta estas prácticas son intrínsecas. Para mí ese es el verdadero lujo, darle valor a lo que haces, no sólo un valor económico. No es algo que puedas comprar en cualquier sitio”, ha explicado Pereira.
Junto a Pereira ha trabajado María Pastora Callampa, portadora de saberes milenarios. Ella, con 54 años y siete hijos, es una de las artesanas de Arte Warmi Eco y tiene un gran dominio sobre el trabajo artesanal pero, antes del proyecto, sentía que su trabajo no era reconocido. Ahora, a través de la formación recibida, ha podido recuperar y mejorar sus conocimientos y se siente más segura de sí misma. De hecho, las artesanas han formado una junta directiva para mejorar su organización y Pastora es una de las líderes junto con su hermana Evarista, que es la presidenta.
“Ahora siento que mi trabajo está más valorado. Me siento mássegura y tomo decisiones, participio en mi comunidad porque mitrabajo importa”, cuenta. María Pastora, al igual que las demás mujeres indígenas, artesanas y “artistas” que participan en el proyecto, se siente orgullosa de sus orígenes, de sus técnicas y de su comunidad. Defiende el tejido andino como un saber milenario, no sólo un trozo de tela, sino un artefacto con vida propia que cuenta una historia, la suya.
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