Llevó hasta el final su máxima vital: “Si no pedaleas, te caes”
VALÈNCIA, 4 (EUROPA PRESS)
El profesor Santiago Grisolía ha fallecido esta madrugada en el Hospital Clínico de València tras casi un siglo de vida –el próximo 6 de enero hubiera cumplido 100 años– dedicado a la investigación y a la divulgación y que situó a València en el mapa científico internacional gracias a su impulso de los Premios Rey Jaume I, su labor al frente del Instituto de Investigaciones Citológicas o la celebración en el ‘cap i casal’ de la primera Conferencia Internacional para el Proyecto sobre el Genoma Humano en 1988.
Nacido en València en 1923, trabajó con el Premio Nobel Severo Ochoa en Estados Unidos, que le marcó el camino. Una relación más allá de becario-maestro que llevó al bioquímico luarqués a donar sus pertenecidas –salvo su colección artística– a su discípulo y que el profesor trajo a la capital del Túria: la parte científica de sus documentos, trabajos o condecoraciones están expuestos en el Museo Príncipe Felipe, mientras que la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados acoge la colección particular de libros no científicos y otra musical y audiovisual.
Desde entonces, el profesor inició una carrera investigadora que incluso se dijo le llevó a estar nominado al Premio Nobel durante algunos años por lograr completar el ciclo de la urea. No pudo ser. Pero ese buen contacto con científicos internacionales sí le valió para crear la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados, que daría pie a la Fundación de los Premios Rei Jaume I, que reúnen en sus jurados hasta una veintena de Premios Nobel.
No obstante, siempre lamentó que estos galardores no tuvieran la misma cobertura que otros premios, como los Princesa de Asturias, pese a “no haber ningún gran evento en la ciencia como éste” y por ello no cejaba de reivindicar que se “airearan un poquito más”.
Grisolía a su llegada a València también fue miembro y presidió el Consell Valencià de Cultura (CVC) –fue ratificado por los sucesivos gobiernos autómicos como prueba del respeto que siempre ha congregado–. Desde este organismo consultivo de la Generalitat en materia de Cultura apoyó la declaración de la fiesta de toros como Bien de Interés Cultural (BIC) o pidió que los incendios intencionados fueran considerados como crímenes contra la Humanidad.
El profesor no se mordía la lengua cuando se le preguntaba por cuestiones de actualidad. Así, en 2008 manifestó que “sería una animalada” revertir las obras de restauración del Teatro Romano de Sagunto (Valencia), aunque en otros temas sí que se mostraba más cauto. Rechazó realizar un informe sobre el polémico plan del barrio del Cabanyal: “Yo no toco eso ni con una lanza de diez metros”, se excusó en 2014.
Por contra, siempre que podía reivindicaba el papel de la ciencia española, que es “mucho mejor de los que se suele reconocer”, proclamaba, y animaba a los jóvenes a despertar sus vocaciones científicas como al recibir la primera Medalla de Oro a la Investigación y la Educación Universitaria: “Quien aún siente complejo de inferioridad por las aportaciones científicas del país está equivocado”.
Grisolía pensaba que el Ministerio de Educación debía “desaparecer” para evitar el control de las universidades y apostaba por la sustitución del Ministerio de Sanidad por una Dirección General, algo “más lógico y efectivo” una vez que la mayoría de las competencias se han transferido a las comunidades autónomas.
PRIMER MARQUÉS POR LA CIENCIA
Su amor por la ciencia le llevó a ser recibir en 2014 el título de Marqués por su “prolongada y encomiable labor investigadora y docente y su contribución al conocimiento científico”. El profesor demostró su “agradecimiento y afecto” con el ahora Rey Emérito tras su abdicación: “Es un día muy triste para él y para los españoles. Estoy muy triste porque creo que necesitamos al Rey más que nunca”, aseveró entonces.
Las amistades de Grisolía iban más allá del círculo científico. Conoció al torero Manolete en el barco de ida a América en 1945 gracias a una beca, y ya en Nueva York se codeó con Dalí y el propio presidente americano Harry Truman le felicitó por la puesta en marcha del nuevo centro de investigación médica que iba a dirigir.
A su regreso a España –en 1976 tras el fin de la dictadura– coincidió en el CVC con Juan Gil-Albert, Enrique García Asensio, Luis García Berlanga, Enrique García Asensio, Andreu Alfaro, Manolo Valdés, José M. López Piñero, Vicente Aguilera Cerni oXavier Casp. Asimismo, destacó que tenía “la fortuna” de conocer al arquitecto valenciano Santiago Calatrava, a quien definió como “un genio, pero un genio que nos ha costado mucho dinero”. Ha publicado más de cuatrocientos trabajos científicos y entre sus libros, además de publicaciones científicas, se encuentra la novela ‘El enigma de los grecos’ o ‘Dali y la ciencia’.
Finalmente, Grisolía ha muerto a los 99 años, misma edad con la que falleció su esposa, la investigadora Frances Thompson, hace cinco años, a quien conoció en el laboratorio de Kansas City, donde ambos investigaban.
BUENA ALIMENTACIÓN Y MUCHA ILUSIÓN
La clave de su buen envejecimiento la resumió el profesor en dos premisas: “Óptima alimentación y mantener la ilusión y el optimismo”. “En mi generación nos hemos negado a que la vejez sea el final de las cosas buenas de la vida”, proclamaba. Y así mantuvo su máxima vital hasta el final: “Si no pedaleas te caes”, frase favorita con la que reivindicaba que hay que salir de casa todos los días a cumplir con los compromisos de su agenda.
Los últimos, hace apenas una semana cuando clausuró telemáticamente desde su domicilio una jornada sobre Bioeconomía Forestal, organizada en la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados, y en junio al presidir el pleno del CVC. Tampoco quiso perderse la entrega el 16 de ese mes de los premios del concurso escolar que organiza esta institución.
El gran científico no ha podido superar las complicaciones por la covid. Ya en 2014, tras el caso de la primera enfermera infectada por ébola en España, Grisolía planteó la necesidad de modificar las costumbres españolas de saludo con dos besos en la cara o la mano. “Olvídate de ello”, reclamaba entonces. Y también anticipó una de las consecuencias que ha traído esta pandemia que ha sesgado su vida: “Antes o después tendremos que controlar muy bien la entrada de personas en el país nos guste o no nos guste”.
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